A pesar de las reformas gatopardistas emprendidas por el gobierno de Cuba, la isla sigue desconociendo el respeto por el más básico ejercicio de las libertades civiles. El régimen castrista sigue censurando medios, espiando a sus ciudadanos, obstaculizando el trabajo digno, y encarcelando arbitrariamente a quienes osen manifestarse en su contra.
Por el contrario, la represión parece ir en aumento de la mano de las reformas económicas:
Los números publicados por el Consejo de Relatores de Derechos Humanos de Cuba son aún más preocupantes. Según la organización, sólo en mayo más de 1.000 disidentes cubanos fueron arrestados y 5.000 en lo que va de año, duplicando la cifra registrada el año pasado.
John Suarez, secretario internacional del Directorio Democrático Cubano, explicó al PanAm Post que la “intensificación de la represión en la isla se debe a una desesperación del régimen frente al crecimiento de la oposición, combinado con una creciente frustración de la población en general y una disminución del miedo”.
El último caso emblemático fue el de Jorge Luis García (Antúnez), activista por los derechos humanos en Cuba. Antúnez estuvo preso desde 1990 hasta 2007 por su oposición al régimen de los Castro, pero el pasado 11 de junio fue nuevamente secuestrado y lo liberaron la semana pasada. Ahora espera un juicio por “desorden público” bajo arresto domiciliario.
El propio Antúnez afirmó que “Si hoy estoy en mi casa con mi familia no es resultado de una acción gubernamental, sino por la fuerte presión que dentro y fuera de Cuba desataron las fuerzas democráticas para mi excarcelación,” gracias al esfuerzo de movimientos como las Damas de Blanco y otros.
Resulta lógico, entonces, que sigamos viendo gente escapar de la isla ante la primera oportunidad, como el reciente caso de los bailarines cubanos que desertaron un torneo en el extranjero. Otros no tuvieron la misma suerte.