Por Dominique Selman
En la República Dominicana, como en la mayoría de los países latinoamericanos cuyos presupuestos tienen como prioridad solamente el bienestar económico de los gobernantes que están de turno y cuya moral no va alineada con los valores sobre los que se fundó la patria, hay una crisis social y cultural grave.
La ética (si se le puede llamar así) que promueven dichos oficialistas es una que va totalmente en contra de lo que deberían, de los principios y valores elementales para el desarrollo de una sociedad. Si hablamos del tema cultural, en la República Dominicana hay un sinnúmero de instituciones, asociaciones, grupos, supuestamente hechos para fomentar la cultura y el talento local, sin embargo no son más que una plataforma para dar empleo a los amigos y protegidos de los dirigentes.
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Entonces, surge mi pregunta: ¿qué está haciendo un gobierno para apoyar el talento local si cuando uno va a los lugares de reunión de artistas, poetas, escritores, todos se quejan de que no hay ningún gobernante escucha verdaderamente sus necesidades? La respuesta es: nada.
Un sistema tan complejo de instituciones culturales y de tantos suborganismos limita que realmente se puedan hacer programas para promover las bellas artes. El gobierno debería tener como primera instancia fomentar iniciativas que promuevan crecimiento económico de los ciudadanos a nivel individual y eso solo se logra a través de iniciativas culturales que inciten a la reflexión, la curiosidad, la adaptación de nuestros modelos a los de países que están desarrollados. Siendo un país con una posición estratégica para mediar y hacer intercambio, deberíamos estar mucho más adelantados. Cualquiera no creería que Santo Domingo es la Ciudad Primada de América.
Debería avergonzarse nuestro gobierno y cada uno de nuestros ciudadanos de que la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), que fue la primera fundada en nuestro continente, no tenga programas que atraigan estudiantes de todas parte del mundo, desarrollando programas con profesores y clases de primer nivel.
Tomemos otro caso como ejemplo: los museos. ¿De qué sirve que hayan museos si la sociedad no se interesa en verlos? Los museos, como los gobiernos, deben ser administrados en la misma forma que una empresa funcional: con poca burocracia, respeto a las ideas de todos los que formen parte de ellos y con iniciativas que no solamente generen inversión a lo que está expuesto en ellos, sino que ofrezcan programas que fomenten el desarrollo social, nuevas ideas entre la juventud, capacitaciones para los que no sean conocedores. A los que conocen el país, seguro habrán visto el desastre que son los museos de la Plaza de la Cultura, los cuales por su antigüedad no deberían tener nada que envidiarle a los grandes museos de Nueva York, Miami, Europa y algunos en países como Ecuador y Argentina.
La obra de los artistas que exponen en los museos y centros culturales es fruto de su labor y su capacidad creativa. Valorar menos el trabajo de un artista plástico al de cualquier otra profesión es un irrespeto a su capacidad productiva. Entonces eso lleva a lo más importante que deberían estar haciendo los funcionarios del sector cultural y educacional: no atrayendo inversión del sector privado a sus programas y es porque no existen iniciativas funcionales, sino burocracias que se disfrazan de lindos eventos y discursos vacíos.
La crisis cultural es resultado, naturalmente, de un sistema educativo altamente disfuncional. Nos negamos a entender que los modelos educacionales han cambiado. El arte, el estímulo que recibimos de impulsos visuales e invertir nuestro tiempo en múltiples oficios que nos hagan investigar sobre temas desconocidos tiene un efecto directamente relacionado a nuestra funcionalidad.
El tema del arte para el desarrollo social, económico sería fácil de resolver si se simplificara el sistema, entendiendo que el funcionamiento de los organismos siempre es más limpio y desinteresado cuando lo maneja el sector privado y fuera más aun si no existieran niveles impositivos altos que penalicen a las impresas. El tema es que eso conllevaría de demasiado tiempo y nuestros gobernantes no saben ver más allá de los cuatro años que tienen en cada período, por lo que les toca tomar lo que puedan del pastel mientras oportunidad puedan, porque saben que los pueblos están cansados y que vivir en la ignorancia para la juventud ya se ha vuelto inaceptable.
Ellos que sigan con lo suyo, que mientras penalizan nuestras ganancias nosotros seguimos buscando formas de escapar, de promover un cambio y que sea sin contar su apoyo, porque lo que han hecho en vez de alejarse de los sistemas que han llevado a países como Venezuela, Cuba, o la Argentina Kirchnerista al fatal caos es copiarlos, pero su tiempo está por caducar y nosotros también seremos libres de pintar una nueva historia de colores, en donde en la República Dominicana se hable de la Trinitaria, del arte, de colores y de que no estamos locos por ser diferentes y asignarle a nuestra revolución el color verde de nuestra esperanza. Necesitamos una República Dominicana donde solo se hable de libertad.
Dominique Selman es dominicana. Tras haber crecido entre Estados Unidos, Argentina y República Dominicana, regresó a Santo Domingo a trabajar en diversos sectores culturales, de manufactura y exportación en su País. Actualmente dirige su propia empresa de consultoría y manejo de proyectos enfocada al fomento de la creatividad en los negocios a través del uso de colores, fragancias y arte.