EnglishNo tiene en verdad nada de sorprendente que una inmensa mayoría de los venezolanos haya votado en contra del partido gobernante en las elecciones parlamentarias del pasado 6 de diciembre. Con un desabastecimiento generalizado de productos básicos, inflación de más de 200% y una economía que se contraerá 10% este año, resultaba previsible que el voto castigo —como se le llama— se impusiera en toda la línea, dejando al PSUV, el Partido Socialista Unido de Venezuela, con menos de un tercio de los diputados en la Asamblea Nacional.
Lo que llama la atención, al menos a quien esto escribe, es que el Gobierno haya reconocido esta aplastante derrota y aceptado un resultado que lo coloca en una situación de evidente debilidad. Para que esto haya sucedido se han conjugado cuatro importantes factores que no estuvieron presentes del mismo modo en elecciones anteriores:
1) La magnitud de la votación: es relativamente fácil para el Gobierno, que controla el Consejo Nacional Electoral y dispone de un sistema no auditado de conteo electrónico de los resultados, cambiar las cifras cuando las diferencias son escasas. Una votación de 45% puede ser llevada, con cierta comodidad, hasta 51%, pero resulta mucho más complicado hacer lo mismo si los votos favorables son muy pocos, como ocurrió en estos comicios.
2) La posición de las Fuerzas Armadas: impedir las elecciones o desconocer los resultados podría haber llevado a protestas de todo tipo que, sin duda, tendrían que haber sido reprimidas. Los militares venezolanos, por lo que sabemos, se negaron a realizar esta sucia tarea, dejando al presidente Maduro en una situación de relativa orfandad.
3) El cambio de imagen internacional del régimen y los resultados de las elecciones pasadas en Argentina y Guatemala. Los presos políticos y la catástrofe económica han hecho del “Socialismo del siglo XXI” una propuesta en decadencia en toda la región, a la que ya no se le toleran los abusos que, antes, se dejaban pasar sin mayor crítica.
4) Divisiones en el seno del chavismo gobernante. No es posible afirmarlo con total certeza, pero resulta obvio que buena parte de los dirigentes del PSUV ven como insostenible el actual curso que sigue el país y no estaban dispuestos a arriesgarse a desconocer los resultados adversos de una elección.
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Gracias a todo esto, la oposición ha triunfado y tiene ahora en sus manos una poderosa arma política para introducir los cambios que Venezuela necesita, abandonando las nefastas políticas socialistas actuales, pues con más de dos tercios de la Asamblea Nacional puede hasta llamar a un referéndum que ponga en juego la presidencia del país. Pero el camino, sin duda, será arduo y complicado.
Ante todo porque el chavismo no ha cambiado: sigue siendo un movimiento totalitario que no acepta las reglas del juego republicano y desconoce por completo las libertades ciudadanas. No va a abandonar pacíficamente el poder, porque tiene mucho que perder, y acudirá, si puede, a todos los recursos, incluso los más violentos, para aferrarse a la posición de dominancia que hoy tiene, y a los privilegios de los que goza.
Su capacidad de acción dependerá, en última instancia, de la unidad que pueda mantener en sus filas y del vigor y la inteligencia que exhiba la oposición en los próximos meses. Pero, sobre esto último, también se abren muchas y muy serias interrogantes.
La elección ha sido ganada por la MUD, la Mesa de la Unidad Democrática, que es un conglomerado bastante heterogéneo de 18 partidos políticos diferentes, algunos bien organizados y con muchos simpatizantes, otros pequeños y sin peso alguno. Abundan entre ellos las formaciones de la llamada “centro izquierda” cuyas ideas no parecen las más claras para oponerse al socialismo chavista y los dirigentes que temen la confrontación, suelen ceder rápidamente ante los desplantes y las ilegalidades del Gobierno, y han resultado demasiado conciliadores aun frente a los abusos realmente graves que se han producido durante estos 16 años de régimen chavista.
¿Podrá esta agrupación de voluntades diferentes actuar con la firmeza que las circunstancias requieren? ¿Acertará en proponer las duras políticas que efectivamente puedan sacar a Venezuela del marasmo en que se encuentra?
El momento les es favorable, y por eso, a pesar de un pasado que no la recomienda como una alternativa eficaz frente al chavismo, la oposición tiene ahora muchas más posibilidades de aprovechar este primer triunfo que ha obtenido: tiene un amplio respaldo popular, un ambiente internacional sin duda favorable y los recursos legales y políticos para generar el auténtico y profundo viraje que necesita el país sudamericano.
Pero, ya lo sabemos, el futuro está siempre abierto y son muchas las posibilidades que se abren a partir de la nueva situación que se ha creado. Esperamos que, aprovechando estas circunstancias, un nuevo liderazgo pueda terminar con la dictadura y las penurias que hoy soportan los venezolanos.