
EnglishObservar desde Bogotá los eventos previos al próximo referendo independentista en Escocia resulta algo peculiar.
En primer lugar, no fue muy lejos de aquí, en el poco hospitalario Golfo de Darién que actualmente comparten Colombia y Panamá (país que fue antes una provincia colombiana), donde desembarcaron cientos de colonos escoceses en 1698. Su meta era fundar un emporio que generara riquezas dignas de Creso al conectar el comercio de Europa y América con el de Asia.
De haber sido exitoso, este proyecto hubiera convertido a Escocia en un país pequeño, independiente y exitoso, una nación tal como la que promete crear Alex Salmond, líder del Partido Nacionalista Escocés, si sus compatriotas aprueban la separación del resto del Reino Unido este 18 de septiembre.
El resultado fue algo distinto: la expedición del Darién fue desastrosa y terminó tras sólo dos años con cientos de colonos escoceses abatidos por las enfermedades tropicales, la hambruna y una masiva arremetida española.
El fiasco arruinó a Escocia de tal manera que su Parlamento decidió unirse al de Inglaterra en 1707 para obtener acceso a sus mercados coloniales. El Acto de la Unión creó el Reino Unido de Gran Bretaña, la nación que, en las palabras concisas del historiador escocés Niall Ferguson, “creó el mundo moderno”. Por eso para muchos extranjeros es difícil entender que el país que “imperó sobre las olas” y resistió heroicamente el Blitz alemán podría perecer la semana entrante en las urnas escocesas.
Visto desde Colombia, tal ruptura sería lamentable, ya que le debemos nuestra independencia a los hombres británicos
Visto desde Colombia, tal ruptura sería lamentable ya que le debemos nuestra independencia a los hombres británicos —muchos de ellos escoceses e irlandeses— quienes lucharon como mercenarios bajo el mando de Simón Bolívar.
Mi propio tatarabuelo en tercera generación, James Fraser, nacido en 1800 en Inverness, Escocia, llegó a isla de Margarita en 1819 para unirse a la famosa Legión Británica de Bolívar. Se convirtió en el edecán del general irlandés Juan Devereux y tras ser capturado por los españoles en el Orinoco obtuvo su libertad con la paz de Santana. Eventualmente ascendió al rango de coronel.
Según el historiador Rodrigo de J. García Estrada, una de las contribuciones más importantes de Fraser a la causa independentista fue su traducción al castellano del manual de tácticas de infantería del Ejército Británico. Esto le permitió a Bolívar convertir a sus desharrapadas fuerzas guerrilleras en unidades disciplinadas y capaces de derrotar a las tropas españolas.
Carlos Marx expresó una opinión distinta. En un ensayo nunca citado por el neomarxista “bolivariano” Hugo Chávez, Marx le atribuyó el éxito militar de Bolívar exclusivamente a su “muy disciplinada” legión extranjera, la cual contaba con varios miles de hombres y “era más temida por los españoles que 10 veces ese número de colombianos”.
Bolívar mismo le dio validez a la tesis de Marx, pues sostuvo tras la independencia que Luis López Méndez, quien había estado a cargo de reclutar tropas británicas en Londres para los rebeldes (posiblemente con el apoyo tácito del Duque de Wellington), era “el verdadero libertador de América”.
Fraser fue uno de los pocos mercenarios británicos que permanecieron en el país que habían creado con sus armas. Se casó con la sobrina del general Santander y se asentó con su familia en Cúcuta. Aunque obtuvo la ciudadanía neogranadina en la década de los 1820, su nombre siendo hispanizado a Santiago, Fraser demostró orgullo por su ascendencia y su clan (je suis prest / amicum proba, hostem scito) por el resto de su vida. En 1840, escribió lo siguiente en una a carta dirigida a su padre, quien vivía en la isla de Jersey:
Le agradezco a Dios que, durante toda mi carrera militar, he estado siempre preparado y nunca, ni por un momento ni por causa alguna, incumplí mi deber de cumplir una orden recibida, ni desatendí ninguna obligación requerida de mí o de las personas o grupos bajo mi mando.
Esto pone en relieve su disciplina y su espíritu marcial, las cualidades que, según el autor Tim Stanley, forjaron en Gran Bretaña “una Unión que gana guerras”. Pero el espíritu whig o liberal radical de Fraser también es evidente; por ejemplo fue muy crítico de la política ultramontana del papa Gregorio XVI. Como escribe el profesor Matthew Brown de la Universidad de Bristol, Fraser fue “un liberal conocido en la Cúcuta de 1830”.
Y fue de esas ideas liberales radicales impulsadas por el británico Fraser y otros que surgió la Constitutión Federal de 1863, la más descentralizadora y vanguardista de la historia colombiana.
Y fue de esas ideas liberales radicales impulsadas por Fraser y otros que surgió la Constitutión Federal de 1863, la más descentralizadora y vanguardista de la historia colombiana. Como nota el diario El Espectador, esta permitió el libre comerció, liberó el currículo educacional del dogma católico y garantizó las libertades individuales tal como la libertad de la prensa y el debido proceso.
Como explica Juan Carlos Henao, rector de la Universidad del Externado, los nueve estados soberanos unidos bajo la constitución de 1863 crearon un sistema bancario moderno, le dieron vía libre al crecimiento económico por medio de una bonanza de exportaciones y conectaron al país con el mundo externo por medio de ferrocarriles (ahora difuntos) y un sistema de transporte fluvial impulsado por el vapor. Este experimento con la modernidad, sin embargo, sólo perduró hasta 1886, cuando los conservadores papistas tomaron el poder.
La Constitución decretada ese año censuró la libertad de pensamiento y de prensa, sometió a la educación bajo los preceptos religiosos y liquidó a la libertad económica: el artículo 32 de la Constitución de 1886 proclama que “la dirección general de la economía estará a cargo del Estado”, el cual “intervendrá por mandato de la ley para… racionalizar y planificar la economía a fin de lograr el desarrollo integral”.
No sorprende que Colombia así, cerrada al mundo y con la libertad de empresa sofocada, nunca perdió su lugar entre las naciones pobres y retrógradas del mundo durante todo el siglo XX.
James/Santiago Fraser murió en 1878, antes de la caída de la república liberal a la cual sirvió como secretario de Guerra en 1870. Sin embargo, su familia —pese al papel que había jugado el lord Lovat Fraser en la rebelión de 1745— sostuvo los ideales whig del libre comercio, la libertad de expresión y el protestantismo.
Así que cuando mi abuelo paterno, James Raisbeck, un abogado de Glasgow, llegó a Bogotá en los 1930, no tuvo que asimilarse a un mundo del todo disimilar al suyo; al casarse con mi abuela protestante, ingresó a una familia que había mantenido una tradición whig británica en su sangre y en su perspectiva.
La unión británica, de hecho, es una parte vital de esta historia familiar. La familia de mi abuelo había llegado a Escocia mucho antes de su nacimiento en 1900, pero sus orígenes están en Cumbria, en el noroccidente de Inglaterra. Supongo que la Revolución Industrial los incitó a cruzar la frontera, la cual les ha debido parecer una línea artificial e imaginaria a aquellos Raisbeck que, en gran parte como soldados rasos, sacrificaron sus vidas por la libertad y la grandeza de Gran Bretaña en las dos guerras mundiales.
Mi padre, aunque nació en Colombia, es ciudadano británico. Visita Escocia todos los años y yo lo he acompañado en varias ocasiones. Ambos esperamos que, la próxima vez que caminemos por Princes Street, todavía podamos ver la Bandera de la Unión (Union Jack) izada orgullosamente en las alturas del Castillo de Edimburgo.
Sencillamente le debemos demasiado al Reino Unido como para alegrarnos por su partición.