Cuando el 17 de agosto el presidente Maduro anunció su conjunto de medidas de ajuste, uno de los puntos centrales de estas era darles credibilidad por la vía de eliminar la emisión monetaria descontrolada, o lo que se ha venido a llamar la creación de la nada de dinero electrónico sin respaldo, que es la causante principal de lo que hoy por hoy es la hiperinflación más grave que se recuerde en la historia de Latinoamérica.
Nadie esperaba que la emisión monetaria se parara de la noche a la mañana cortando la hiperinflación por la raíz. Eso hubiera sucedido si se hubiera tomado la decisión de dolarizar la economía como hizo Ecuador en el año 2000, pero ciertamente las condiciones políticas para una dolarización no parecen existir. Lo que sí se esperaba es ver de inmediato, semana a semana, cómo el ritmo de aumento de la liquidez venia disminuyendo en la medida que un programa de reforma se implementaba. Lamentablemente, está sucediendo toto lo contrario.
Cuando Maduro asevera, como hizo en cadena la semana pasada, que “hemos eliminado la emisión de dinero”, se ve claramente que sus asesores, en particular el presidente del BCV, no le están proporcionando la información correcta. De hecho, ha sucedido todo lo contrario: la emisión de dinero ha aumentado de manera significativa desde el anuncio. El aumento de liquidez mensual, ya en la escandalosa cifra del 67 % para la semana del 17 de agosto, aumentó al 115 % para el cierre de la semana que terminó el 22 de septiembre.
Esto quiere decir que la liquidez monetaria que se duplicaba cada 5 o 6 semanas, ahora lo hace en tres semanas y media. Estas cifras no son poca cosa. Durante la era de Chávez la liquidez demoraba dos años en duplicarse, y aun en su último año de su Gobierno, demoraba mas de año y medio en hacerlo, mientras que en países vecinos con inflaciones entre 2 y 3 por ciento anual, demora hasta diez años para que la liquidez monetaria se duplique.
Lo curioso de este fenómeno es que, si bien los burócratas y apologistas del régimen están convencidos de que tiene engañados a los ciudadanos, sucede todo lo contrario. Los venezolanos ya saben que cuando empiezan a lloverle aumentos, bonos, regalos y demás dádivas que dan la apariencia de venir del gobernante, es que ese dinero no tiene el respaldo adecuado, y buscan deshacerse de él lo más pronto posible cambiándolo por los escasos bienes que todavía circulan en la economía o por moneda que preserva su valor, como el dólar o el peso colombiano.
Que los bienes sean escasos esta ligado a otro fenómeno, también producto de las acciones de la burocracia. Para que las estanterías se llenen hace falta no solo que haya una libertad de emprender y un estímulo para que quienes tiene vocación de hacerlo inviertan su dinero. Resulta difícil encontrar quien tenga ánimo de arriesgar dinero fresco, cuando se mira en el espejo de los pequeños comerciantes y subgerentes de cadenas de automercados encarcelados por el delito de tener las estanterías vacías. Al no haber productos, ni la perspectiva de que esos aparezcan mientras no cese el acoso, otra parte del plan se desploma: por mucho que se aumente el IVA, no se recaudara más si la economía sigue contrayéndose.
El resultado es que la base impositiva sigue deteriorándose, lo cual deja la impresión de dinero como principal fuente de recaudación, sobre todo si el temor a la consecuencia de sinceración de precios, como el de la gasolina, mantiene a lo burocracia paralizada cundo de tomar medidas económicas coherentes, pero impopulares, se trata. Si no hay un cambio en la política monetaria, el plan se esfumará victima de sus propias contradicciones.