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Por Iván Alberto Posada Leaño*
¿De parte de Dios o de parte del diablo?
Últimamente he leído, en páginas de compañeros libertarios, ciertas críticas al apoyo incondicional de algunos libertarios a los movimientos secesionistas que se están presentando en estos tiempos. Algunos de estos críticos argumentan que son iniciativas de origen izquierdista, otros que son contradictorias, pues se estimula la creación de nuevos estados que podrían ser liberticidas y otros que dichas secesiones son ilegales.
Con esta nota no pretendo desacreditar, ni subestimar esos argumentos, que dicho sea de paso provienen de personas de un gran rigor académico y coherencia, pero quisiera manifestar mi punto de vista, ya que me considero uno de esos libertarios que prácticamente apoya toda secesión.
1. Al argumento que muchas de esas secesiones tienen como origen el pensamiento izquierdista, agrego a esto que eso es una obviedad, igual ocurre con las libertades sociales como la legalización de drogas o el matrimonio homosexual, eutanasia, entre otras. No por ello se debe dejar de reivindicarlas por parte del libertario que quiera hacerlo, aceptar ese argumento daría pie para que el día de mañana también se deje de apoyar las libertades económicas porque son causa del pensamiento político de derecha. Bajo esa perspectiva a los libertarios las únicas libertades que podrían revindicar serían la interna y las libertades biológicas, comer, dormir, ir al baño, crecer, etc.
Sobre el porqué de la obviedad, creo que es lógico y coherente que un asunto de independencia, autonomía y la consecuente secesión que se fundamenta en la identidad de idioma, cultura, religión, tradición, artes, lúdica, dieta e incluso apariencia fenotípica en muchos de los casos, tiene un gran componente emotivo innegable. Y es por todos bien sabido que la izquierda en su discurso es muy hábil en recoger esa emotividad para sus fines políticos; no es que la derecha no juegue o haya jugado también en algunas secesiones, pero hoy en día esa iniciativa no goza de buena fama, pues automáticamente se le trivializa porque se prejuzga de obedecer a intereses particulares, intenciones mercantilistas, nacionalismo xenófobo y la oposición dirá que una secesión como fin no puede obedecer a esos medios y no es que dicho fin en manos de la izquierda sea un ejemplo de pulcrito, pero ellos logran demagógicamente y con su juego de moral relativa que el fin esté justificado “moralmente”, porque es el sentir de todo un pueblo, al que supuestamente ellos representan.
Ahora, lo ideal es que una secesión surgiera de iniciativa libertaria, pero estoy casi seguro que el purismo no dejaría avanzar mucho, al respecto dirían: ¡Otro Estado! ¡Las motivaciones secesionista son nacionalismo! ¡Eso es patrocinar sociedades cerradas!; y la más molesta: ¡Es ilegal! Entre otras más. Y lo entiendo. Engranar la libertad que sale del ejercicio de la razón con la que se siente desde lo emotivo no es fácil, pero en el mundo real la emotiva es la que termina generando revoluciones. En determinadas circunstancias los que saben de libertad prefieren huir y seguir predicándola; los que la sienten no temen morir o matar por ella.
2. Sobre “otro Estado más” potencialmente enemigo de la libertad, es una posibilidad innegable, pero ¿no es acaso un riesgo del ejercicio de la libertad el equivocarse? La libertad de por sí no es garantía de asertividad. Además, desde la perspectiva del libertarismo minarquista y su trinchera pragmática el discurso no gira sobre la cantidad de estados, sino sobre su calidad y la más oprobiosa es la del Estado grande, coercitivo, omnipotente, omnipresente sobre la existencia de los individuos.
Creo que dichas características tienden a ser poco sostenibles en un mundo de muchos Estados, donde por ello estarían condicionados a las leyes del mercado. Una oferta de muchos Estados obliga a que estos sean de calidad. En ese sentido, la izquierda se dispara en el pie, porque también al apoyar secesiones está patrocinando algo opuesto a lo que busca la izquierda global en su propuesta de nuevo orden mundial en la que el individuo es un “ciudadano del mundo” carente del mayor número de identidades posibles, sin identidad nacional, con religión si quiere, pero que no interfiera con el dios Estado, sin identidad cultural, de género, de raza, socioeconómica y todas las que se necesite para que ese fin de “sociedad abierta” se pueda lograr. Esa homogenización de individuos es más viable en un escenario de pocos Estados, ojala organizados en modelos tipo “Unión Europea” y todos ellos bajo la batuta de un Gobierno global encarnado en la ONU.
Resulta que las secesiones generan todo lo contrario. Hice el ejercicio de sumar a las naciones existentes las secesiones posibles y esto me da un promedio de 320 Estados, sin incluir los de tipo extraterritorial que sean sujetos de derecho internacional (ejemplo: Orden de Malta). Todo un abanico de opciones para escoger el mejor. Un panorama así es más difícil de homogenizar bajo un Gobierno global progresista. La ONU dejaría de ser un ente homogeneizador para ser un ente coordinador o armonizador y, en este escenario, aun suponiendo que existan Estados comunistas, estos no podrían fácilmente aislarse con su sistema económico, caso actual de Transnistria, una secesión comunista de fronteras abiertas (Transnistria es a la izquierda, lo que Liberland sería a los libertarios).
3. La legalidad, ese argumento es el menos relevante. Cuando América Latina se independizó seguramente ello no era legal. Hace un siglo y medio la esclavitud era legal. En el ejercicio de la desobediencia civil lo legal es irrelevante. Y si bien es verdad que un individuo puede renunciar a su nacionalidad, porque no un conjunto de individuos asociados libremente en torno a una característica identitaria, mínimo como nación extraterritorial, privilegio que incluso a nivel individual se debería dar.
En ese orden de ideas, bienvenidas todas las secesiones posibles, tantas que el paradigma sea de ciudades Estado, de países en torno a lo cultural y deportivo, de tantos territorios como sean posibles al de comunidades que se den y todos sujetos de derecho internacional, bienvenido el mercado de las nacionalidades, donde ser paraíso fiscal no es una opción sino la única, en definitiva, la mejor oferta es la merecedora de una firma para un contrato social asumido esta vez sí, en libertad.
Las secesiones quizás las siembra el diablo, pero el usufructo muy probablemente es de Dios.
*Iván Alberto Posada Leaño es agronomo de la Universidad Nacional de Colombia e integrante del Movimiento Libertario de Colombia.