English¿Nos estresa tener que elegir entre 15 opciones de salsa de tomate? ¿Nos ponemos ansiosos frente a la opción de elegir la escuela más adecuada para nuestros hijos? ¿Meditamos frente a una cartelera de cine muchas horas por que no sabemos qué película ir a ver? Un artículo del diario británico The Guardian publicado el 21 de octubre así lo sugiere: Cuántas menos opciones, mejor.
Por revolucionario que pueda parecer, cuantas más opciones tiene uno, más libertad tiene uno de elegir qué producto comprar o qué servicio contratar. Así de simple. El autor de la columna, Stuart Jeffries, cae en el error de pensar que tener limitadas opciones nos va a hacer más felices, o al menos nos ayudará a no andar tan estresados por la infinidad de productos disponibles en el mercado.
Jeffries, subeditor del periódico y crítico televisivo, no aclara, sin embargo, cuál es el número mágico de opciones que cada producto debería tener para no estresarnos tanto. ¿Es una sola opción la adecuada, así no pensamos tanto y perdemos tiempo? ¿O deberían haber cuatro, u ocho tipos de cerveza?
“Por ejemplo, Tesco [un supermercado inglés] solía ofrecer 28 ketchups de tomate mientras que en Aldi [la competencia] sólo hay una marca en un [solo] tamaño; Tesco ofrece 224 tipos de ambientadores, Aldi solo 12 —el cual, en mi opinión, sigue teniendo, al menos, 11 de más”, explica el artículo.
De esta manera, para el autor inglés, lo ideal sería tener solo una marca de ketchup disponible. ¿Para qué más? En primer lugar, debería dejar de pregonar por una reducción de opciones cuando siempre tiene la posibilidad de refugiarse en el campo, o ir al almacén del barrio y comprar allí lo que desea sin tanto “estrés”.
Quizás, el estrés que genera en el autor del artículo puede venir por el hecho de que no sabe lo que busca. ¿Cuán complicado puede ser ir a una anaquel lleno de botellas de agua minerales muerto de sed y tomar una?
La Real Academia Española (RAE) define el estrés como “una tensión provocada por situaciones agobiantes que originan reacciones psicosomáticas o trastornos psicológicos a veces graves”.
Estos son los que los argentinos llamamos “problemas del primer mundo”. Este señor explica que tener muchas opciones puede traer, de alguna manera, problemas para la salud. Es (casi) una falta de respeto a los cubanos, venezolanos —y por qué no— a los argentinos que contamos en nuestros supermercados con opciones limitadas.
A veces, como es el caso de Cuba, ni siquiera hay opciones. La libreta de racionamiento hace todo el deber. ¿Para qué complicarnos la vida pensando que tipo de arroz necesito comprar si el régimen lo pensó previamente por nosotros? ¿No es, acaso, la mejor solución?
Tener la libertad de elegir entre las opciones implica sin dudas hacernos responsables de nuestras decisiones. El beneficio de esa libertad es la competencia, y con ella la especialización y el perfeccionamiento de los productos.
Una sociedad sin competencia está destinada al fracaso. Jeffries debería tomarse un avión a Venezuela e intentar comprar un repuesto para un automóvil un día cualquiera, o hacer una cola —que a veces toma hasta seis horas— para comprar productos básicos, como papel higiénico.
¿Le gustará a Jeffries tener opciones de papel higiénico? La opción del papel higiénico con extractos de seda y doble hoja es una misión casi imposible en el país gobernado por Nicolás Maduro.
El estrés en Venezuela, en realidad, deriva justamente la falta de opciones y de la escasez de los productos básicos. De pasar horas esperando poder comprar un litro de leche o pañales, de tener que luchar cuerpo a cuerpo por un pedazo de pollo.
Quizás, para él, eso puede ser divertido.
El escritor inglés también menciona que a veces, aún cuando logramos tomar una decisión —en un mar de opciones— terminamos menos satisfechos con el resultado que si hubiéramos tenido menos alternativas. Asimismo, continúa la nota, este fenómeno crea un nuevo problema: las expectativas.
La falsa premisa
Para Stephen Hicks, filósofo y profesor en la Universidad Rockford en Estados Unidos, el argumento que Jeffries intenta presentar es falso.
“En los viejos tiempos, la gente tenía menos opciones y vidas más estresantes —en parte porque sabían que tenían un menor número de opciones cuando cosas malas les sucedían”, sostuvo.
Por un lado el artículo sostiene que por momentos nos enfrentamos con diversas opciones pero no disponemos del tiempo necesario para tomar una decisión informada. O, directamente, no tenemos ganas de hacer la tarea e informarnos adecuadamente, o no tenemos confianza en nuestras decisiones. Todo eso, aparentemente, y según el articulo, nos estresa.
Sin embargo, muchas otras veces estamos excitados por esa cantidad de opciones que el mercado nos ofrece. “¡Mira la variedad de colores de esmaltes de uña!” o “¡Qué bueno que tengo a mi disposición con un solo click las obras completas de Jorge Luis Borges!”.
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Hicks explica que parte de vivir en el mundo moderno es tener buen juicio y capacidad de toma de decisiones. Eso incluye, sin dudas, autoinspección: saber qué es lo que uno quiere, y saber lo que uno no desea cambiar.
Así, uno sabrá cuáles son los bienes o servicios que estaría abierto a conocer y cambiar, y cuáles no. Si está conforme con determinado jugo de naranja, se quedará con ese producto e ignorará otras opciones. Lo mismo con la pasta dental, un auto, un plan de seguro y así sucesivamente.
De esta manera usted abrirá el juego para explorar aquellas áreas de la vida que uno está dispuesto a experimentar, a equivocarse o gratificarse por la toma de decisiones.