Por Leonard Quinde
Hace unos días, Guillermo Lasso, candidato a la presidencia de Ecuador, estuvo en una universidad privada de la ciudad de Guayaquil. Supe que se realizaría esta visita unas horas antes y quise asistir.
La visita a esa universidad no tenía que ver con ir a dar una charla o algo por el estilo. Más bien, Lasso iba a escuchar. Hasta ahora había visto políticos que más que todo le dedican monólogos al “pueblo” y le dan lo que ellos creen que el pueblo quiere, sin siquiera nunca haberle preguntado antes; por lo que fue interesante ver a uno que fue a hacer algo distinto.
El candidato llegó, se dirigió a la cafetería y se sentó en una mesa donde se encontró con estudiantes y profesores de esa universidad. Un docente presentó algunas propuestas que le gustarían se apliquen para mejorar la educación en el Ecuador. Lasso lo escuchó atentamente y le dijo: “Me parece interesante lo que propone, pero también me gustaría escuchar a los jóvenes”.
Inmediatamente uno tomó la posta y comenzó a hablar sobre la falta de oportunidades que existen ahora para que los estudiantes puedan ingresar a la universidad; el problema de que no puedan escoger la carrera que quieren, y que ahora muchos están abandonando las universidades porque los horarios no les permiten trabajar y estudiar simultáneamente.
[adrotate group=”7″]El lugar no tardó en llenarse al ver al político presente y Lasso, para no darle la espalda a los nuevos asistentes, se puso de pie y dirigió unas cuantas palabras sobre lo que había escuchado del joven, pero fue interrumpido casi de inmediato. Un inspector de la institución se le acercó y le dijo al oído de manera muy temerosa —parecía hasta pálido—, que si él (Guillermo Lasso) seguía allí podía meterlo en graves problemas; que el solo hecho de que estuviera ahí representaba una amenaza.
El candidato le dijo que no se preocupara, que se retiraría de inmediato y le dirigió unas últimas palabras al público que me marcaron, y supongo marcaron a todos los que estaban allí: “Se supone que en la Universidad se debería poder conversar y debatir sobre ideas, pero este es el Ecuador en el que vivimos hoy en día y ese es el cambio que quiero hacer”.
Quería narrar el hecho en esta columna por el impacto que me causó ver cómo una universidad privada tiene tanto miedo de que un político opositor al Gobierno de Rafael Correa se encuentre dentro de sus instalaciones. Personalmente me había tocado vivirlo en las ocasiones en las que he querido organizar discusiones académicas en universidades —como miembro de la red de Estudiantes por la Libertad—, y el acceso me ha sido restringido. Pero pasar de eso, a ver el terror que vi en aquel inspector, es algo que, sin duda, me marcó.
Ver a la policía y sentirte acosado, no protegido, es una muestra más del problema que se vive hoy en día en Ecuador y en varias partes del mundo. Cuando sientes que realmente todos los servidores públicos no están para servir al público, sino para servir al gobernante, cual rey en plena “democracia”.
Debemos comenzar a ser responsables, aprender a valernos por nosotros mismos, luchar para salir adelante, y trabajar para cambiar lo que no nos gusta
Debemos entender y tomar en cuenta que el Gobierno y todo lo que deriva de este, debería servirnos a nosotros. Si alguien debe rendir culto es el Gobierno a los ciudadanos, y no al revés. Son nuestros empleados, no nuestros jefes.
No debemos tener miedo de hacernos respetar tampoco. Han estado circulando videos del abuso que cometen policías, agentes de tránsito y demás. También, otros que muestran cómo para que algunos trámites vayan más rápido hay que sobornar a alguien.
Todo eso es algo que tiene que cambiar, pero no va a cambiar mientras nosotros tengamos elevado en un nivel superior al nuestro al Estado y los gobernantes. Eso de que nosotros somos los mandantes y ellos los mandatarios es algo que dicen mucho, pero en la práctica es otra historia.
Un Gobierno no puede venir a diseñar una sociedad, somos los individuos quienes con nuestras acciones la vamos creando como mejor nos parezca. Los cambios sociales se logran gracias al debate entre las diferentes ideas que tengamos, y no por lo que a una sola persona se le ocurra y se lo imponga a otros millones a través de la fuerza y opresión que puede utilizar. Peor aún, si somos nosotros mismos quienes pagamos por ello.
Debemos dejar de vivir con miedo. Debemos entender el poder que tenemos como ciudadanos. Debemos comenzar a ser responsables, aprender a valernos por nosotros mismos, luchar para salir adelante, y trabajar para cambiar lo que no nos gusta, en lugar de solo quejarnos de lo mal que están las cosas.
Si dos cerebros son mejor que uno, imagínense lo que pueden hacer millones juntos, si tan solo dejáramos de depender de las dádivas del gobierno de turno.
Leonard Quinde Allieri es graduado de Ingeniería Industrial y estudiante de Ingeniería Agrícola. Es miembro de Estudiantes Por La Libertad Ecuador, Jóvenes CREO y Movimiento Libertario del Ecuador. Síguelo en @LeoQALib.