Año 23.000 antes de Cristo. Las pinturas de las Cuevas de Villars documentan por primera vez el enfrentamiento entre el hombre y el toro. Desde entonces, y a lo largo de los siglos, esta práctica se fue desarrollando por todo el Mediterráneo, desde la Península Ibérica hasta las Islas Griegas. Poco a poco, se fue perfilando un rito que desembocó en la tauromaquia moderna, una expresión cultural que bebe de la caza y del deporte, pero también incorpora raíces místicas y elementos plásticos tomados de distintas disciplinas artísticas.
El resultado de este crisol ha sido una expresión de enorme valor antropológico que, por su contenido ético y estético, ha dado pie al florecimiento de una industria cultural que empezó a perfilarse en el siglo XIX y terminó por consolidarse en el siglo XX, con el desarrollo de la corrida de toros contemporánea. La modernización del festejo trajo consigo la popularización de la Fiesta Brava entre las clases medias, que abrazaron el rito taurino a ambos lados del Atlántico.
La naturaleza festiva de la tauromaquia hace que, al llegar el invierno, la temporada europea llegue a su fin. España, Portugal y Francia echan el candado a sus plazas, que volverán a abrir sus puertas entre los meses de marzo y octubre. Pero ese período de descanso coincide con la ebullición taurina de América, donde distintos países siguen cultivando el culto al toro. Es el caso de México, Colombia, Perú, Ecuador y Venezuela, un grupo de países al que se suman espectáculos esporádicos y puntuales celebrados en Estados Unidos, Canadá, Costa Rica, Brasil, Bolivia, Guatemala o Panamá.
México es, desde hace décadas, el principal mercado de la tauromaquia americana. La Fiesta Brava vive un momento de estabilidad y, el pasado 12 de diciembre, exhibió todo su poderío con un espectacular lleno en la Plaza México, repleta hasta la bandera para una corrida a beneficio de las víctimas del terremoto que golpeó al país el pasado mes de septiembre. Los casi 45.000 espectadores que se dieron cita en el coso de Insurgentes son solamente una pequeña parte de los millones de mexicanos que acuden cada año a los toros, al calor de Ferias de gran popularidad como la de Aguascalientes.
La afición en Colombia vivió un momento de fuerte crecimiento en los años 90, cuando el torero César Rincón se convirtió en una de las figuras más importantes de la tauromaquia. Sus triunfos en España le convirtieron en un héroe nacional y ayudaron a impulsar la Fiesta en el país cafetero. En los últimos años, la afición colombiana ha recibido buenas noticias: Manizales se ha convertido en una de las plazas más importantes de América, Cali ha vivido la recuperación progresiva de su Feria, Medellín ha invertido la tendencia a la baja y lleva tres años aumentando sus cifras de público… Pero la palma se la lleva Bogotá, donde la Justicia avaló el regreso de los toros, permitiendo que La Santamaría abriese sus puertas para una exitosa temporada de reapertura.
Perú, por su parte, vive un momento muy dulce en el plano taurino. Entre 2007 y 2014, Perú venía experimentando un aumento del 83 % en el número de corridas celebradas a lo largo y ancho de su geografía. Ese acelerado crecimiento se ha multiplicado a raíz de la irrupción de Andrés Roca Rey, un joven peruano de apenas veinte años que se ha convertido en el torero más importante del momento. Su creciente popularidad ha servido para impulsar de nuevo la Feria de Acho, celebrada cada otoño en una Plaza ubicada en Lima que tiene más de 250 años de historia.
Las buenas noticias también podría llegar pronto a Ecuador. El régimen de Rafael Correa promovió hace cinco años la abolición de las corridas de toros a la española. Una consulta con amplias irregularidades sirvió para tumbar la Feria de Quito, una de las más importantes de América. Sin embargo, la iniciativa privada ha salido al rescate de la afición y, apoyándose en plazas cercanas a la capital, ha ayudado a que la llama siga muy viva. De hecho, durante el último año se ha empezado a hablar del regreso de los toros a Quito, vía consulta popular o recurso ante la Corte Constitucional.
Más difícil lo tiene Venezuela, donde siguen celebrándose corridas de toros, pero el panorama político, económico y social complica sobremanera la organización de festejos. Es de esperar que una eventual recuperación contribuya a devolver el esplendor perdido, pero sin duda hablamos de tiempos difíciles para la afición venezolana.