EnglishEl último episodio de la triste saga de Uber en Bogotá involucra un vídeo en el cual varios taxistas, habiendo maniobrado peligrosamente para arrinconar a un vehículo cuyo conductor supuestamente utiliza la aplicación UberX, proceden a intimidar a una joven pasajera, a quien acusan de usar un servicio “pirata”.
La joven siente tanto miedo ante el acoso de los taxistas, quienes ilegítimamente pretenden obligarla a bajarse del vehículo, que no puede suprimir las lágrimas.
Para muchos bogotanos acostumbrados a las maneras maleantes de cierto sector del gremio de taxistas, poco sorprenden las acciones canallescas y el tono burdo y amenazador de estos vagabundos, quienes amedrentan a una muchacha al gritar improperios poco originales contra la madre del supuesto conductor de UberX.
En mi opinión, lo que realmente sorprende es que al principio del vídeo aparece un policía en la mitad de la escena. Y el agente no hace absolutamente nada durante los dos minutos y 51 segundos de insultos y matoneo por parte de los taxistas. Inclusive permanece pasivo cuando estos intentan obligar a la joven a que abandone el vehículo y ella le hace un llamado al “Señor policía” para que intervenga.
De hecho, la falta de autoridad y la ineficiencia de la fuerza publica en Bogotá es evidente cuando los taxistas le dan al agente la orden de que “llame a (un policía de) Tránsito para que le haga la multa” al conductor del vehículo.
Los taxistas saben muy bien quién manda y se lo explican sin titubeos a la muchacha: su conductor “es un pirata, y estamos acabando con eso, ¿ya?”
Y cuando ella les pregunta si les parece bien recurrir a la violencia para conseguir sus fines, uno de los taxistas responde concisamente: “si tenemos que acabar con la piratería, a violencia (sic) la acabamos”.
Ciertamente, en Bogotá rige la ley de la selva descrita por Tucídides: “los fuertes hacen lo que quieren, los débiles lo que pueden”. Pero es posible cambiar las cosas.
Durante esta campaña a la Alcaldía de Bogotá, he defendido a aplicativos digitales como Uber, Lyft, Curb y otros competidores en foro tras foro, en entrevista tras entrevista. Mientras los demás candidatos guardan silencio al respecto, yo he dicho que estas empresas les permiten a los ciudadanos y consumidores escoger el modo de transporte que prefieren, y que por lo tanto deben poder operar legalmente.
[adrotate group=”8″]Pero hoy es claro que no sólo es cuestión de comodidad y de buen servicio. Es indiscutible que, en Bogotá, estas compañías les brindan a las personas la libertad de rechazar al sector violento del poderoso gremio de los taxistas. Y hay que aclarar que estos señores son poderosos gracias a los políticos.
De hecho, si alguna justificación tienen los taxistas para tomar la justicia en sus propias manos, lo cual no se puede tolerar, es que varios políticos de peso pesado les han incumplido una serie de promesas irresponsables, hechas con el único fin de capturar su voto en bloque.
Recordemos, por ejemplo, cuando, en plena campaña presidencial del año pasado, Juan Manuel Santos, Rafael Pardo y Germán Vargas Lleras les prometieron a más de mil taxistas que sacarían del mercado “a las aplicaciones que fomentan la ilegalidad”. Es decir, a Uber y compañías similares.
Pero, como comenta el exitoso emprendedor inglés Paul Graham: “es tan obvio que Uber es algo bueno que uno puede medir la corrupción de una ciudad con base en qué tanto se esfuerzan las autoridades para prohibirlo”.
En últimas, Uber y sus competidores representan la innovación digital y el empoderamiento del ciudadano a costa de las mafias y de los grupos de interés tradicionales. Por ello es que una administración libertaria en Bogotá les dará la bienvenida y fomentará la competencia justa entre ellas, porque el libre mercado beneficia sobre todo al consumidor, y el consumidor es el centro de nuestras políticas.
En cuanto a los taxis, podrán operar sin pagar los impuestos absurdos a los que están sometidos actualmente. Comenzaremos por eliminar el cupo que infla astronómicamente el precio de un vehículo. Quienes ya han pagado un cupo recibirán exenciones tributarias hasta ser plenamente compensados.
Pero un permiso para operar un taxi en Bogotá no será patente de corso ni cheque en blanco para prestar un mal servicio, ni para amedrentar a las personas inocentes, ni para imponerse sobre las autoridades. Por lo tanto implementaremos un sistema de calificaciones digitales para cada taxista muy similar al de Uber, y el usuario será el juez. Cualquier conductor que no cumpla con los altos parámetros de calidad establecidos perderá automáticamente su derecho a operar.
En cuanto a la policía, seguiremos el ejemplo de Antanas Mockus y enviaremos a nuestros agentes a capacitarse en facultades universitarias, donde aprenderán a implementar la resolución pacífica de los conflictos. El vídeo de hoy sugiere que el regreso real de la cultura ciudadana es esencial para la seguridad de todos los bogotanos.