Por Luis Carlos Sánchez Mojica
Hace casi cinco años obtuve mi título de abogado y, casi por la misma época, escuché por primera vez el término value investing. Esto ocurrió por casualidad, mientras buscaba un postgrado en Economía y me encontré con el Máster en Value Investing y Teoría del Ciclo Económico del Centro de Estudios Superiores Online de Madrid Manuel Ayau (OMMA).
Me inscribí en el máster con la expectativa de convertirme en un experto en la teoría austriaca del ciclo económico, pero acabé deslumbrado con la parte aparentemente menos glamurosa del curso: el value investing.
El value investing es método de inversión que tiene dos características aparentemente paradójicas:
1) Quienes lo han aplicado estricta y disciplinadamente han obtenido retornos sobre la inversión superiores al promedio del mercado, de manera consistente, en el largo plazo; y
2) En el mundo de las Finanzas, es un método prácticamente desconocido.
Benjamin Graham, el padre del value investing, llegó al mundo de las finanzas por casualidad. Empezó administrando US$400.000 en 1923 y tres años después, su fondo superaba los $2 millones en activos. Con el crash de la bolsa en 1929 perdió casi 70% de los recursos, pero los recuperó en la década siguiente, logrando un retorno promedio sobre la inversión del 11,4% anual, mientras que el S&P500 sólo obtuvo un 7% en el periodo comprendido entre 1948 y 1976.
Warren Buffett, su alumno estrella, ha superado al mercado por más de cinco décadas. Entre 1957 y 1968 obtuvo una rentabilidad acumulada para sus accionistas de 1.403,5%, mientras que el Dow Jones solo obtuvo el 185,7% en el mismo periodo; desde 1965 hasta 2008, la rentabilidad de su empresa, Berkshire Hathaway, ha sido del 20,7% anual en promedio, mientras que el S&P 500 no rentó más que el 5,4% en el mismo periodo.
Charlie Munger, el abogado, amigo y consejero de Warren Buffett, tiene un historial similar. Entre 1962 y 1975, su compañía de inversión obtuvo un retorno promedio anual de 19,8%, mientras el Dow Jones sólo creció 5% promedio anual.
Walter Schloss no se quedó atrás. Vivió 94 años, empezó su compañía de inversión cuando tenía poco más de treinta años y batió al índice S&P 500 por 6 puntos porcentuales, en promedio, durante 47 años.
Lo propio hicieron los gestores detrás del fondo de inversión Tweedy, Browne Inc., y otros inversores de valor más jóvenes, como Francisco García Paramés, Seth Klarman, Guy Spier y Mohnish Pabrai, entre otros, quienes siguen con la tradición. Está claro, quienes aplican el value investing obtienen retornos sobre la inversión superiores a la media del mercado en el largo plazo.
¿Qué hacen ellos para obtener esos resultados extraordinarios? Para algunos académicos del mundo de las finanzas, estos resultados son sólo resultado de la suerte. Quienes profesan la llamada “teoría de los mercados eficientes” afirman que, si pusiéramos a un grupo de orangutanes a escoger acciones para invertir por determinado periodo de tiempo, eventualmente un porcentaje —digamos, el 10%— obtendría resultados superiores a la media. Simples probabilidades.
Sin embargo, diría Buffett, si de esos orangutanes que superaron al mercado, un altísimo porcentaje proviniese de un determinado zoológico ubicado en cierta región del mundo, entonces cabría preguntarse si el alimento que reciben o su crianza tiene algo de especial y si no será ese alimento o esa crianza lo determinante, más que las simples probabilidades.
Al comprar un activo por un precio muy inferior a su valor intrínseco, el inversionista está reduciendo notablemente el riesgo y multiplicando su potencial de ganancias
La analogía no es ociosa. Quienes superan al mercado invirtiendo en bolsa son pocos —quizá un 9% de todos los gestores de patrimonio profesionales—, pero un alto porcentaje de quienes superan efectivamente a la media, aplican el value investing.
Siguiendo con la analogía de Buffett, esos gestores exitosos provienen de la aldea intelectual de Graham y Dodd, los padres del value investing.
Todos ellos se centran en una cosa: buscar oportunidades de inversión en las cuales el precio de un activo esté muy por debajo de su valor. Cuando aparecen estas oportunidades invierten, y luego esperan a que el mercado reconozca el valor real del activo para vender y obtener una ganancia.
Por lo demás, estos rendimientos superiores no se obtienen asumiendo mayor riesgo, como diría un estudiante de finanzas tradicional (“a mayor riesgo, mayor ganancia”) sino todo lo contrario. Al comprar un activo por un precio muy inferior a su valor intrínseco, el inversionista está reduciendo notablemente el riesgo que asume, y multiplicando correlativamente su potencial de obtener ganancias. En otras palabras, el value investor obtiene ganancias superiores a la media asumiendo menos riesgo que la media.
Con estos resultados, uno esperaría que en las facultades de administración y en los MBA se enseñara el value investing. Con todo, salvo algunas excepciones, entre las cuales están el Centro de Estudios Superiores On-line de Madrid Manuel Ayau (OMMA), la Facultad de Negocios de la Universidad de Columbia y algunas más, este método no se enseña ni se estudia formalmente.
En esa medida, la paradoja que mencioné al principio, consistente en que un método de inversión tan rentable fuese, a su vez, tan impopular, es sólo aparente. Los resultados extraordinarios que se obtienen con el método de inversión en valor se derivan precisamente de su impopularidad.
[adrotate group=”7″]Con todo, no es que los value investors hayan guardado celosamente para sí ese conocimiento, sino todo lo contrario. Buffett lleva más de cincuenta años enseñándolo a sus accionistas y divulgándolo al mundo a través de entrevistas, escritos y conferencias. Charlie Munger, Seth Klarman, Guy Spier, James Montier y Mohnish Pabrai han hecho lo propio. Bruce Greenwald, en la Universidad de Columbia, imparte seminarios al respecto constantemente.
En esa medida, el hecho de que no sea aplicado por más personas dedicadas a invertir de manera profesional es un misterio. Para Munger, esto se debe a que es un método muy simple, para cuya enseñanza bastarían algunas semanas de estudios, con lo cual muchos profesionales dedicados a elaborar complejas teorías de inversión se quedarían sin oficio.
Para terminar, me gustaría resaltar que casi todos los value investors son personas generalmente frugales, nada ostentosas y sumamente críticas del derroche y de la falta de moralidad que campea en el mundo de la gestión de activos a nivel mundial.
Pilar de la filosofía de Buffett (y de muchos de sus seguidores) es la convicción de que la riqueza acumulada no debe derrocharse, sino que debe servir como un puente para dar ejemplo de trabajo, honestidad e integridad y que, posteriormente, esa riqueza debe destinarse a obras de caridad y de beneficencia para mejorar, en la medida de lo posible, las condiciones de vida de los menos afortunados.
Yo no podría estar más de acuerdo con Buffett y creo que al mundo de los negocios y de las finanzas en los países de habla hispana le vendría bien aprender un poco más sobre él.
Luis Carlos Sánchez Mojica es abogado de la Universidad del Rosario de Colombia y Máster en Value Investing y Teoría del Ciclo Económico del Centro de Estudios Superiores On-line de Madrid Manuel Ayau de España. Tiene experiencia como abogado en el sector asegurador y como asesor independiente de empresas de diversos sectores. Actualmente es director jurídico de un holding empresarial. También escribe periódicamente en un blog, en donde expone la vida y obra de los value investors más importantes.