EnglishPor Luis Henrique Ball Jr.
No se trata de obtener una “puerta trasera” para nosotros. Ese es un término que francamente me confunde. No quiero una puerta, no quiero una ventana, no quiero una puerta corrediza de vidrio. Quiero que la gente cumpla las órdenes judiciales. – James Comey, director del FBI.
Un desafiante James Comey pronunció estas palabras hace más de un mes, antes de que el público en general se percatara de la batalla legal tras bambalinas por nada menos que un iPhone 5c.
El público prestó poca atención en ese momento, al igual que en julio de 2015 y octubre de 2014. Pero desde el 17 de febrero, el increíblemente técnico debate sobre la encriptación se vio repentinamente replicado en todo Estados Unidos.
Tal vez deberíamos haber prestado más atención.
Es de común conocimiento que el 16 de febrero de este año, el FBI, a través de la oficina de la fiscalía federal en Los Ángeles, presentó una moción de 40 páginas para que los tribunales obligaran a Apple a fabricar una versión especial de su sistema operativo para teléfonos iOS.
El objetivo del FBI es eludir el mecanismo de encriptación del iPhone 5c para que los investigadores puedan acceder a las informaciones del teléfono que perteneció a Syed Farook, el terrorista de la matanza de San Bernardino en diciembre.
A su vez, el director ejecutivo de Apple Tim Cook respondió al pedido con una carta abierta a sus clientes, en la cual afirmó:
…el Gobierno de los Estados Unidos ha solicitado algo que sencillamente no tenemos, y algo que consideramos demasiado peligroso como para crearlo. Nos han pedido que construyamos una “puerta trasera” en el iPhone.
Las movidas del FBI y Apple continuaron toda la semana a medida que cada uno buscaba imponer el relato que mejor sirve a sus intereses.
Dos caras de la moneda
El FBI ha optado por el clásico argumento “a favor de las víctimas” de San Bernardino, intentando imponer la idea de que la orden judicial y su deseo de desbloquear el iOS son “esenciales” para brindar justicia a los afectados por el tiroteo.
Ellos afirman que su pedido se ajusta a la naturaleza particular del caso. En el contexto del peor año de matanzas con armas de fuego en la historia estadounidense, este relato se ha convertido en un argumento particularmente fuerte y convincente.
Por otro lado, Apple ha adoptado la estrategia de enmarcar el debate como una defensa ante un agresor —el FBI. Tanto la apasionada carta de Cook y su entrevista de 30 minutos con ABC News, así como sus declaraciones públicas desde el surgimiento del caso, han exhortado al público a no subestimar el peligroso precedente legal de obligar a una empresa de tecnología a programar software para el Gobierno.
Cook advirtió que el FBI está pidiendo un software específicamente diseñado para romper los mecanismos de seguridad que los clientes esperan contar al comprar un producto de la empresa. Esto equivale a “crear un cáncer” para los productos de Apple. El argumento de la empresa es técnico, difícil de digerir y por definición, una propuesta negativa.
Apple se encuentra en gran desventaja.
Pero, ¿cuál de estos dos relatos debemos creer? Y, más allá de nuestra opinión personal, ¿cuál está ganando entre la gente?
Llaves bajo las alfombras
[adrotate group=”7″]Para poder decidirse por un campo y entender los asuntos cruciales que están en juego, que no son el terrorismo, debemos adentrarnos en el aspecto técnico.
De entrada, por el momento, no es técnicamente posible para Apple simplemente desbloquear el teléfono para el FBI. Para conseguir eludir el bloqueo por contraseña de Farook, Apple tendría que crear una versión especial del sistema operativo que levante el límite de número de intentos para adivinar la contraseña antes de que el teléfono borre todos los datos.
Hasta el momento, Apple no cuenta ni desea contar con dicha versión del su sistema operativo.
El rechazo de Apple a elaborar esta versión neutralizada del iOS no está desprovista de consideraciones financieras, pero la preocupación más grande de la empresa por lejos es la incidencia en la seguridad de sus usuarios.
Así como una docena de profesores de la universidad MIT lo han dejado claro en un informe, Llaves bajo la alfombra, ordenar que los sistemas sean inseguros para dar al Gobierno acceso a todos los datos y comunicaciones tendría el siguiente impacto:
…el daño que podría causar el acceso excepcional de las fuerzas de seguridad sería mayor hoy de lo que hubiera sido hace 20 años … es incierto si empresas como Facebook y Twitter existirían…
El meollo de la cuestión se puede apreciar mejor en el podcast de Chris Plante, donde los autores comparan una “puerta trasera” para el Gobierno en nuestros teléfonos con que existan llaves de nuestras casas debajo de las alfombras para que los policías puedan usarlos en cualquier momento.
El 25 de febrero Apple presentó una moción para desestimar el pedido del Departmento de Justicia (DOJ) empleando como argumentos los puntos anteriormente citados.
Este caso no es el de un iPhone aislado. Más bien, se trata de que el DOJ y el FBI busquen, a través de las cortes, un peligroso poder que el Congreso y el pueblo estadounidense se han reservado para sí: la capacidad de obligar a empresas como Apple a socavar su seguridad y la privacidad de cientos de millones de individuos en todo el mundo.
A pesar del consenso académico y el apoyo abrumador del resto de la industria, el FBI y el DOJ no desisten.
Para entender por qué, solo basta leer el editorial de T.C. Sotekk’s en The Verge. La influencia que tiene el terrorismo está ganando a la influencia de Apple:
Steve Jobs pudo haber propinado un mazazo al Gran Hermano en 1984 cuando se enfrentaba a IBM, pero en 2016 Apple está luchando contra un conjunto muy diferente de siglas. El FBI está presentando un argumento que mucha gente encuentra convincente, y el éxito de Apple no está garantizado en absoluto.
No importa cuán seguros se sientan el DOJ y el FBI con su relato de lucha contra el terrorismo y de hacer justicia para las víctimas de estos hechos horrendos e injustificables, podrían, para su propia sorpresa, llegar a la conclusión de que esta es una batalla que no vale la pena pelear.
Tal como en los inicios de internet, los estadounidenses tienden a poseer un un sexto sentido agudo en cuanto a su privacidad, especialmente cuando se debe pagar un alto precio político por no protegerla.
Así que no me sorprendería si, dentro de un año, los titulares acerca del director del FBI James Comey sean completamente distintos a los de hoy.
Luis Henrique Ball Jr. es un escritor y entusiasta de la tecnología. Puedes leer sus comentarios acerca de la industria tecnológica en elPundit.com