Corrían los días de mitad del año 2013. Pasado el episodio de la traición de Capriles ocurrida en abril de ese año, la oposición falsaria, prostibularia y estafadora se afanaba en estructurarse para las elecciones municipales que ocurrirían en diciembre de ese año. No hubo reflexión después de la desgraciada entrega de la presidencia que hicieron unos meses antes y sin ningún pudor salieron a pedir el voto de nuevo, los mismos actores, con los mismos argumentos.
Yo me desactivé como dirigente político después de la traición caprilista patrocinada por Odebrecht. En aquel entonces, formaba parte del Comité Ejecutivo Seccional de Acción Democrática en el Estado Vargas. Pero después de haber visto como se consumó la entrega de la presidencia y como nos mandaron a la casa a bailar salsa, decidí dedicarme a mis actividades privadas. Al negocio de la familia y a estructurar el proyecto de lo que sería, desde julio de ese año el programa radial Y Así Nos Va con Nehomar Hernández.
Me aburrí y decepcioné del activismo político. Y además, como sobreviví a un atentado en la protesta nocturna del 15 de abril, cuando unos policías de Vargas estuvieron a segundos de matarme con una pistola que se encasquilló, sentí que no valía la pena que me mataran por una dirigencia traidora.
En eso estaba. En retiro paulatino del activismo. No iba a reuniones del partido, no entraba en jornadas ni me sumaba a vocerías. Pero el destino conspira aquella tarde, cuando se presentan en mi oficina cinco dirigentes regionales del partido, encabezados nada más y nada menos que por el entonces Secretario de Organización de AD Vargas, Antonio Ugueto. El profesor Ugueto, un hombre respetadísimo en la región, docente de centenares de personas a las que tuvo en sus aulas en escuelas en Naiguatá y Maiquetía. Un hombre honorable, que había presidido Funda Chuspa, su pueblo natal. Había presidido la histórica Sociedad Bolivariana de La Guaira. No había en el Estado Vargas quien pudiera acusar al profesor Ugueto de ninguna barbaridad usual en ese partido, lleno de transhumantes de la política e indigentes del pensamiento.
El profesor Ugueto, junto a otros miembros del Comité Ejecutivo, fueron a mi oficina a pedirme apoyo para detener un atropello: el profesor había ganado una contienda interna para ser candidato a concejal y el secretario general del partido en Vargas junto a varias de sus fichas en el comité, pretendían desconocer esa decisión e imponer otro candidato.
Yo no tenía nada que ver en el asunto. Ni quería. Pero siendo el profesor Ugueto y sus acompañantes gente honorable, empecé a indagar y encontré que, en efecto, hasta dinero de por medio había para desconocer el derecho del reclamante. Viendo una confrontación innecesaria aproximarse, no pudiendo apelar al secretario general regional por ser quien encabezaba la tropelía, me fui directamente, a primera hora del día siguiente, al CEN del partido.
Eran las 6:30 de la mañana. Pensaba que, en un partido de perezosos donde Henry Ramos Allup está desde las 5:00 en su oficina, porque nadie lo soporta en su casa, sería el primero en ser atendido. Pero para mi sorpresa (y para la de ellos), a esa hora Henry salía de su oficina a la antesala acompañado de cuatro dirigentes de Carabobo, a quienes atendía precisamente por una trácala que estaban armando para hacerse con una concejalía en el municipio San Diego, que le reportaría, por cierto, una vida plena de contratos y comisiones a los involucrados.
Una banda de delincuentes. Ahí, en ese esperpento de partido en el que milité desde los 17 años, no se hacía política ya, si es que alguna vez se hizo.
– Ese estado me va a volver loco- dijo Henry al verme, sin buenos días.
– ¿Cuál? ¿El tuyo?- Le respondí.
– No, ese estado tuyo. No te hagas el pendejo.
Despidió a los delincuentes carabobeños, uno de los cuales había estudiado con él en el liceo, según me contó. En la antesala a su oficina y en presencia de su secretaria, sin sentarnos ninguno de los dos, me atendió.
Le expliqué que me parecía ridículo que se presentara una reyerta en el partido por una concejalía. Que una pelea entre el secretario general y el secretario de organización era inconveniente. Y que pensaba que tenían que intervenir dese Caracas para evitar un desbarranco.
Debo indicar en este momento lo imbécil que era yo en aquel momento, todavía creía en la decencia partidista y en la disciplina. Porque así de coprófago llega uno a ser cuando está en el activismo político. Todos los días cuando despierto le doy gracias a Dios por haberme hecho entender que político no es gente. Debía decirlo en este momento, pues siento la mirada reprobatoria de los lectores en este momento y, sinceramente, no tengo ánimo alguno para oponerme a la idea general: yo era un adeco imbécil, tarado y absolutamente ciego, que creía que militaba en un partido y no en una asociación para delinquir al servicio de un gánster.
Ramos Allup me dejó claro, ente frases hirientes, ironías y suposiciones, que él estaba del lado del secretario general y que el secretario de organización no tenía derecho alguno.
– Henry, Ugueto ganó una contienda interna. Lo apoyaron todas las parroquias y más de la mitad del comité seccional.
– Pero a mí me dijeron que se contó y perdió – respondió.
– Pues te mintieron.
– Bernabé me dijo que habló con él y todo estaba arreglado.
– Y Ugueto me dijo ayer que Bernabé ni lo recibió – Le riposté.
Indispuesto por la falta de argumentos, llamó en mi presencia a Bernabé Gutiérrez y le preguntó si había llamado a Ugueto, si habían hablado. No escuché la respuesta, pero sí lo que dijo Henry a su secuaz: “Bernabé, hermano, por favor llama a Ugueto, conversa con él hoy mismo y resuelve eso. Aquí esta Lara comentándome su preocupación. Vamos a resolver eso”.
Luego de eso me dice que convenciera a Ugueto de ir a conversar con Bernabé, porque no quería ni contestarle el teléfono. Y me dijo algo que no entendí hasta que se consumaron los hechos: “Deja que Ugueto venga solo. Tú vete, convence a Ugueto de que venga y que Bernabé va a resolver ese problema. Que Ugueto venga solo”.
Tomando como un logro que recibieran a Ugueto en el CEN para explicar la situación, le pedí que fuese a hablar con “el indio” Bernabé. El profesor estaba, con razón, reticente porque decía que todo era un montaje, una trampa. Que ya todo estaba decidido. Yo, que como ya dije era un imbécil y un tarado, le dije que estaba obligado a ir, porque yo había hablado con Henry y la palabra del secretario general del partido algún valor debía tener. Llamé a quienes lo respaldaban y les pedí que lo convencieran, cosa que ocurrió. El profesor Ugueto fue a la reunión.
Al llegar, lo hicieron pasar a una sala del piso dos del partido, con puerta blindada y control biométrico para el acceso. Es una supuesta “sala situacional” desde donde se controlaba la página web del partido y se simulaba trabajar. Esa sala fue financiada por el hoy prófugo de la justicia Iván Otero, de la empresa aseguradora Grupo Pronto, financista de Henry a través del actual diputado Jesús Yánez, suplente de Delsa Solórzano. Yánez fungía como “jefe de la sala situacional”, bautizada por el atorrante de Bernabé como la SATECAD.
Al entrar, Ugueto se percata de la presencia del secretario General de Vargas, José Barreto, el delincuente que quería desconocer la decisión de la militancia a favor del profesor. Eso no era lo acordado. Bernabé Gutiérrez le dice al profesor Ugueto, en presencia de Barreto y Yánez: “Estará de testigo el compañero Yánez, jefe de la SATECAD. Todo lo que hablemos será grabado. Porque aquí grabamos todo para que no ande la gente después diciendo lo que no es, como hiciste tú”.
Ante esa bonita manera de empezar la reunión, el profesor Ugueto se ofendió obviamente. Y todo se barrunta, pues sintió que había sido emboscado.
El argumento de Bernabé contra Ugueto era simple: Si el secretario general te dice que no puedes ser candidato, no serás candidato así hayas ganado todas las internas. Y punto. “Tienes que aprender de mí, Ugueto. Yo hago lo que Henry diga. Si Henry me dice que vaya y le corte la cabeza a alguien, voy y se la corto. Y si después me dice que vaya y le vuelva a poner la cabeza, voy y se la vuelvo a poner”.
Evidentemente, el profesor Ugueto se fue de allí convencido de haber sido víctima de una emboscada. Y obviamente estaba convencido de que yo había sido parte de la misma, pues fui quien lo convenció de ir a la reunión donde se le maltrató.
Al enterarme del asunto, me sentí como una cucaracha. Me sentí burlado y además utilizado. Ugueto y quienes le acompañaban se reunieron cerca del partido sin avisarme, pues daban por sentado que yo era parte de la afrenta. Me enteré de la reunión y allí fui a tener. Obviamente se sorprenden pues no era lógico que yo apareciera allí. Es cuando nos damos cuenta de lo que había pasado y en medio de eso, nos enteramos de que en ese preciso momento José Barreto reunía a unos miembros del comité ejecutivo a su favor para tomar una decisión, con mínimo quórum y sin debate, en contra de Ugueto. Nos fuimos todos a la casa del partido y el asunto terminó a gritos y casi a golpes.
A gritos, me fui del partido asqueado. Al día siguiente, firmé mi renuncia a todos los cargos en el partido, junto con catorce miembros de la seccional encabezados por Ugueto. Eso es historia y todos los protagonistas están vivos.
La carta de renuncia la dirigimos directamente a Henry Ramos Allup. Y a partir de ese momento, empezó una prédica de mi parte denunciando al personaje por sus tropelías. A cada denuncia, aparecían víctimas y enemigos del sujeto. Todos echaban cuentos distintos de sus andanzas y complicidades, de sus acciones delictivas y de su entorno. Me dediqué a compilar denuncias y andanzas y a hacerlas públicas de distintas maneras, en distintas tribunas.
Y en todas esas andanzas aparecía Bernabé Gutiérrez como el sicario de Henry para los asuntos partidistas. Uno de varios sicarios que tiene, según sea el interés. Para asuntos jurídicos tiene a unos, para asuntos económicos otros. Para contactos con el régimen o para mandar a matar gente tiene otros. A esos los conocí el 1 de octubre de 2014, cuando sobreviví al batazo en la cabeza que me mandó a dar con unos delincuentes a su servicio.
Luego de todo esto, ya rehabilitado de la imbecilidad de la que fui víctima militando en esa organización gansteril que una vez creí era el partido de Rómulo Betancourt, estoy absolutamente al tanto de que no hay en Acción Democrática quien dé un paso sin que Henry Ramos Allup lo mande. Aunque sea para sacrificarlo y seguir adelante, para después recogerlo. La jugada siempre es la misma: simular que va para adelante cuando en realidad va para atrás. Gritar que el ladrón se fue corriendo, cuando en realidad el reloj arrebatado está ya en su bolsillo.
El sicario y su patrón siempre actúan igual. Allá aquellos que aún les acolitan y defienden. La historia no los declarará inocentes.