Por Ramón Parellada
Muchos me han dicho que es el peor gobierno que tenemos, que este gobierno no hace nada y que Jimmy Morales no actúa como presidente. Yo les he respondido que no es el peor gobierno que hemos tenido, ni de lejos; que no nos olvidemos de las dos alternativas descartadas; que si ya se les olvidó que hemos tenido gobiernos tan malos que no se pueden ni comparar con el que tenemos de Jimmy; y, finalmente, que un presidente que no aparece a cada rato en los medios no es necesariamente malo. Al contrario, detesto a los presidentes que salían todo el tiempo inaugurando chorritos, carreteras, obras y hasta proyectos privados de pseudoempresarios “culebras” que para cualquier inauguración querían que llegara el presidente. Y, por supuesto, esto sí que era una pérdida de tiempo, un costo enorme de oportunidad en el que el presidente, en vez de hacer su trabajo, se dedicaba a cosas que no necesitaba hacer.
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Discrepo totalmente de aquellos que quieren que el presidente se vea todos los días hasta en la sopa. Mejor que no se vea. Mejor que no nos enteremos. Mejor que esté concentrado en seguir limpiando la casa de todas esas plazas fantasmas y gente corrupta que todavía ha pasado desapercibida. Mejor que siga ordenando las finanzas para que las cuentas se equilibren, es decir, ingresos contra egresos. Mejor que se concentre en dar prioridad al sistema de justicia y de seguridad para seguir atrapando extorsionistas, asesinos, secuestradores y toda esa lacra que ha tenido en cautiverio y bajo acoso a nuestra sociedad.
El gobierno actual comenzó con una gran escasez de recursos humanos bien calificados y capaces. Hay algunos verdaderamente buenos y profesionales, aunque no comparta su ideología en lo personal, como es el caso del ministro de Finanzas. Hay otros que cada vez que hablan me da pena, como el ministro del Medio Ambiente, porque para todo es intervención, regulación y unas ideas totalmente disparatadas de todo tipo. Sus intenciones podrán ser las mejores del mundo, pero su ignorancia nos llevará a unas nefastas consecuencias. Del Congreso, ni hablar: ha sido un desastre proponiendo una infinidad de tonteras, regulaciones y leyes que dan miedo y que van a detener el crecimiento económico del país. Bien podrían aplicar la Ley del Ocaso, es decir, que ya no tengan vigencia las leyes después de cinco años, a menos que el Congreso las vuelva a prorrogar.
Guatemala está cambiando y para mejorar, para fortalecer el Estado de derecho que tanta falta nos hace, para eliminar la corrupción a todo nivel y para erradicar la violencia homicida que tanto nos asusta y agobia. Pero mientras esto ocurre, muchos permisos y licencias han quedado en el olvido porque los ministros están todavía aprendiendo sus funciones o porque tienen miedo de firmar cualquier documento que los pueda comprometer y mandar a la cárcel. Las aduanas se volvieron más ineficientes que nunca y durante los primeros cuatro meses muchas fábricas tuvieron que pagar costos extras por sus materias primas e incluso detener sus máquinas por falta de la misma, debido a que estaban sus contenedores retenidos en el puerto. Muchas inversiones se detuvieron, porque hay fallos ideológicos y sin sustento contra la minería, como el caso de La Puya y otros, además de que hay un ataque sistemático contra las hidroeléctricas y algunos cultivos agrícolas. La Superintendencia de Administración Tributaria (SAT) está acosando a las empresas con todo tipo de amenazas.
Los primeros seis meses de gobierno han tenido de todo, pero si resolvemos estos contratiempos de corto plazo y nos enfocamos en el largo plazo, Guatemala va en camino de una mejoría enorme.
Ramón Parellada es guatemalteco, empresario y catedrático universitario. Síguelo en @MonchoParellada.