Recientemente el presidente Gustavo Petro, al verse enfrentado a las críticas que todo el país está haciendo a su proyectada reforma a la salud, publicó en Twitter esta inspirada frase: “Me gustaría que todas las enfermeras del país se reunieran al frente de hospitales y clínicas, en la plaza pública, este 14 de febrero a discutir cómo debería ser una reforma a la salud. Cuál sería su principal deseo. Ese deseo lo plasmaría sin dudas en el proyecto de ley”.
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Semejante pretensión, discutir reformas con el pueblo, en la plaza pública y en pleno siglo XXI, es un absurdo y una expresión del más burdo de los populismos. Pero lo peor sería discutir una reforma de la que poco o nada se conoce. Hay solamente un borrador de agosto de 2022.
Ya lo expresó Aristóteles en su crítica a la democracia. ¡Qué podemos entonces decir! En primer lugar, no es muy conveniente que todas las enfermeras del país abandonen sus labores, y a los enfermos, para “discutir” muy seguramente sin orden ni concierto. También hay que considerar la posibilidad, muy real, de que ese gran número de enfermeras exprese un gran número de propuestas, con lo cual la reforma a la salud en que estos fueran plasmados se convertiría en un documento interminable y contradictorio.
Ya el presidente en uno de sus discursos hizo un llamamiento a los “ríos de gente” para que llenaran las calles y plazas en todo el país sin que fuese posible saber con qué objetivo se haría eso. En esta oportunidad sí tenemos claro el objetivo: discutir la reforma a la salud y pedir deseos. Tiene esto algún sentido?. ¿A dónde conduciría? ¿Sería viable y conveniente para el país una reforma hecha de esta manera? Parece un mal chiste. Una broma. La salud en Colombia es de las mejores del mundo. La salud nuestra está saludable y lo que se requiere es fortalecerla pero no en la forma que pretende el primer mandatario quien, dicho sea de paso, parece ignorar que el escenario natural para discutir las reformas es el Congreso de la República donde el Pacto Histórico tiene sobrada mayoría.
Llama bastante la atención que el presidente de los colombianos, en forma provocadora, convoque a sus seguidores a marchas y manifestaciones el día 14 de febrero cuando esta fecha ya había sido elegida para un paro por parte de la oposición. Que seguramente se equivoca por cuanto buena parte de las reformas a las que buscan oponerse aún no se conocen en su integridad. Y el presidente también se equivoca al hacer un llamado irresponsable que solo quiere amedrentar a la ciudadanía.
El presidente expresa claramente en su trino que quiere que las enfermeras pidan deseos en el tema de la reforma a la salud. ¿Es esto serio? ¿Tiene algún sentido este llamado? Las reformas no se desean, se elaboran con muchísimo cuidado, de manera que esto viene a parecer una suerte de alucinación.
El mandatario quiere armar desórdenes, alborotos, caos, al frente de los hospitales y clínicas de todo el país que ni siquiera cuentan con espacios adecuados para manifestarse. ¿Es esta la forma de hacer un proyecto de reforma a la salud serio, coherente y viable?
Y sus delirios no terminan ahí. A mediados de la semana que concluye anunció que asumiría las funciones de las comisiones reguladoras de los servicios públicos. Ya es la segunda vez que manifiesta tal cosa. En esta ocasión comunicó esto a las juntas de Acción Comunal de Duitama, Boyacá. Por su parte, la Casa de Nariño aclaró que las intenciones del presidente se refieren a los servicios de energía eléctrica y gas.
Es una decisión de carácter francamente dictatorial. Camilo Sánchez, presidente de Andesco, Asociación Nacional de Empresas de Servicios Públicos, lo dijo así: “Lo peor que se puede hacer es tomar decisiones dictatoriales que no estén a la luz de lo jurídico”.
Y esos aires de grandeza, esa personalidad inestable, tuvieron su mejor expresión en el Foro Económico de Davos, Suiza, y en la VII Cumbre de Estado de la Celac, en Argentina.
En Davos quiso mostrarse como el gran defensor del medio ambiente con un discurso en contra de los combustibles fósiles. Y en Buenos Aires hizo un llamado a la unidad, a pasar de la retórica a la realidad. Defendió la ausencia del criminal Nicolás Maduro por quien el Departamento de Justicia de los Estados Unidos ofrece una recompensa de 15 millones de dólares.
Y no podía faltar la visita a la vicepresidente Cristina Fernández de Kirchner, hoy condenada por la justicia argentina.
Finalmente, lo traicionó el subconsciente cuando señaló: “El otro año seguiremos porque esto va para cuatro años y ojalá para ocho”. La audiencia quedó estupefacta, algunos aplaudieron y otros expresaron su desconcierto porque creyeron que quería quedarse en el poder cuatro años más. Esto debió después aclararlo.