En verdad se debe estar estableciendo algún récord mundial en materia de desaciertos de política cambiaria por parte del gobierno de Venezuela. Tal vez algún día la Escuela de Negocios de Harvard, Oxford o MIT lo tengan como caso de estudio.
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Luego de semanas de anunciar que habría anuncios, en el contexto de un evento empresarial que pretendía resaltar las fortalezas de la economía socialista de Venezuela, por fin se anunció que a partir de un momento, aún a estas alturas por determinar, habría un nuevo sistema de cambio ¿DICOM 2? en el que el Banco Central haría dos subastas a la semana. Es decir, tres menos de las subastas diarias que se habían anunciado con el establecimiento de la tasa DICOM, pero que nunca se materializaron. Se invitaba a la exigua representación de empresarios ahí presentes a que vendieran sus dólares a través de ese mecanismo, sin que se tenga una idea clara de que sucedería cuando los ingenuos que lo hagan necesiten usar el sistema en la otra dirección, es decir comprando dólares.
Lo anterior confirma los temores de los más escépticos en el sentido de que no parece haber forma posible de que el ejecutivo nacional ni siquiera considere la unificación y liberación cambiaria que todos los gremios empresariales, sindicatos, analistas económicos, bancos de inversión nacionales y foráneos, potenciales inversionistas, y hasta expresidentes latinoamericanos afectos al régimen como Leonel Fernández de República Dominicana, están aconsejando.
El efecto de esa parodia de anuncio sobre la cotización del mercado libre o paralelo no se hizo esperar: éste había retrocedido un 36% de su cota máxima de febrero ante dos fenómenos: la venta de dólares por empresas para cumplir con sus obligaciones con el ISLR, y la expectativa de un anuncio sobre el sistema cambiario. Ante la naturaleza nonata del anuncio, el paralelo retomó su inevitable escalada, amaneciendo el viernes 31 de marzo un 25% por encima de la cota mínima de febrero, echando por tierra las aseveraciones gubernamentales de que ahora sí derrotarían a su némesis de Dolartoday.
En la reunión con los empresarios, por demás, en un intento por publicitar la supuesta repartidera de fondos públicos a discreción a que es tan dado el gobierno, se mencionaron donaciones o créditos a cuatro empresas exportadoras por $4 millones cada una. Donaciones que no eran tales, porque a lo que hacía referencia el Presidente eran unos créditos rotativos de exportación de BANCOEX que ya llevaban años utilizando esas empresas.
De estas actuaciones gubernamentales se desprende que cada decisión que se toma evidencia la ausencia de un plan económico integral que pueda revertir los efectos de las políticas erradas que nos han traído hasta aquí. Las medidas puntuales que salen a cuentagotas son típicas de los planes de ajuste heterodoxos, en los que se hace caso omiso al hecho que el planteamiento de fondo: insistir en mantener una economía asfixiadas por controles e ideologizaciones, con la esperanza de que algún milagro futuro, que nunca llega, revertirá el deterioro, no tiene la más mínima posibilidad de éxito.
El resultado de este inmovilismo es que el gobierno está pagando un alto costo político por el resultado de su programa, sin posibilidad de cosechar los éxitos futuros que una política de ajuste racional produciría. Por mucho que se intente achacar los resultados a corto plazo a una mítica guerra económica, las encuestas claramente indican que alrededor del 90% de la población no se cree ese cuento, y pone la culpa de sus penurias claramente en los hombros del gobierno.
Resulta difícil comprender cuál es la racionalidad de mantenerse en este rumbo que conduce al fracaso. Claro que cambiarlo requiere dialogo con el adversario, negociación con empresarios y trabajadores, así como aceptar soluciones diametralmente opuestas a las que han venido implementando, y eso tal vez no esté en el ADN de quienes gobiernan.