EnglishPor Javier Alonso
En el año 1945, Japón finalizó la ocupación del territorio coreano, a la par del fin de la Segunda Guerra Mundial. Mediante un tratado impulsado por las Naciones Unidas, la administración del territorio coreano es dividida en dos, estableciéndose la división en el paralelo 38° norte, cediendo a la Unión Soviética la administración del norte y a Estados Unidos la administración del sur.
- Lea más: Los beneficios para Colombia del TLC ya vigente con Corea
- Lea más: Ranking de economías del Banco Mundial: ¿Cómo está América Latina?
En el año 1948, la Asamblea General de las Naciones Unidas mediante resolución impulsó unas elecciones generales supervisadas por la organización en Corea. La propuesta fue rechazada por el norte pero aceptada por el sur. Se estableció una constitución, se estableció una forma presidencialista de gobierno y posteriormente, bajo el presidente electo Syngman Rhee nace la República de Corea el 15 de agosto de 1948. Unas semanas más tarde, en el norte se proclama la República Democrática de Corea bajo la regencia de Kim Il-sung. Tensas las relaciones entre las dos nuevas naciones, se desata la invasión de Corea del Norte a Corea del Sur en 1950 produciéndose la Guerra de Corea que desemboca en un armisticio entre las dos naciones en 1953.
En el año 1960, Corea del Sur contaba con un PIB per cápita de 79 US$, bastante inferior al de algunos países de África Subsahariana. Para el año 1989, la economía sur-coreana había venido creciendo en términos reales a un ritmo anual promedio superior al 8% desde el año 1962. Todo esto gracias a la industrialización que venía produciéndose desde comienzos de los años 1960 junto con la apertura comercial.
Aquí se puede citar la tarea básica del estado para crear un ambiente propicio para el desarrollo económico: una gran calidad institucional. Cuando se habla de la calidad de las instituciones, se tienen en cuenta factores como: la libertad empresarial, el respeto a los derechos de propiedad, el imperio de la ley, la estabilidad macroeconómica, y una corrupción mitigada.
Si bien Corea inició su proceso de masiva industrialización con cierto intervencionismo estatal de modo a tener un modelo industrial orientado a la exportación en sus comienzos y una apertura al capital foráneo para contrapesar los bajos ahorros de la economía, posteriormente en la década de 1970 comenzó a tener problemas con la estabilidad monetaria, con una inflación superior a los dos dígitos.
Así, en los años 1980 se adoptó una política fiscal y monetaria mucho más conservadora con una reducción drástica en la intervención estatal, liberalizando mucho más el ingreso de inversión extranjera, y un presupuesto público congelado durante varios años. De esa manera, Corea del Sur logró crecer en un promedio del 9,2% entre 1982 y 1987 y un promedio de 12,5% entre 1986 y 1988. También logró la reducción de su deuda pública.
El proceso de desarrollo económico en Corea del Sur al adoptar una economía de mercado fue muy superior al de América Latina en estos últimos 50 años, que fue sumergida en las ideas del desarrollo de la CEPAL, en donde primaron los pensamientos keynesianos y de las escuelas historicistas y estructuralistas centroeuropeas. Otra escuela de pensamiento de desarrollo económico que primó en el continente fue la de la Teoría de la Dependencia, que se encontraba fundamentada en las ideas del marxismo en dialéctica con los postulados de Max Weber. Ambas se encontraban en concordancia con tener un rol muy enérgico del estado de modo a que éste se encargue de intervenir la economía para poder fomentar el proceso de industrialización en la región.
Tal y como afirmaba Carlos Alberto Montaner, es el conjunto de creencias, valores y conocimientos en las sociedades lo que las diferentes naciones en el mundo alcancen el desarrollo. América Latina, con notables excepciones (como el caso de Chile y Perú), fue y sigue siendo el laboratorio de políticas públicas que condenan al fracaso. Así, el principal problema de los países de la región está en la delegación del poder más allá de lo debido al estado, no haciendo que exista un debido imperio de la ley, en donde los derechos de propiedad, la transparencia en la gestión de los recursos, el velar por el cumplimiento de los contratos, y los límites al poder de los grupos de presión sean una realidad.
Daron Acemoglu y James A. Robinson, en su libro “Why Nations Fail” exponen claramente que en Latinoamérica, desde la época de las colonizaciones de España en América hasta nuestros días, se formaron instituciones extractivas, que a diferencia de lo que ocurrió en América del Norte hasta nuestros días, no se encargaron de delimitar adecuadamente los derechos de propiedad y tampoco fueron lo suficientemente inclusivas como para lograr la igualdad ante la ley para todos los ciudadanos. De esa manera, se logró que una oligarquía política y económica sean las encargadas de querer dirigir a su antojo el destino de millones de personas que se encuentran a la deriva, esperando cada cierto tiempo la visita de algún candidato a un puesto político para depositar sus esperanzas de modo a mejorar su porvenir.
Con las necesidades de la gran mayoría de la población en nuestras naciones, de cosas como una adecuada salud y educación, éstas se convierten en un recurso retórico tremendamente influyente en el proceso de formación de opinión, desde políticos hasta intelectuales mediáticos para buscar una expansión mucho más grande de las competencias del estado. Pero como nos ha demostrado Corea del Sur, necesitamos primero lograr que haya un crecimiento económico lo suficientemente grande junto con la mejora en la calidad de las instituciones para lograr que esa mayoría excluída pueda lograr una mejor vida, en vez de ser simplemente una presa de diferentes tipos de actores que no buscan nada más que una perpetuación del estado en que se encuentran las cosas en las naciones latinoamericanas.
Javier Alonso es economista y excoordinador (y actual alumnus) de Estudiantes por la Libertad Paraguay.