Es probable que 2016 haya marcado un punto de inflexión para América Latina. Tras la larga noche socialista, los acontecimientos políticos que hemos presenciado en los últimos doce meses parecen invitarnos al optimismo liberal.
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Fidel Castro ha muerto. Nicolás Maduro es ya un paria ante los ojos del mundo. Dilma Rousseff ha sido destituida. Mauricio Macri ha llegado al poder con aires nuevos. La popularidad de Michelle Bachelet ha tocado mínimos históricos. Rafael Correa ha anunciado que no se presentará a las próximas elecciones. El acuerdo del gobierno colombiano con las FARC fue repudiado por los electores. Y Pedro Pablo Kuzcynski conquistó el gobierno de Perú en las Elecciones Presidenciales.
La Fundación Heritage acaba de publicar un informe de James Roberts y Sergio Daga que pone en perspectiva estos acontecimientos y apuesta por un giro liberal para la región. Desde 2004, la puntuación media de los países de América Latina en el Índice de Libertad Económica en el Mundo ha pasado de 62 a 58,5, en contraste con el aumento que vienen experimentado Asia y África. La larga noche socialista ha frenado el avance hacia la economía de mercado y se ha traducido en una pérdida de competitividad para toda la región.
El resultado no ha tardado en notarse. Heritage recuerda que el crecimiento del PIB regional llegó a superar el 7 % en 2014 pero, a pesar del boom de las materias primas, los diez últimos años han estado marcados por un continuo descenso en los niveles de crecimiento, hasta el punto de que algunos de los motores de la región, como Brasil, han entrado en recesión.
¿Qué elementos del Índice de Libertad Económica han ido a peor? Roberts y Daga apuntan a un aumento del gasto público y los impuestos, un deterioro de las condiciones monetarias, una menor libertad financiera, un grado más bajo de flexibilidad laboral y una peor nota en lo tocante a la protección de los derechos de propiedad.
Por el contrario, sí se han dado mejoras leves en la lucha contra la corrupción, la apertura a la inversión extranjera, la facilidad para hacer negocios o la integración comercial con el resto del mundo. Pero estos avances se quedan cortos en comparación con el resto, dejando a América Latina peor de lo que estaba hace una década.
Mirando adelante, ¿qué supondrá el final de la larga noche socialista para América Latina? Entre 2016 y 2020, la región va a crecer a un promedio del 1,75 %, pero aquellos países que llevan años sentando las bases de un modelo liberal van a avanzar a un ritmo superior, mientras que allí donde el modelo intervencionista está colapsando nos topamos con perspectivas más negativas. Así, mientras que Venezuela verá caer su PIB real a un ritmo del 3,6 %, en Chile, México y Colombia se esperan avances de entre el 3,1 % y el 3,5 %. Eso sí: el líder absoluto será Perú, que tiene previsto crecer al 4,5 % durante los próximos cuatro años.
Ojalá los excelentes datos de crecimiento que esperan los países más liberales de América Latina sirvan para acelerar los cambios políticos en aquellos lugares en los que la larga noche socialista ha dejado un legado de declive, populismo y corrupción. Las malas noticias que nos encontramos a diario nos recuerdan que hay muchos retos por delante, pero vale la pena echar la vista atrás para comprobar que, por suerte, las posiciones intervencionistas son hoy más débiles y el discurso liberal se abre paso, aunque sea de manera incompleta y no ocurra en todos los países de la región.