EnglishPor Frank Correa
Kiki Proenza tiene una larga historia como revolucionario. Tal es la trayectoria que durante su tiempo de servicio en una unidad militar de élite cubana llevó a cabo numerosas misiones en África.
Como revolucionario, ha arriesgado su vida en cuantiosas ocasiones, y lo haría otra vez si se lo pidieran. Sin embargo, su siguiente tarea para el régimen es animar al presidente de los Estados Unidos durante su visita a La Habana.
“Ya nos dieron la banderita americana. Estaremos en el primer bloque, así que lo veré de cerca. El mando nos ha instruido que nada de ‘Cuba sí; yanqui no’, ni ‘Abajo el imperialismo’. Ahora la consiga es unidad”, dice Proenza.
Para la generación veterana de los cubanos, el cambio de actitud que acompaña a la histórica visita de Barack Obama ha llegado como un shock.
“Fíjate cómo cambian los tiempos”, dijo Nico Blanco, un pintor que gana dinero extra buscando objetos perdidos en las playas. “Ahora hay que ir a la plaza a ver a Obama y aplaudirlo. El que diga una consigna antimperialista va conducido (a la cárcel)”.
Para algunos cubanos, la distensión llega demasiado tarde en la vida. Leovigilda García Rebustillo, de 67 años y jubilada del sector de comercio, se lamenta que este proceso le haya llegado con tanta demora:
“Me comí el comunismo entero. La vida se la di en trabajos voluntarios, movilizaciones para la caña, contingentes, desfiles y marchas, para una mísera pensión que se me va en medicamentos. Me salva que tengo un hijo en Miami y me envía una remesa todos los meses, si no me comería el león, como a tantos otros que sobreviven del invento y la caridad”.
Por otra parte, Antonio Medina Castañeda, que ya pasó los cincuenta años, no cree que en la cabeza de los líderes estén los intereses del pueblo.
“Solo son intereses de Estados. ¿Tú crees que alguien piensa en nosotros realmente? Somos números, estadísticas, un apelativo: pueblo. Tal vez parezca demasiado pesimista y en otro lugar hasta me llamen misántropo, pero hay que vivir en Cuba y haberse comido este cable, para comprenderme. El cubano está cansado de muela [perorata baldía], y mecánica [manipulación]. Esto aquí son puras ilusiones perdidas”.
Para Joaquinito Bocañanga, calandraquero —persona que se dedica a sacar lombrices del mar para vender a los pescadores como carnada— y fanático del béisbol de las grandes ligas, el punto culminante de la visita de Obama será el 22 de marzo por el amistoso entre la selección nacional cubana y el equipo de las Ligas Mayores, los Rays de Tampa Bay, en el Estadio Latinoamericano de La Habana.
También aquí existe desilusión para el aficionado del béisbol:
“Me dijeron que el estadio estará lleno de camilitos [alumnos de la escuela militar Camilo Cienfuegos], soldados de las FAR, funcionarios, vanguardias laborales y elegidos del contingente Blas Roca… ¿Qué queda para este humilde sacador de calandraca?”, preguntó. “Tendré que ver a las estrellas por televisión. Deberían aprovechar y traer a los cubanos que juegan en las grandes ligas y conformar un equipo para representar a Cuba, porque los de aquí no le ganan…”.
[adrotate group=”8″]En cuanto a Proenza, que espera que la ex secretaria de Estado Hillary Clinton, sea la próxima presidente demócrata de los EE.UU., se ha resignado a una nueva realidad.
“Con Hillary Clinton continuaría la política de unidad, que es nuestra nueva táctica” dijo. “Se nos cae Venezuela y queda poca gente dispuesta a subvencionar una revolución que ya es historia”.
“Lo que más me duele es que nos estemos quedando sin enemigos” agregó Proenza. “Siento un vacío extraño”.
Frank Correa es escritor y periodista. Actualmente se está capacitando con el Institute for War & Peace Reporting en periodismo con estándares internacionales. Este artículo fue publicado originalmente en IWPR.