Mauricio Macri, que se convirtió el 10 de diciembre en el 53º presidente de la historia argentina, será recordado como el candidato que venció al kirchnerismo. Es el primer mandatario en 32 años que no pertenece ni al tradicional partido Unión Cívica Nacional ni tampoco al Partido Justicialista, fuerza política fundada por el general Perón.
Luego de jurar ante la Asamblea Legislativa al mediodía del jueves 10, Macri –de profesión ingeniero civil–, se dirigió a la Casa Rosada donde recibió los atributos presidenciales y habló desde el balcón de la casa de Gobierno frente a una multitud.
Pero a diferencia de lo que dijo el expresidente Ricardo Alfonsín en 1987, “la casa no está en orden”. Macri recibe un país desgastado y dividido, con una grieta social indisimulable, un país acostumbrado —por demás— al autoritarismo, al culto a la personalidad y a los atropellos a los derechos individuales.
“Esto es lo más grande que le he dado al pueblo argentino, el empoderamiento popular, de la libertad, de los derechos”, vociferó Cristina Kirchner en su último discurso el miércoles 9.
Pero eso no es lo único que le ha dado al pueblo argentino. Enterese en qué condiciones recibe Macri a la Argentina luego del más férreo populismo kirchnerista.
1. Exorbitante aumento del gasto público: Durante los 12 años que duró el kirchnerismo al frente del poder Ejecutivo, el gasto público argentino creció sin interrupciones.
El gasto público en relación con el Producto Interno Bruto (PIB) se incrementó en 88% desde 2004, según un informe preparado en conjunto por el Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Ciudad de Buenos Aires y el Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf).
Mientras en 2004 el gasto representaba el 17,5 por ciento del PIB, en 2014 el número ascendió a 32,7%.
2. Deuda pública por las nubes: A pesar de su retórica a favor del desendeudamiento, Kirchner retiene una deuda de US$202.600 millones, que representa el 42,8 por ciento del PIB. Si se tiene en cuenta el valor en el tipo de cambio libre, ese número asciende a más del 60% del PIB, el valor más alto de los últimos 11 años.
3. Cepo cambiario: Instalado por Cristina, su consecuencia fue el cierre de la economía, la baja de las exportaciones empujadas por un tipo de cambio artificialmente bajo, y la caída de reservas dada por la venta de dólares oficiales para ahorro y turismo.
4. Inflación entre las más altas del mundo: Con el objeto de financiar un descontrolado gasto público, el Gobierno metió mano en el Banco Central. Los índices de inflación anual promedio del Congreso fueron de 23% (2011), 23.98% (2012), 25.31% (2013), 35.28% y 29% hasta septiembre 2015.
5. Destrucción de la credibilidad de los indicadores oficiales: El kirchnerismo se ocupó de ocultar y dibujar las estadísticas. El Instituto Nacional de Estadísticas y Censos –originalmente respetado- publicaba desde el 2012 una inflación marcadamente menor que la que existía. Además había anunciado en 2013 que un argentino podía comer con AR$6 diarios, lo que generó un mar de críticas y burlas que se mantienen hasta la actualidad.
Además, desde hace dos años el gobierno no publica cifras oficiales de pobreza. Sin embargo, un informe de la Universidad Católica Argentina (UCA) estimó en julio de 2015 que el 27,7% de la población local es pobre.
“La falta de datos oficiales confiables no sólo priva de una necesaria información ciudadana, sino que introdujo debates políticos mediáticos que ocultan lo importante”, había dicho Agustín Salvia, investigador jefe del Programa de la UCA.
6. Creación de una grieta social y cultural: En estos últimos años los argentinos nos vimos divididos entre un “ellos” y un “nosotros” propuesto desde la retórica cristinista. Entre los kirchneristas y anti-kirchneristas, el pueblo y en anti-pueblo. Desde el discurso oficial se cargó simbólicamente de connotación negativa palabras como corporaciones, medios de comunicación monopólicos y oligarquía. Cualquiera que osaba pensar distinto era considerado un traidor y varios ciudadanos fueron perseguidos por el ente recaudador de impuestos por decir lo que pensaban.
La consecuencia son familias divididas y amigos convertidos en enemigos por su lugar en el espectro político.
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Por ello, cuando Macri asumió expresó: “podemos pensar en forma distinta, pero la ley debe ser respetada y las instituciones no pueden ser avasalladas con proyectos personalistas o hacer uso del poder en beneficio propio, porque eso es transgredir la ley”, expresó Macri.
7. Aislamiento internacional: desde 2011 Argentina viene implementando medidas proteccionistas que impiden en ingreso de productos de otros países, entre ellos incluso los países del Mercosur.
Por esto, Argentina fue denunciada ante la OMC por los 27 países de la Unión Europea, por Japón, Colombia, México y Panamá.
Su estrategia geopolítica ha sido el de amistarse de países con baja calidad institucional como Venezuela, o autoritarios, que restringen las libertades de sus ciudadanos.
8. Corrupción: Los argentinos parecemos habernos acostumbrado y naturalizado la corrupción política. En Argentina llegó a salpicar al mismísimo vicepresidente —ahora exvicepresidente— Amado Boudou quien está procesado por corrupción.
Boudou está siendo investigado por la justicia argentina por haber comprador de manera ilegal una imprenta de papel moneda.
Otros funcionarios, como el exsecretario de transporte Ricardo Jaime, fueron investigados por presuntamente recibir dádivas de empresarios y por intento de hurto de pruebas.
9. Dependencia estatal: Como no podía ser de otra manera, como todo populismo, el kirchnerismo infló al estado sumando una harta cantidad de empleados públicos, aumentando el número, en 12 años, en 105%. Así, la escandalosa cifra pasó de ser de 8.777.946 en 2002 a 18.021.214 hoy.
10. Atraso tecnológico: Comprar productos electrónicos en el país cuesta hasta 70% más que en cualquier otro país de la región. La razón son los altos costos de fabricación —sumados a una política laboral rígida— y una logística complicada dentro del territorio nacional. Además, gracias a las políticas antes mencionadas se hace muy difícil la importación de ciertos insumos para la producción local.