Por Juan Pablo León Aristizábal
Además de la actual inestabilidad política e institucional que presenta el país sudamericano, expresada recientemente en la movilización masiva convocada por los sectores opositores al gobierno de Nicolás Maduro en el marco de la suspensión del proceso de referendo revocatorio, es conocida por varios la crisis económica por la que atraviesa el país marcada fundamentalmente por la caída de los precios del petróleo iniciada en el 2014.
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Según cifras de la CEPAL, el crecimiento del PIB ha mostrado en los últimos cuatro años una tendencia negativa, el índice de precios al consumidor (IPC) se incrementó del 2012 al 2015 en un porcentaje cercano al 200 %.
Igualmente la firma encuestadora Datanálisis calcula que en todo el país la escasez de productos básicos alcanza el 80 % en este año. Lo anterior significa que la reducción de la actividad económica ha sido drástica, y que las dificultades que tienen los venezolanos al momento de adquirir alimentos, medicinas y otros bienes de consumo dada la pérdida de poder adquisitivo y la escasez actual, son serias.
En este sentido, resulta interesante observar que a pesar de las dificultades políticas y económicas de Venezuela, este país fue el primero en enviar ayuda humanitaria a Ecuador, el cual sufrió en abril un terremoto de 7,8 grados y dejó un saldo de más de 600 fallecidos y serios daños a la infraestructura.
También fue el primero en socorrer a Haití, cuyos habitantes sufrieron a principios de octubre, las inclemencias del huracán Matthew que como consecuencia dejó cerca de 1.000 muertos y miles de damnificados. El gobierno venezolano envió cerca de 20 toneladas en suministros de alimentos, ropa y medicamentos (Colombia también envió la misma cantidad) a fin de atender el desastre natural.
Entonces, si tanto se afirma que el país no se encuentra en las mejores condiciones económicas, ¿cómo es posible que ayude a los otros y sobre todo, sea el primero en hacerlo? Bajo una sensación altruista, alguien podría argumentar que dichas acciones se enmarcan en el principio de solidaridad entre los pueblos, como bien está estipulado en los lineamientos de política exterior en la Constitución venezolana.
Sin embargo, esta acción debe leerse en el contexto del uso de herramientas de poder que emplea el gobierno de Nicolás Maduro para conservar el apoyo político a nivel internacional, lo cual es importante para el mantenimiento del régimen.
Cuando un Estado quiere ejercer el poder en el exterior, no necesariamente tiene que apelar a medidas coercitivas como el uso de la fuerza militar o a las sanciones económicas. Existen formas persuasivas de poder cuya finalidad es que los valores e intereses de los Estados que las ejercen, sean vistos como legítimos.
La cultura (enseñanza de idiomas, difusión de libros y películas), los deportes y la ayuda humanitaria son algunos mecanismos que corresponden a esta manera de ejercer el poder.
Así pues, la ayuda humanitaria ha de ser considerada como un mecanismo de compromiso empleado por el gobierno de Venezuela con el fin de influenciar el comportamiento y preferencias de los estados a quienes ayudó en favor de los intereses de Caracas, que en este caso, consisten en mantener su respaldo al régimen de Maduro, cuyo oxígeno internacional es cada vez menor. Precisamente, Ecuador y Haití son parte de un grupo de estados que en escenarios como la OEA, han favorecido a Venezuela especialmente durante la coyuntura actual.
Por ejemplo, estos países votaron por no convocar una reunión extraordinaria de cancilleres para tratar la crisis humanitaria en la frontera colombo-venezolana el año pasado, y este año se opusieron a que la Organización iniciara un proceso de evaluación colectiva con respecto a la crisis que vive el país caribeño. Probablemente, votarían en contra de la suspensión de Venezuela como Estado miembro, si dicha propuesta llegara a ser planteada.
El resultado de todas estas acciones, da a entender la clara urgencia que tiene el gobierno venezolano en mantener el apoyo y la legitimidad que aún posee a nivel regional. Esa es la principal motivación para poder ejercer tan oportunamente acciones de cooperación internacional, que desde mi juicio tiene un mayor poder explicativo que una suerte de espíritu de “amistad y solidaridad bolivariana”.
Puede ser esa la respuesta ante el ciudadano de a pie que consideraría ilógica la idea de socorrer humanitariamente a otros estados, mientras que a pocos kilómetros del Palacio de Miraflores, el ejecutivo elige usar las fuerzas armadas como respuesta ante una crisis igualmente preocupante y ampliamente manifestada por la mayor parte de la sociedad civil venezolana, que exige cuanto antes una pronta solución y un cambio radical.
Juan Pablo León es estudiante de Relaciones Internacionales en la Universidad Javeriana de Colombia. León es miembro del semillero de economía política internacional de la facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales. Síguelo en Twitter en @laverdadsurgira