Chile parecería no aprender de los errores de los países vecinos y en vez de copiar lo mejor, copia lo peor. El país comandado por Michelle Bachelet tiene una baja carga tributaria, pero al parecer eso estaría por cambiar con la nueva ley de reforma tributaria ‒actualmente en estudio en el Congreso‒ que aumentaría el porcentaje de tributo a las empresas radicadas en ese país. Y, lo peor, el 67% de la población, según una encuesta local, lo avala. Los chilenos aplauden al verdugo que los está condenando a muerte.
Creer que subiéndole los impuestos al sector productivo del país se fortalecerán los derechos y el bienestar general de la población es exactamente lo mismo que una serpiente se coma su propia cola creyendo que así va a sobrevivir.
Harta polémica ha generado esta reforma en Chile, que es una de las banderas políticas de la actual mandataria. Su objetivo es recaudar para poder financiar los gastos permanentes de la profunda reforma educativa que planea implementar en los cuatro años que le quedan en el poder.
También, explican desde el oficialismo, intentarán avanzar en términos de equidad tributaria, “mejorando la distribución del ingreso”. Según la norma, “Los que ganan más aportarán más, y los ingresos del trabajo y del capital deben tener tratamientos similares”.
Bachelet explica que la transformación en el sistema educativo significará un incremento en el gasto público. “Para contar con los ingresos permanentes que permitirán llevar a cabo los cambios profundos, se requiere de una reforma tributaria que asegure nuestra sostenibilidad fiscal”, manifestó la presidente.
En la misma sintonía, el Ministro de Economía Luis Felipe Céspedes manifestó que esta reforma es crucial para combatir la desigualdad “porque nos permitirá dar un salto en educación y nivelar la cancha para aprovechar el talento que existe, pero que está postergado”.
Está claro para Céspedes que el Estado necesita más recursos para garantizarles la felicidad –bienestar social- y la igualdad de oportunidades a todos los chilenos. Se defendió de las criticas: “Pero lo que estamos proponiendo es algo razonable y no el descalabro que algunos quieren instalar”.
La reforma eleva en forma gradual la tasa del impuesto a las empresas del actual 20% a 25% (21% en 2014; 22,5% en 2015; 24% en 2016 y 25% a partir de 2017). También elimina la posibilidad a las empresas de retrasar el pago de impuestos si las ganancias se reinvierten –a esto le llaman la eliminación del Fondo Único Tributario (FUT).
“Se implementará un mecanismo de depreciación instantánea, que consiste en que las empresas puedan descontar de las utilidades la inversión total del año en curso, y que beneficie principalmente a la pequeña y mediana empresa y que considere un mecanismo que controle las posibles distorsiones entre sectores productivos con distinta intensidad en el uso de inversión de capital”, explica el comunicado oficial sobre la reforma.
Hoy el Wall Street Journal publicó una columna de opinión de Mary Anastasia O’Grady ‒a quien respeto y admiro muchísimo‒ sobre esta reforma y sus consecuencias a la productividad de Chile.
Pero seamos sinceros, ¿de qué nos estamos sorprendiendo? Los socialistas –por ignorancia, negligencia, estupidez o conveniencia, ustedes eligen‒ hacen cosas socialistas y toman decisiones socialistas. ¡Oh! La economía de Chile caerá. Pues bien, vaya noticia para un partido que gobierna ambas cámaras del Congreso y tiene como parte de su coalición al Partido Comunista chileno.
Lo interesante acá sera analizar –tarea para el hogar– el discurso que intenta imponer desde su semántica el oficialismo chileno. A través de un vídeo difundido por el gobierno explican por qué la reforma tributaria no afectará a la clase media. Utilizan un lenguaje polarizador, dejando bien clara la diferencia entre un “ellos” y un “nosotros”.
El “ellos” son las grandes empresas gobernadas por antiguas familias pseudofeudales, que se llevan la gran mayoría de las ganancias de las companías. El “nosotros” implora a un ciudadano de a pie, trabajador asalariado, jubilado, obrero, joven estudiante.
Una vez más, los “ellos” están destruyendo la igualdad, esa Meca a la cual quieren llegar los funcionarios. No entienden que la economía no es un juego de suma cero. Unos no ganan en detrimento de los otros. La riqueza puede y debe crearse, pero eso sólo se lograra en repúblicas libres y abiertas. Mientras este juego discursivo siga existiendo, los socialistas seguirán destruyendo los países.