El robusto crecimiento de la República popular China en materia económica es una cuestión innegable. La comunidad internacional constantemente espera fortalecer sus lazos con el gigante asiático, cuyo mercado supera los mil millones de personas, posicionando al mandarín como idioma obligatorio para quienes buscan expandirse y fortalecerse profesional y comercialmente. Sin embargo, las ansias de participar en este mercado han hecho que las democracias de occidente se arrodillen ante una dictadura en pleno 2020.
Mientras gremios, empresarios y la comunidad académica y política glorifican los éxitos económicos del Partido Comunista, guardan silencio ante las constantes violaciones a los derechos humanos en China. Recientemente, el senador Marco Rubio ha venido denunciando cómo el acuerdo de la administración Trump con China tendrá un impacto socioeconómico negativo a largo plazo para los Estados Unidos. Pocos han sido los líderes a nivel mundial capaces de abogar por una prosperidad económica en el marco del respeto por la libertad y la democracia, y de la mano de las buenas prácticas empresariales y la innovación. En una columna de publicada por el New York Times, el senador afirmó que “con el acuerdo se está invirtiendo en empresas que existen para servir al Partido Comunista chino con la intención de socavar a los Estados Unidos, los derechos humanos y la libertad religiosa”. Además, Rubio señala que “el financiamiento estadounidense aumentará a empresas estatales como China Shipbuilding Industry Corporation, que produce alrededor del 80 % del equipo principal de la Armada china, y Hikvision, cuyos productos son usados por Beijing para vigilar a los Uigures” en los campos de concentración en Xinjiang.
Mientras el Reino Unido pide alternativas frente a la puesta en marcha de las tecnologías 5G por la empresa China Huawei, el ministro del Interior alemán, Horst Seehofer, ha afirmado que Alemania necesita de China para poder desarrollar esta nueva generación tecnológica. La Unión Europea es cuna de algunos discursos relacionados con salvaguardar el medioambiente y es ejemplo de libertad y democracia para muchos activistas que, a su vez, de manera incoherente, aplauden que gobiernos y empresas europeas estrechen lazos con la dictadura de Xi Jinping.
La academia no se queda atrás. China ha implementado nuevos programas sobre el modelo que Xi Jinping ha venido liderando. Dicho modelo ha intensificado el nacionalismo y ha fortalecido los programas de expansión política con sus países socios. Por ejemplo, la Universidad de Salamanca en España fue objeto de amenaza por parte de la embajada China, exigiendo la cancelación de actividades culturales de Taiwán, que tenían lugar en octubre de 2017 en las instalaciones de esa universidad. Sin embargo, el programa estrella del Gobierno chino es el ofrecido por el Instituto Confucio, institución encargada de ofrecer programas de chino como segunda lengua, con cursos locales y becas en China, y con sedes en la mayoría de naciones.
Si bien esto no es algo novedoso, puesto que muchos países buscan que estudiantes internacionales visiten sus territorios para fomentar el intercambio cultural y comercial, el Instituto Confucio añade un ingrediente que ha despertado alarmas es quienes defienden una academia transparente.
Dicha institución es el programa más relevante de HANBAN, la entidad gubernamental del Ministerio de Educación chino encargada de promover el idioma chino a nivel internacional. Desde hace más de una década ha sido objeto de revisiones y críticas por parte de sociedades de alumnos, profesores e instituciones en Estados Unidos, Canadá y Europa, dado que al ser una entidad estatal china, aplica reglas propias como el control de cátedra, coarta la libertad de los docentes y tiene como objetivo político promulgar la propaganda del Partido Comunista chino, por ejemplo, Li Changchun, citado en The Economist, mencionó que los Institutos Confucio son “una parte importante de la organización de propaganda en el extranjero de China”.
Son muchas las denuncias que se han presentado sobre la contratación, el manejo académico y las posibles injerencias del instituto en los asuntos educativos de otros países, pero se destacan episodios de censura en Portugal, donde se sustrajo contenido referente a Taiwán de material dado a estudiantes, y el caso de una docente canadiense a quien se le prohibió practicar libremente sus creencias religiosas porque van en contra de las reglas del Partido Comunista chino.
La Universidad de Chicago, Universidad de Estocolmo, Universidad de Melbourne, entre otras, se han abstenido o han cortado relaciones con el Instituto Confucio por vulnerar la libertad. Medios como la BBC, Washington Post y Wall Street Journal han expuesto las presuntas irregularidades en el Instituto Confucio, en las cuales se violan la libertad académica y donde las instituciones permiten a HANBAN entrometerse en los currículos. En 2018, el senador Rubio instó a las cuatro universidades y colegios de Florida a cerrar los Institutos Confucio, citando las crecientes preocupaciones sobre la influencia china en las instituciones académicas extranjeras.
Esta institución cuenta con alrededor de 100 000 alumnos y 40 sedes en Latinoamérica. En Colombia, por ejemplo, sus principales sedes se encuentran en Bogotá y Medellín, donde las Universidades de Los Andes y Jorge Tadeo Lozano en Bogotá y EAFIT en Medellín desarrollan junto con HANBAN programas de idiomas y expansión comercial y cultural.
En Colombia el maoísmo ha influenciado movimientos políticos y armados desde las décadas de los 60. Numerosos líderes estudiantiles, sindicales y académicos, han puesto en marcha movimiento con las ideas del exdictador chino. Por ejemplo, el actual director del Instituto Confucio de la Universidad Jorge Tadeo Lozano y reconocido académico Enrique Posada, fue una de las principales figuras en traer el pensamiento de Mao Tse-tung a Colombia. Tras haber trabajado directamente con el Politburo del Partido Comunista chino, en la década de los 70 sirvió, gracias a las conexiones políticas de Cuba con China, como traductor al español de los escritos del exdictador. Recientemente, Eafit, junto el director del Instituto Confucio de Medellín y de estudios Asia Pacífico de esa universidad, el exembajador Pablo Echavarría Toro, publicó el texto Aproximación a China, donde se destacan las ventajas comerciales y culturales con el gigante asiático, pero se omiten por completo las violaciones a derechos humanos por parte del Gobierno dictatorial del Partido Comunista en cabeza de Xi Jinping. El texto y otras publicaciones del exembajador siguen la línea de HANBAN, donde se insta a fortalecer las relaciones diplomáticas con la dictadura y se desconoce el papel histórico del Tíbet y el desarrollo democrático de Taiwán.
Las instituciones educativas en Colombia, a diferencia de las instituciones chinas, gozan de libertad de cátedra, y por ende el rol de Enrique Posada en Colombia o de Echavarría en la Eafit al servicio de HANBAN, aunque carece de principios básicos éticos, va a acorde con las reglas aceptadas por la diplomacia colombiana: juzgar algunas dictaduras, pero abrazar a otras. Recordemos que Colombia reconoce a la República Popular China desde el Gobierno de López Michelsen gracias a las influencias de movimientos como el Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario (MOIR).
A pesar de los discursos del cuidado del medioambiente, el rescate de las libertades individuales y promesas políticamente correctas, analistas e instituciones académicas parecen olvidar voluntariamente, y quizá con mala fe, los principios de un accionar por una economía con socios transparentes y una academia que ante todo promueva la libertad.