
English“¿Conoce Honduras?”, me pregunta Maribel Lieberman luego de saludarme, al comenzar la entrevista por Skype. Ella es hondureña, emprendedora, y me recibe desde su negocio, MarieBelle Fine Treats and Chocolates, en una antigua galería de arte refaccionada con el estilo original del período de entreguerras, en Soho, Nueva York.
El año pasado compartió un panel con Eva Longoria en la Cumbre Mujeres en el Mundo y su negocio fue nombrado por Inc. Magazine como uno de los emprendimientos que mas rápido han crecido en 2012 en Estados Unidos. Hasta ha recibido elogios de la mismísima diva Oprah Winfrey.
Su historia es de superación e inspiración. La vida de Lieberman bien podría funcionar como guión de una película de Hollywood; su optimismo no entiende de recesiones, crisis, discriminación, o caprichos burocráticos de Gobiernos autoritarios.
Ella es una mujer de mundo, y el local en Soho es solamente la punta del iceberg. Ya abrió cuatro franquicias de la marca MarieBelle en Kyoto, Japón, y está a punto de abrir otros tantos locales en Dubai, Kuwait, Baréin y posiblemente en China.
Me explica pacientemente que Japón ha sido siempre su mejor cliente pues “les encanta el detalle, la envoltura, el diseño”, y nos cuenta —casi como dando un consejo— que las tendencias de Japón son copiadas indefectiblemente en Corea y en China.
Honduras: el nacimiento de una emprendedora
“Yo desde pequeña era empresaria. Nací en un pueblo pequeño de no más de 500 habitantes. Había escuela hasta sexto grado, y después había que viajar a otra ciudad para continuar estudiando. Pero siempre fui visionaria. Desde los ocho años soñé en viajar e irme lejos”.
A esa edad ya vendía caramelos de mantequilla en la escuela. Y cuando cumplió nueve se compró su primer par de zapatos.
“Cuando nos mudamos a la ciudad trabajaba durante las vacaciones envolviendo regalos de navidad”.
Hay muy pocos latinos que se estudian inglés realmente para salir adelante. Eso fue una de las diferencias que me destacó del resto. Siempre tracé mis metas.
Estudió por un tiempo para ser secretaria bilingüe hasta que la aplazaron en mecanografía. Ese fue el motivo por el cual decidió emigrar a Washington D.C., a trabajar en un hogar cuidando a los niños de una familia. “Sentí miedo de no llegar a ser nadie, por eso me fui luego del aplazo. Tenía 17 años, estaba sola, y pensaba que más tarde volvería a Honduras para siempre”.
Apenas llegó al país del norte, se puso a aprender inglés. “Hay muy pocos latinos que se estudian inglés realmente para salir adelante. Eso fue una de las diferencias que me destacó del resto. Siempre tracé mis metas”.
Pero luego de vivir un tiempo en Washington D.C., regresó a Honduras para tomar impulso y volver al norte.

Llegó a Nueva Orleans, en el Estado sureño de Luisiana, donde vivió seis años y trabajó en una compañía japonesa de cosméticos. “Tomaba cursos nocturnos para terminar la secundaria, luego del trabajo”.
“Empecé como vendedora y fui ascendiendo a representante de ventas. Ahí fue cuando decidí mudarme a Nueva York”. Cuando pisó la gran manzana, se inscribió en la carrera de Diseño de Modas (Fashion Design) de la cual se graduó y luego ejerció realizando ilustraciones. “Me encantaba la moda pero no el mundo de la moda. Era un mundo bien artificial”.
La cocina: estética y sabor
Mientras todo esto sucedía, se casó y empezó a cocinar. “Comencé a explorar todas las culturas de Nueva York. Me intrigaban todas. Compraba ingredientes de otros mercados, como el de la India o el de Japón. Exploré basándome en libros de cocina con estos sabores y realicé comidas fusión.”
Tuvo cinco años de puro éxitos con su emprendimiento de catering llamado Maribel’s Gourmet Cuisine. Se llegó a codear con grandes personalidades de la élite estadounidense como Bill Clinton y trabajó con la afamada cadena de boutiques francesa Christian Dior.
Pero su primer negocio de venta de chocolates llegó como una casualidad. “Yo en realidad quería abrir un mercado gourmet para darle una cara a la marca de mi catering. Deseaba representar los ingredientes de cada país. Esa era mi visión. Pero el presupuesto era demasiado alto”.
Me di cuenta de que el chocolate y el cacao venían de mi propio país, y de América. Y me emocionó; estaba destinada a traer el crédito a mi país
“Entonces —continúa— escogí un solo ingrediente: el chocolate”. Cuando se decidió llevar a cabo el proyecto exclusivo de chocolates, se adentró en la historia de este ingrediente, que hasta el momento desconocía.
Sonríe cuando relata su momento de anagnórisis: “Me di cuenta de que el chocolate y el cacao venían de mi propio país, y de América. Y me emocionó; estaba destinada a traer el crédito a mi país en vez de que el crédito se lo llevaran países como Bélgica o Francia”.

Desde el 2002 —cuando inauguró el local que hasta hoy mantiene en el coqueto barrio del Soho neoyorquino— hasta el 2004, importaba el cacao que se vendía en Europa y que venía originalmente de África.
“Pero luego llegó a mi conocimiento la esclavitud relacionada con la industria del cacao en ese continente y decidí entonces promover el cacao latinoamericano”.
“Si uno está destinado a hacer algo, es porque hay motivos. Uno tiene que aprender a ver esos motivos. Están allí. Esto lo hago para devolverle a mi país lo que me dio, y darle un nombre a Honduras en el mundo”.
Ser emprendedora latina en Estados Unidos
A la hora de hablar de negocios, habla pausado, fruto de una reflexión meditada. Le pregunto acerca de la diferencia entre empezar un negocio en Honduras y otro en Estados Unidos. Ella mira al suelo indagando, quizás, la mejor respuesta y luego sentencia: “Es más difícil en Honduras”.
El público de Nueva York es más abierto, no está guiado por modas o tendencias, como sí pasa en Honduras. En Nueva York si tu producto es bueno, la gente va a entrar.
Sin embargo, a la hora de hablar de las diferencias entre ambos países, ella elige empezar desde el punto de vista del mercado. “El público de Nueva York es más abierto, no está guiado por modas o tendencias, como sí pasa en Honduras. En Nueva York si tu producto es bueno, la gente va a entrar; no son conservadores en ese sentido”.
En cuanto a los negocios, cree que hay más facilidades para los empresarios en Estados Unidos. “No hay tanta burocracia”.
¿Qué cree que hace falta para emprender? “Emprender cuesta trabajo y la voluntad de trabajar y perseverar. Además es necesario creer en uno mismo. Esa es la clave”.
Si le pones el foco a la discriminación, sales perdiendo. Si uno está seguro de quién es, pierde quien discrimina.
Su definición parece un calco de su biografía. “Hay que nivelarse con el mundo, hay que aprender inglés y relacionarse con otras personas. Deben comparar sus productos con lo que se vende en el mundo, y no sólo en su ciudad. Así es como uno llega a ser top”.
Sin que le pregunte, me cuenta que en el país del norte hay discriminación, “de eso no hay duda”, pero que muchos latinos que viven allí, cargan con ese complejo. “Si le pones el foco a la discriminación, sales perdiendo. Si uno está seguro de quién [uno] es, pierde quien discrimina”.
Me despide augurando un futuro próspero para América Latina. “Los latinos trabajamos duro” y cree que esa es una de las claves para ser un exitoso emprendedor. “Las otras son: perseverancia, visión, oportunidad y pasión”.
Le pregunto si también algo de suerte. Dudando, contesta: “Uno se busca su propia suerte”.