Dan Mitchell es uno de los mayores expertos del mundo en asuntos fiscales. Doctor en Economía por la George Mason University, ha pasado por algunos de los think tanks más prestigiosos del mundo, como la Fundación Heritage o el Instituto CATO. Su blog International Liberty se ha convertido en una web de referencia para seguir los grandes debates sobre la evolución de los impuestos en la OCDE y los países emergentes.
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En febrero tuve la oportunidad de charlar con Mitchell en el marco de la cumbre sobre competencia fiscal que convocó Goethals Consulting en Panamá. Este es el resultado de nuestra conversación, en la que abordamos varios asuntos de máxima actualidad.
¿Cómo es el sistema impositivo ideal?
Ante todo, debe apostar por la simplicidad, de manera que un sistema impositivo avanzado pasa por tener tipos bajos y reglas de aplicación más o menos generalizada, evitando el exceso de deducciones y excepciones en el que han caído tantos códigos fiscales. Y, por supuesto, partimos de que el modelo fiscal debe ser territorial, es decir, solo debe aspirar a cobrar impuestos sobre aquellos beneficios que se hayan generado dentro del país
Los líderes europeos hablan de armonizar impuestos y de frenar la competencia fiscal. ¿Esto sería beneficioso o perjudicial?
Si echamos la vista atrás y nos vamos a los años 80, el tipo máximo del Impuesto sobre la Renta en las economías más desarrolladas estaba, de media, entre el 67 y el 68 por ciento. Hay países en los que se llegaba a cobrar alrededor de un 90 %. Pero, hoy en día, el tramo superior de dicho gravamen alcanza, de media, el 41 o 42 %.
¿Por qué se ha dado esta caída? En gran medida, porque los países que subieron este tributo de manera más agresiva empezaron a sufrir la huida de los contribuyentes más acaudalados. Y eso crea los incentivos para un replanteamiento de las normas fiscales y una reducción de la carga que soportan los contribuyentes.
Cuando la gallina de los huevos de oro escapa del corral, se desata el miedo de los políticos y se impone la cruda realidad. Aunque su agenda política sea hostil a los impuestos bajos, el miedo al hundimiento económico que supone el exilio de contribuyentes acaudalados o la salida de grandes empresas resulta tan poderoso que las reformas favorables al mercado se terminan imponiendo.
¿Son conscientes los políticos del daño que causan los impuestos altos?
Es paradójico. La mayoría de los dirigentes políticos entiende perfectamente que subiendo los impuestos al tabaco, el consumo de tabaco va a caer. Evidentemente, habrá excepciones, porque hay gente que seguirá fumando y porque subirá el contrabando y la venta ilegal de este tipo de sustancias. Pero, en general, el razonamiento es correcto.
Sin embargo, los mismos políticos que toman esas decisiones olvidan estas lecciones cuando optan por diseñar impuestos que gravan el trabajo, la inversión, el ahorro… Y, de la misma forma que subir los impuestos al tabaco supone que los fumadores van a comprar menos cigarrillos, subir los impuestos al trabajo, la inversión y el ahorro también nos deja con menos trabajo, menos inversión y menos ahorro.
Trump está estudiando dos propuestas fiscales. Una aboga por reducir el tipo del Impuesto de Sociedades. Otra apuesta por replantear su cobro y convertirlo en un ajuste fiscal en frontera. ¿Puede explicarnos en qué consisten ambas iniciativas?
Primero vayamos al ajuste fiscal en frontera. Viene siendo un impuesto sobre las ventas domésticas, de manera que si ingresamos 100 euros por ventas en suelo estadounidense, pagamos una tasa sobre esas ventas, pero luego retenemos todo el beneficio y podemos atesorarlo, reinvertirlo, etcétera. Pero hay una vuelta de tuerca más. Cuando las ventas son al extranjero, el impuesto desaparece, de manera que se favorece fiscalmente a las empresas que se internacionalizan. La teoría no es mala, pero me preocupa la ejecución y, por tanto, no me fío de lo que puede suponer un cambio así.
¿Y qué hay de la propuesta más tradicional de bajar el tipo del Impuesto de Sociedades?
Hay que entender que hoy lo tenemos en el 35 % a nivel federal, pero a eso hay que sumarle recargos aplicados a nivel estatal que, en la práctica, elevan este impuesto hasta el entorno del 40 %. Son niveles muy poco competitivos. El tipo medio de la OCDE se sitúa alrededor del 25 % y cada vez más países ricos lo van reduciendo.
¿Qué va a hacer Trump? Su propuesta original hablaba de recortar el tipo del Impuesto de Sociedades hasta dejarlo en el 15 %. El problema es que es un recorte tan significativo que no está claro que se pueda aplicar a corto plazo. Hay rumores de que se adoptarán rebajas más tímidas en el corto plazo. Pero no hay que olvidar que Trump es libre de lanzar estas propuestas, pero luego va a tener que negociarlas con los republicanos del Senado y el Congreso.
¿Cómo ve el futuro de Europa?
Me manifesté a favor del Brexit desde una visión promercado. Me gustaba la idea de una Unión Europea centrada en la libertad de circulación de personas, bienes, capitales… pero las corrientes centralistas de Bruselas están tumbando todo eso. Por eso, creo que el Brexit ha sido positivo, porque Reino Unido va a generar una tremenda tensión competitiva desde fuera de la Unión Europea, creando incentivos para que los países del Viejo Continente bajen impuestos y se esfuercen por competir con las islas británicas.