Menos mal que Henrique Capriles no llegó a ser presidente: Hubiese tenido que pagar los platos rotos de Hugo Chávez, sin haber roto ni uno. La cosas, sobre todo en los últimos años, se mantuvieron relativamente tranquilias más por el carisma del difunto que por el chorro de dólares que entraron mientras fue presidente. Pero Maduro no es Chávez y eso lo sabe hasta el más chavista de los chavistas. Maduro no tiene carisma, no le alcanzan los dólares y sigue empeñado, siguiendo instrucciones cubanas, en instaurar en el país un modelo fracasado y anacrónico contra viento y marea.
Pero no son los opositores, ni el imperio, ni la derecha mundial sus principales enemigos y detractores: Quienes más daño pueden hacerle están en el seno mismo del chavismo. Lo ven débil, torpe, desangelado. Las decisiones de Chávez no se cuestionaban: Se ejecutaban. Pero ahora es distinto. Dicen fuentes cercanas al poder que todo se cuestiona, todo se discute, todo se critica. Y no les falta razón… Maduro fue ungido, pero ahora hay dudas de si su ungimiento fue señal de cuán enfermo estaba Chávez y cuán descocado y chocho se encuentra Fidel Castro…
Hace ciento y pico de años Antonio Guzmán Blanco dijo que “Venezuela era un cuero seco, si se pisa por un lado por el otro se levanta”. Maduro lo está experimentando en carne propia. Y los chavistas que están en contra suya dejarán que se hunda solito. Él mismo les está haciendo el trabajo y quién sabe si hasta haciéndoles caso…
Cuando Maduro cree que ya echó suficiente “gas del bueno”, que ya apresó a miles de estudiantes y a Leopoldo López, que tiene controlada a María Corina Machado, a Diego Arria, a Antonio Ledezma, a Pedro Burelli y a todos los que según él planifican un magnicidio más absurdo que los de Chávez, aparecen miles de estudiantes más dispuestos a dar el todo por el todo, porque si no lo dan no tienen futuro. Con valor, con mística, con pasión. Tres ingredientes difíciles de agotar.
Cuando Maduro jura que sus economistas estrella ya resolvieron el problema de la escasez y la inflación, como la economía “socialista” no funciona (los países exitosos tienen planes sociales Y economía de mercado, no la locura que tenemos aquí), sigue la escasez y sigue la inflación. Y hay más corrupción que nunca, porque quienes sí saben que no funciona, están raspando la olla. Las recetas de Merentes tal vez le hubieran dado algo de aire, pero Maduro se empeñó en Giordani –como Chávez– y ahora Giordani está de salida con el fracaso más estrepitoso que ha tenido Venezuela en términos económicos, pero la gente no culpará a Giordani…
Cuando le aseguran que ya no hay problema cambiario porque le cambiaron el nombre a Cadivi (y quizás Maduro hasta lo crea) el dólar innombrable sigue subiendo y la devaluación oficial no solo pasa de Bs. 6,30/US$ a Bs. 50/US$, sino que el Seniat, tal vez aprovechando el Mundial de Fútbol, ajusta la tasa cambiaria para calcular aranceles de importación, que ahora dependerá si es Sicad I, II o Cencoex, y podrían aumentar hasta un 800%. Eso entre otras cosillas que empeorarían la situación hasta el punto en que reventará, causando más daño, más sufrimiento, y aumentando los años que se necesitarán para recuperar al país.
Y la inseguridad. Chávez siempre soslayó el tema. Cientos de miles fueron asesinados por el hampa común –y no tan común– durante su mandato, pero Chávez hizo mutis por el foro. Para él las víctimas simplemente no existieron. A Maduro se le ocurrió poner el tema en el tapete –con mejor intención pero definitivamente con menos astucia que su “padre”– y lleva ya dos planes de “patria segura” que no han servido para nada y ahora la inseguridad en Venezuela no solo tiene nombre y apellido, sino un culpable. Muy adecuado para quienes aspiran al poder dentro del chavismo.
“Quien no oye consejos no llega a viejo”, reza un dicho popular. La diferencia entre Nicolás y Nicolast es solo una “t”. La “t” de terco, de torpe, de tocho… Pero es también la misma entre ser el primero… y el último…
Este artículo fue publicado originalmente en El Universal.