¿Quién puede dudar que el sistema eléctrico venezolano se encuentre en una situación crítica? Ciertamente no lo atribulados zulianos que pasan hasta 36 horas seguidas en penumbras cuando hay plantas termoeléctricas en la región que solo necesitan un pequeño detalle para funcionar: combustible fuel oíl que en un país petrolero debería ser abundante.
Tampoco el resto de los ciudadanos a quienes ahora se les dice que no basta con que la demanda eléctrica haya descenso más de un 30%, si no que ni a ese nivel se les puede abastecer.
Se podría decir sin temor a equivocarnos que en realidad las iguanas ganaron la batalla contra el Socialismo del Siglo 21. Pero no nos referimos a iguanas de carne y hueso, sino a aquellas iguanas virtuales producto de la mentalidad inmediatista y adversa a asumir los errores de su propia impericia que desde hace varios años permea la gerencia del sistema eléctrico.
El primer error que se cometió fue pensar que la solución era centralizar toda la compleja actividad en un solo ente, no solo rector, sino ejecutor también. Seguramente ya nadie querrá asumir la responsabilidad de tan pedestre idea, pero lo cierto es que cuando el sistema estaba descentralizado era un ejemplo de colaboración público-privada unido entre sí por una Oficina de Operación de Sistemas Interconectados-OPSIS cuyo ex gerente, Miguel Lara, declaraba ya en septiembre de 2013 que: “el sistema eléctrico está agotado, estresado y no tiene salida”, a la vez que alertaba que la declaraciones de Jesse Chacón, a la sazón Zar eléctrico “tienen muchas contradicciones, si no se cumple con los mantenimientos, se acaba con la vida útil de los equipos”.
Cinco años y varios militares después. Se llega a la fase crítica en la que nos encontramos, no sin antes haber cumplido la admonición del Ing. Lara, haciendo caso omiso a la normas de mantenimiento, y de paso eliminado la OPSIS para efectos prácticos, manera óptima de aumentar la opacidad y escudarse en las iguanas. Lo cierto es que la falta de mantenimiento y la canibalizaciòn de los equipos de recambio, y más recientemente el robo de cables por parte de trabajadores que consideran eso como un cobro en especie de sus prestaciones pulverizadas, han dejado al sistema sin margen de maniobra.
Pero no todo es malas noticias. El sistema en principio seria recuperable: La capacidad instalada de generación es de unos 36,000 MW y 16,000 de ellos hidráulicos y el resto térmico, mientras el consumo no llega a 13,000 MW. Lo que pasa es que el 80% del parque térmico esta inoperativo por problemas de mantenimiento, fechorías de los chicos de Derwick al suministrar algunas plantas de dudoso valor, y-algo que el gobierno no va a admitir-falta de combustible diésel y por supuesto gas para alimentarlas nada menos que en un país petrolero.
En transmisión Venezuela tiene 4,000 kilómetros de tendido de altísimo voltaje 800KVA el más grande de Sur America y los problemas ahí son tan pedestres como cortar el monte o evitar que se oxiden las torres como ha venido sucediendo. En distribución desde los transformadores hasta las acometidas de los edificios es donde campea por sus fueros la ineficiencia e irresponsabilidad, entre otras cosas en la mayoría de los casos los transformadores de respaldo indispensables para hacer reparaciones se han canibalizado. Y de ahí las recurrentes fallas menores.
Un cambio de mentalidad hacia la descentralización retomando la colaboración público-privada; retomar un esquema en el que quien ejecuta no es el que controla despachando y dándose el vuelto; y la recuperación de la transparencia en ejecucion que daban los datos de OPSIS serían un buen comienzo. De paso, no estaría mal un mea culpa por parte de los responsables del desastre en el que a voz en cuello admitan que la culpa no era de la de la iguana sino de ellos.