Edward Snowden es un experto informático que reveló la mayor red de espionaje de la historia operada por el gobierno de Estados Unidos a través de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA). Pero no sólo eso, como quieren hacer creer las autoridades de EE.UU. al reducirlo a un simple analista de bajo nivel que traicionó a su país.
En una picante entrevista de más de una hora con NBC News en la noche del miércoles, Snowden aseguró, por el contrario, haber sido entrenado como un espía por la NSA. Reconoció haber trabajado en varios países bajo nombres falsos y dar conferencias para agentes encubiertos de la CIA. Tenía suficiente acceso a documentos militares confidenciales (que por cierto la NSA hasta el día de hoy no descubrió cuáles fueron copiados, ya que Snowden no dejó rastros).
El exfuncionario de la NSA exiliado en Rusia también arremetió contra la cúpula militar, políticos y periodistas neoconservadores (que incluso lo quieren ver muerto), al considerarse un patriota que trabaja a favor del pueblo estadounidense:
¿Cómo puede decirse que no sirvo a mi país cuando todas las tres ramas del gobierno han realizado reformas como resultado de lo que hice? Ser un patriota no significa poner ante todo el servicio al gobierno. Significa saber cuándo proteger a tu país, proteger a la constitución, proteger a tus conciudadanos de las violaciones y usurpaciones de adversarios. Y los adversarios no son siempre extranjeros.
El secretario de estado John Kerry respondió rápidamente el miércoles, denigrando a Snowden como un «traidor y cobarde». Snowden dijo que no le gustaba la paradoja de vivir en un país que violara tanto la libertad de expresión, pero que el culpable de esa situación era el propio gobierno estadounidense que bloqueó sus vuelos y le obligó a permanecer en Moscú.
Estas declaraciones se dan luego de que Glenn Greenwald, el periodista que trabajó con Snowden para publicar los documentos y recientemente lanzó un libro sobre el caso, haya anunciado la inminente divulgación de la lista de personas específicas espiadas por Washington. Allí se vería si realmente los que fueron investigados ilegalmente representaban algún peligro para la seguridad nacional o responderían a otros motivos políticos, económicos o ideológicos.