EnglishUnas mil mujeres del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) ingresaron armadas con palos y cuchillos el jueves 5 de marzo a las 6 de la mañana en una empresa de celulosa en el estado de San Pablo, Brasil, y destruyeron pruebas científicas de eucaliptos transgénicos. En un comunicado, informaron que ese transgénico contendría “un cancerígeno agrotóxico”.
La compañía FuturaGene Brasil Tecnología, ubicada en la ciudad de Itapetininga, fue el el objetivo de las protestas de las mujeres campesinas, en su intento por llamar la atención sobre la peligrosidad de plantar organismos modificados genéticamente, el mismo día en que la Comisión Técnica Nacional de Bioseguridad (CTNBio) pretendía aprobar el transgénico.
Sin embargo, a raíz de los episodios de violencia, el vocero del ministerio de Ciencia y Tecnología suspendió la reunión en la que introducirían la nueva especie de eucaliptos.
FuturaGene asegura que los nuevos organismos, conocidos también como H421, podrían producir hasta un 20 por ciento más que los eucaliptos naturales.
“El enfoque estratégico de FuturaGene es aumentar la competitividad de la biomasa procedente de bosques plantados para abastecer principalmente de la pulpa, el papel, la bioenergía (para la combustión de pellets y co-combustión) y los biocombustibles (celulosa en etanol). Los principales cultivos en los que actúa FuturaGene son eucaliptos y álamos”, explican en su pagina web.
Para el MST “el aumento de la productividad de alrededor del 20%, derivado de la plantación de eucalipto transgénico, no tiene en cuenta los riesgos de potenciales problemas ambientales y de salud, más allá de la importancia económica y cultural de la producción nacional de miel”.
La empresa, representada por el gerente de Operaciones Eduardo José de Melo, precisó que mantiene en regla todas las pruebas que exigen la legislación.
“El producto es seguro para la sociedad y el medio ambiente”, expresó. Sobre los actos de violencia manifestó que lamentaba las pérdidas. “[Las pérdidas] fueron bastante considerables y se perdieron algunos años de desarrollo tecnológico”.
Añadió: “Algunas personas se emocionaron mucho, algunas llegaron a llorar tras observar la destrucción de muchos años de trabajo aquí”.
En este episodio las mujeres se dirigieron al invernadero donde se encontraban las plantas de prueba y destruyeron millones de ellas, según informó el teniente coronel de la policía militar Marcelo Alves Marques. Estos experimentos transgénicos venían realizándose desde 2001. La empresa, por su parte, aún no informó la cantidad de ejemplares destruidos.
“Cuando entraron [las mujeres] había poco personal y ellas terminaron tomando la vigilancia de la empresa. Nadie resultó herido”, indicó. Además informó que los empleados que estaban en el lugar se escondieron por que temían por su integridad.
El transgénico y su relación con la producción de miel
La miel de eucaliptos es aquella producida por las abejas cuando liberan las flores de esta especie. En su comunicado, el movimiento indicó que Brasil es hoy el décimo productor mundial de miel (con 50% de su producción para exportación) y que la miel podría verse contaminada por este transgénico, al transferirse a través de las abejas.
“Cuando el polen de eucalipto transgénico tiene el gen insertado artificialmente, cualquier miel producida en colmenas cuyas abejas visiten las flores de eucaliptos transgénicos también estará contaminada por material modificado genéticamente”.
Por lo tanto, explican, la detección de transgenes en la miel podría generar daños socioeconómicos a los apicultores, ya que les impediría etiquetar sus productos como orgánicos o agroecológicos; y podría perjudicar el comercio, representando perdidas para el sector.
Asimismo, el movimiento rural explicó que otro efecto del transgénico es que este exige grandes cantidades de agrotóxicos y uno de los mas representativos es el sulfuramida, catalogada como cancerígena y prohibida en 152 países.
Por último, el MST consideró que la nueva especie crecerá en solo cinco años, en vez de en en su ciclo normal de siete años, lo que implicaría un mayor consumo de agua, dado su crecimiento acelerado, lo que derivaría en desertificación de los suelos.
Editado por Pedro García Otero