EnglishEl año pasado, el referendo por la independencia de Escocia se cayó sobre todo por razones económicas. A la hora de votar, una mayoría de escoceses rechazó el nacionalismo porque no quería perder la libra esterlina, los subsidios netos provenientes del Reino Unido, ni la pertenencia dentro de la Unión Europea (UE) y el mercado europeo, pues una Escocia independiente hubiera tenido que iniciar un largo proceso de admisión.
En el debate actual acerca de la independencia de Cataluña de España, los mismos asuntos son relevantes. De hecho, el tema económico no refuerza mucho la causa nacionalista.
Como le explicó a PanAmPost Javier Fernández-Lasquetty, vicerrector de la Universidad Francisco Marroquín en Guatemala y exsecretario de Sanidad de la Comunidad de Madrid, Cataluña como región es, hoy en día, receptora de la caja común española.
Este es un suceso algo reciente, pues Cataluña solía ser un contribuyente neto. El problema, dice Fernández-Lasquetty, es que “el nacionalismo es muy caro”.
“La élite política de la izquierda nacionalista catalana”, agrega, “ha duplicado las estructuras del Estado”. Menciona como ejemplo la política nacionalista de imponer el catalán como lengua administrativa oficial, lo cual incrementa los costos administrativos de una manera innecesaria, desde su punto de vista.
Por otro lado, Fernández-Lasquetty mantiene que el sistema de seguridad social catalán, el cual se basa en el reparto, mas no en la capitalización individual, como en el resto del país, es inviable sin la financiación del Estado español. Por lo tanto, el argumento nacionalista, resumido en la frase “España nos roba”, no corresponde a la realidad.
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“Son los pagos directos del Estado español los que permiten a Cataluña mantener sus hospitales, colegios y sistema de pensiones”, aseguró. Y esto se da pese a que Cataluña, como comunidad autónoma, tiene “un amplísimo poder financiero” bajo las condiciones de la constitución española, la cual le permite quedarse con al menos 50% del recaudo del impuesto de renta y del IVA, al igual que con la mitad de los impuestos que paga la industria de hidrocarburos.
Consciente de esta situación, Artur Mas, político nacionalista y presidente de la Generalidad de Cataluña, contra-argumenta que Cataluña financia 20% de los pagos de la deuda externa española, como reporta The Economist.
Para Fernandez-Lazsquetty, sin embargo, el problema real es que “el nacionalismo requiere un uso muy intenso de los fondos públicos”. El aparato gubernamental catalán crece de manera acelerada porque, desde hace décadas, este ha sido el fin táctico de los nacionalistas. Los políticos separatistas, explica, han buscado su beneficio personal al hacer promesas cuyo cumplimiento requiere más y más intervención estatal.
Por esa razon es “muy difícil hacer que el nacionalismo sea compatible con la libertad económica”.
Por su parte, Luis Espinosa Goded, profesor de economía en la Universidad San Francisco de Quito, declara que el “discurso del nacionalismo es empobrecedor, porque no es un discurso creador de riqueza”.
“Se hace un gran esfuerzo político como sociedad catalana – y se está arrastrando a toda la sociedad española–, pero no se discute la productividad de la economía, ni la generación de riqueza”.
“No es un debate productivo, sino introspectivo, de mirarse al ombligo como sociedad”, agrega. “Porque todas las energías se dedican a responder la pregunta de qué significa ser catalán”, mas no al problema de qué tenemos que hacer para tener una sociedad más próspera, dice Espinosa Goded.
El debate es empobrecedor no sólo económicamente, sino también en términos políticos. Si lo único que se discute es si Cataluña es o no un país, la política comienza a girar alrededor de un solo eje: el de nacionalistas vs. no nacionalistas.
Y cuando el nacionalismo es el factor político decisivo, surgen “alianzas extrañas” dentro del parlamento catalán. De hecho, la actual coalición liderada por Mas incluye a los supuestos liberales de Convergencia Democrática, a cristianos-demócratas y a la Candidatura de Unidad Popular, cuyos miembros son, según Espinosa Goded, “más comunistas que los Castro”.
Esto distorsiona completamente las prioridades del debate y hace que se dejen de discutir temas primordiales, como el tributario, o el tamaño del Estado, o los servicios públicos.
“No puede haber una conversación seria, porque el discurso nacionalista se da únicamente desde los sentimientos”.
Espinosa Goded añade que la incertidumbre de régimen y jurídica acerca del futuro de Cataluña también ha sido muy costosa.
“Al día de hoy, no sabemos si en 2017, Cataluña tendrá el código fiscal de España o si será parte del mercado español”. Tampoco se sabe si Cataluña pertenecerá o no a la UE y al mercado europeo. Tal como en el caso de Escocia, Cataluña tendría que iniciar un proceso de admisión a la UE, pues esta no es una unión de pueblos, sino de Estados nación.
Espinosa Goded concluye que la pregunta crucial no es si Cataluña será económicamente viable como país independiente, sino “cuánto cuesta a diario el proceso independentista catalán”.
“No se trata de cuántas empresas se irán de Cataluña en un futuro, sino de cuántas se están yendo ahora o dejan de invertir ahí por la tremenda incertidumbre que ha creado el discurso nacionalista”, el cual ya está empobreciendo a la región.
Para Fernández Lasquetty, uno de los aspectos más destructivos del nacionalismo catalán es que ha logrado dividir a muchas familias, inclusive a varias que él conoce personalmente, cuyos miembros ya no se reúnen para evitar agrias discusiones acerca del tema de la independencia.
“Ya no hay alternativas buenas”, dice. “Ya hay demasiado odio, demasiado rencor. Se han saltado por encima demasiadas libertades individuales”.
Lo anterior me trae a la menta las famosas palabras del poeta Horacio: dulce et decorum est pro patria mori (“es dulce y decoroso morir por la patria”). Este puede ser el caso, bajo circunstancias normales, pero cuando la insistente pregunta de si hay patria o no genera pobreza, corroe libertades y divide familias, quizá lo decoroso sea buscar otra causa y vivir por ella.