Por Edgar Ortiz
El pasado 24 de junio se anunciaron los resultados del referéndum donde se preguntaba a los habitantes del Reino Unido si preferían permanecer en la Unión Europea o salir de ella. El resultado fue una apretada victoria para el sí, que consiguió el 51,9% de los votos frente al 48,1 % restante que quería permanecer en la unión. Cameron renunció al conocer los resultados y ahora solo hace falta que el parlamento decida dar marcha a la salida de Inglaterra.
Si bien sobre el papel el referendo no es vinculante, lo más probable es que el parlamento respete la decisión que tomaron los votantes en dicho balotaje.
El proceso de salida apenas comienza. Según el artículo 50 del Tratado de Lisboa, una vez el parlamento del Reino Unido apruebe la salida y lo notifique a la Unión Europea, se seguirán las negociaciones que definan en qué términos quedará la relación entre las partes.
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Naturalmente hay muchas preguntas en el aire y muchas incógnitas que surgen al ver la reacción de los mercados. Una de las reacciones más llamativas fue la pronunciada depreciación de la libra esterlina durante el avance del conteo de votos. Conforme el leave tomaba ventaja, la libra esterlina protagonizó una fuerte depreciación. El día 23 de junio arrancó con la libra cotizando sobre USD$ 1,49 por libra esterlina y cayó por debajo de los USD$ 1,40, conforme avanzó el conteo en horas de la madrugada del 24 de junio. Finalmente, se estabilizó alrededor de los USD$ 1,35. El oro también reaccionó al alza de forma abrupta y el 23 de junio cotizaba alrededor de USD$ 1.260 la onza de oro para cerrar alrededor de los USD$ 1.330 el 24 de junio. Las diferentes bolsas reaccionaron a su manera y mostraron comportamientos bastante volátiles.
Estas volatilidades son normales. En primer lugar, muchos esperaban que el resultado se inclinara a favor de quedarse en la unión. En segundo lugar, al recibir las noticias de la salida, muchos inversionistas prefieren salir, pues se desconocen las condiciones bajo las cuales acabará por quedar Reino Unido con la Unión Europea.
Es muy probable que en los próximos meses los inversionistas muevan sus capitales a otras plazas y que muchas otras inversiones se retarden hasta que se conozca con mayor precisión cómo quedarán las cosas.
No es algo para alarmarse. En términos comerciales, vale la pena mencionar que el Reino Unido tiene varias opciones. Idealmente, el Reino Unido debería formar parte de la Asociación Europea de Libre Comercio (AELC) a su salida para tener acceso al mercado europeo con amplia libertad y sin necesidad de adoptar todas las regulaciones que hoy causan tanto descontento.
Buena parte de las exportaciones británicas van a países de la Unión Europea, ciertamente. Alemania, Francia, Irlanda y Holanda son los principales destinos. Solo el 18% de las exportaciones va a otros países de la Unión Europea diferentes de los mencionados. Estados Unidos es un destino tan importante como estos. Luego deberán discutir si ingresan o no al single market, lo cual implicaría entrar también al Espacio Económico Europeo. Sin embargo, si bien esto refuerza la libre movilidad de bienes y garantiza la libre movilidad de servicios, implicaría aceptar un buen tramo de regulaciones que son la razón principal de la salida. En especial, regulaciones laborales que vuelven rígido el mercado laboral. A su vez, varios sectores que apoyaron el Brexit y que tienen agendas nacionalistas se opondrían a esa medida.
Lo mismo aplica para la Unión Aduanera, que también acarrea una buena serie de regulaciones. El camino no es claro, pero si el Reino Unido quiere dirigirse a una economía más abierta, deberá ser estratégico. Habrá muchas regulaciones que deberán aceptar para exportar servicios con mayor libertad. Sin embargo, por el otro lado, tendrán mayor flexibilidad en la regulación de los mercados financieros.
Sin duda, Inglaterra deberá buscar estrechar relaciones con Estados Unidos, Canadá y demás miembros del Commonwealth, pero sin perder de vista los mercados chino y ruso, que son una parte nada despreciable de sus exportaciones.
Edgar Ortiz es abogado de la Universidad Francisco Marroquín. Es máster en economía de la escuela austríaca por la Universidad Rey Juan Carlos, Madrid. Es director ejecutivo del Centro de Estudios Económico-Sociales. Es profesor de economía en la Universidad Francisco Marroquín, además de analista en temas de coyuntura en Canal Antigua. Ejerce como abogado asociado en Estudio Jurídico Rivera.
Este artículo fue originalmente publicado en UFM Market Trends. Suscríbete y recibe sus informes económicos.