Imaginemos por un momento que la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas arroja como vencedores a Emmanuel Macron y François Fillon. De suceder algo así, estaríamos hablando del desempate más interesante en décadas, con dos candidatos reformistas que apuestan por liberalizar la economía gala.
El independiente Macron, que proviene del sector financiero y ha sido ministro de Finanzas con el Partido Socialista, defiende un programa socio-liberal basado en flexibilizar el Estado de Bienestar francés. Su programa incluye rebajas fiscales moderadas, volcadas en reducir el peso de las cotizaciones sociales y en rebajar el Impuesto de Sociedades del 33 al 25 %. Además, habla de liberalizar el mercado de trabajo, retocar el sistema de pensiones y mejorar el funcionamiento de la pesada burocracia francesa. Pero Macron también cotiza al alza entre los votantes de izquierda moderada, de manera que su manifiesto electoral también incluye un “plan de inversión pública” volcado en la industria, la energía, el transporte y la agricultura.
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Por otro lado Fillon aboga por un programa liberal de corte más radical. El candidato de Los Republicanos ha anunciado que reducirá la plantilla de funcionarios en 500.000 personas y también ha prometido rebajar el peso del gasto público del 57 al 49 por ciento del PIB. Además, su programa comprende una reducción de impuestos valorada en 50.000 millones y centrada en recortar las tasas que pagan las empresas. Por último, Fillon pide el fin de la jornada laboral de 35 horas semanales y apuesta por regresar hasta los niveles anteriores.
La candidatura de Macron no ha parado de ganar adeptos entre los votantes franceses. Amplios segmentos del electorado le ven como un candidato joven, fresco e innovador, capaz de transformar la anquilosada economía francesa. Más difícil lo tiene Fillon. Su candidatura sorprendió en las primarias de la derecha hasta el punto de que, aún partiendo como el aspirante con menos opciones, acabó imponiéndose al ex primer ministro Alain Juppé y al expresidente Nicolás Sarkozy. Pero en los últimos meses, Fillon se ha visto salpicado por un escándalo que amenaza con descarrilar su candidatura. Y es que, desde marzo de 2017, la Justicia le investiga por presunto desvío de fondos públicos y apropiación indebida. Según la Fiscalía, Fillon habría contratado ilegalmente a su mujer como asistente parlamentaria.
A priori, elegir entre Macron o Fillon parece, cuando menos, interesante. El problema es que las encuestas no presentan una situación igualada entre estos dos candidatos, sino que arrojan un cuádruple empate técnico, con un póker de aspirantes que se mueven entre el 20 y el 25 %. Hablamos de Macron y de Fillon, pero también de la populista antiinmigración Marine Le Pen y del comunista Jean-Luc Mélenchon.
La candidatura de Marine Le Pen promete todo tipo de medidas antiinmigración. Además, se posiciona a favor de mantener la jornada de 35 horas semanales y defiende la salida de Francia de la Eurozona. El discurso de la lideresa del Frente Nacional también defiende el proteccionismo y se muestra a favor de que el Estado controle directa o indirectamente determinadas empresas y sectores. En resumen, un amplio abanico de medidas intervencionistas que convertiría a Francia en la economía desarrollada más socialista del mundo.
Algo similar es lo que defiende el comunista Jean-Luc Mélenchon, que abandonó el Partido Socialista hace una década y poco a poco se ha convertido en un referente de la extrema izquierda gala. Nacido en Tánger, ha anunciado que su primera decisión como presidente sería “hacer desfilar al Ejército por los Campos Elíseos para dejar claro a las empresas y los inversores que el Estado es el que manda…” Mélenchon también ha afirmado que está a favor de dejar de devolver la deuda pública. De hecho, ha anunciado que no dudaría en amenazar con la bomba atómica si fuese necesario para añadir más presión a favor del impago. Por otro lado, su programa contempla un claro refuerzo del intervencionismo económico, como cabría esperar por parte de un aspirante comunista.
De manera que la primera vuelta va a enfrentar a dos candidatos moderados (Macron y Fillon) con dos candidatos radicales (Le Pen y Mélenchon), un peligroso juego del que pueden surgir todo tipo de combinaciones de cara a la votación de segunda ronda. Esperemos, por el bien de Francia y Europa, que el resultado final no sea hostil a los principios de la democracia y la economía liberal.