La semiología de la Revolución Ciudadana es digna de analizar. Con una frase, de carga emocional pero sin lógica, buscan justificar hasta la postura más absurda. Este es el caso de “No es reelección indefinida, es postulación sin restricción”, un slogan políticamente correcto para no decir que apoyan abiertamente el despotismo.
Quieren convertir una propuesta autoritaria en algo deseable y la hacen pasar como derecho del pueblo a elegir a sus candidatos; y de los ciudadanos (o sea, de Rafael Correa) a ser elegidos. Expondré a continuación tres razones para terminar con el mito de la bondad sobre la postulación eterna.
En primer lugar, decir que no se trata de reelección indefinida sino de postulación sin restricciones, es un eufemismo, porque en la práctica es lo mismo. La expresión es una reducción al absurdo, al no tomar en cuenta aspectos formales que son afectados y que reducen significativamente la calidad democrática. Entre esos, que la reelección sin límites degenera en la acumulación de poder en el Presidente; destruye el equilibrio entre poderes, y que los grupos de oposición no compiten en igualdad de condiciones, pues el Primer Mandatario en funciones goza de más visibilidad, dejando a los electores expuestos a una sola perspectiva: la del oficialismo reinante.
Asimismo afecta al control de sus acciones, pues el Presidente nombra directa o indirectamente a las autoridades de control, y estas quedarían sujetas a su influencia por un tiempo ilimitado, desincentivando así la fiscalización de sus propios actos.
Sin embargo, todas estas aristas no se toman en cuenta y reducen la discusión a la única variable con la que justifican absolutamente todo: la voluntad del pueblo —cuando les conviene, porque en Ecuador rechazaron la consulta popular.
En segundo lugar, no se pueden cambiar las reglas del juego cada vez que a alguien le plazca, así lo justifiquen las “grandes mayorías”. En un estado de Derecho, las instituciones funcionan sin ideología; es decir, no se pliegan al proyecto político de nadie.
La democracia no es solo el día de las elecciones, es todo lo que pasa entre una elección y otra. Por más que las reformas se justifiquen en las urnas, eso no las hace democráticas. Que el “pueblo sabio y soberano” las apruebe, puede significar que estamos eligiendo democráticamente un régimen dictatorial.
La democracia no solo son elecciones, sino instituciones. Sin eso, corremos el riesgo de quedarnos con una democracia electoral, pero sin Estado de Derecho. Y así, tanto el orden legal, como nuestros derechos y las instituciones, quedan sujetas a hechos brutos y a la voluntad de un colectivo volátil.
Finalmente, es un abuso a la Constitución. En el derecho constitucional existe la doctrina del constitucionalismo abusivo, que se refiere a las reformas constitucionales que parecen “inocentes”, pero logran implantar la semilla autoritaria en el orden legal de un país.
En efecto, se trata de una trampa legal cuyo resultado es un régimen menos democrático. En este caso, la Corte Constitucional del Ecuador en su fallo llega a una conclusión peculiar: la Constitución actual es inconstitucional (¿¡!?) porque resulta que restringe los derechos del Presidente saliente para ser elegido.
En realidad no es así. Simplemente, el artículo 114 de la Constitución ecuatoriana indicaba —antes de la reforma— que si un candidato quería postularse, debía saber que podría presentarse a una sola reelección. Una diferenciación no implica una discriminación.
Con un juego de palabras intentan cambiar la naturaleza de sus actos. Este es el alcance que tiene el Estado de Propaganda y su semiótica autoritaria.
Hay que ser bien claros: la reelección o la postulación indefinida nos acerca más a un régimen absolutista que a uno democrático. La historia latinoamericana nos ha enseñado que esa adicción al poder termina en autoritarismos disfrazados de democracia.
Bien decía Karl Loewenstein sobre la importancia de limitar las reelecciones para evitar que “el presidente, disponiendo sobre el aparato del poder estatal, se enraíce en el poder y se convierta en dictador”.