La Policía Civil de Río de Janeiro, Brasil, sigue destapando un esquema de venta paralela de entradas a partidos del Mundial, que según las investigaciones venía lucrando US$90 millones con cada edición del torneo. Luego de arrestar a 11 personas la semana pasada, el lunes detuvieron al británico Raymond Whelan, director de una empresa contratada por la FIFA para la venta oficial de entradas, y de confirmarse se verían implicados hasta altos ejecutivos de la organización.
La empresa de Whelan, Match Services, pertenece al grupo Infront, entre cuyos principales accionistas se encuentra Phillip Blatter, sobrino del presidente de la FIFA. Incluso se encontraron entradas con el nombre del hijo del vicepresidente de la organización, Julio Grondona.
La red utilizaba empresas ficticias para conseguir entradas gratuitas y de valores medios, destinadas a estudiantes y jubilados y que están en poder de la FIFA. También obtuvo entradas asignadas a la Confederación Brasileña de Fútbol, la Asociación de Fútbol de Argentina y la Federación Española de Fútbol. Estos boletos luego se revendían por alrededor de 1.000 euros cada uno.
En Brasil, la reventa de entradas por precios superiores a los nominales constituye un delito y va en contra de las propias reglas de la FIFA.
Es así como termina de caer la fachada de una organización paraestatal que se sirve de los fondos públicos, provoca caos sociales que perdurarán por años y pretende creerse indispensable para el fútbol.