
Es muy probable que en este momento el infierno se encuentre en plena revolución. Es muy probable que Fidel Castro haya dado un golpe de Estado en el infierno y derrocado al demonio, porque sí, creo que ambos se disputan el poder muy parejo. Veamos por qué.
Resulta verdaderamente triste, y mucho más visible durante este fin de semana ante la muerte del dictador cubano, la gran ignorancia existente acerca de los crímenes cometidos, tanto en sus manos, como en el resto de las manos gobernantes comunistas: más de 100 millones de muertos es la cifra.
No, Fidel Castro no fue un defensor de la libertad, no fue un defensor de los derechos humanos, no levantó las banderas de la democracia. Fidel Castro fue un dictador, nada más y nada menos. Es una pena que tan pocos políticos tengan las agallas suficientes como para reconocerlo, y este es uno de los motivos por el cual las dictaduras duran tanto: sus cómplices. Para ponerle un alto a una dictadura primero debemos reconocer lo que verdaderamente es; si jugamos a que son “democracias”, sucederá lo mismo que en Venezuela, donde todavía tantos siguen insistiendo en que Nicolás Maduro fue democráticamente electo. No, señores: se robó las elecciones, como lo hacen estos dictadorzuelos con sus máscaras democráticas. No se dejen engañar.
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Pero veamos la llegada de Fidel Castro a Cuba. Por supuesto, tenía que ser a través de un golpe de Estado, así como lo hicieron Juan Domingo Perón, Hugo Chávez y otros tantos populistas latinoamericanos. Sólo que nadie lo escribe en los libros de historia.
Comenzaba el año 1959, y Fidel Castro hace su famosa entrada en La Habana. Batista se da a la fuga y los cubanos creen que allí se terminaría la época de dictadura y represión. Sin embargo, lejos estaban de aquella ilusión: una nueva dictadura había comenzado.
Castro se encarga de gestar un colosal aparato militar, a la par que fusila sin frenos, se sancionan medidas en contra de la propiedad privada. La reforma agraria es inmensa, se liquidan propietarios, se manipulan los precios y se hunde profundamente a la economía.
Ese mismo año de ingreso a La Habana, llega a Cuba un grupo de consejeros militares desde Moscú. Allí comienzan a confiscarse diarios y se toman los colegios, a la vez que se desarrolla una política violenta contra los religiosos, muchos de ellos deportados. Las empresas privadas desaparecen en su totalidad y en 1979 el gobierno de Castro impone la misma Constitución Nacional que tenía el gobierno de Stalin en la Unión Soviética en el año 1936.
Fidel Castro implementó la teoría comunista a la práctica. Una vez más, demostrando el fracaso que tantos seres humanos a lo largo del mundo evitan reconocer. Esta doctrina comunista terminó generando opresión política, social y económica. Ese mismo proceso implementado en Cuba era figurita repetida. Mao Zedong en China, Kim Il Sung en Corea del Norte, el mariscal Tito en Yugoslavia, los dictadores de la Unión Soviética (fundamentalmente Lenin y Stalin), la Alemania Oriental y otros tantos fracasos más. Los resultados, en todos estos casos, fueron paupérrimos: muerte, hambre, pobreza, escapes, fusilamientos, represión.
En este sentido, es imposible decir que el comunismo no se intentó nunca. Por el contrario, se ha llevado a la práctica cientos de veces y se le ha dado tiempo como para que “funcione”, sin embargo esto jamás sucederá, puesto que es una ideología destinada al fracaso porque parte de premisas falsas, fracasadas e incorrectas (partiendo de su rechazo sobre la naturaleza del ser humano y su deseo de crear un hombre nuevo) y donde sea que se haya llevado a cabo, siempre ha recurrido a medios violentos.
Falleció Fidel, pero su hermano sigue vivo, al igual que la dictadura. Hace más de medio siglo que Cuba es gobernada por las mismas personas, por el mismo partido político —el único que puede participar de las “elecciones”, por cierto. La economía está plenamente estatizada, la pobreza abunda, la represión es ley para todo aquel que piense diferente al régimen. El Estado castrista dirige la vida de los cubanos, quienes no pueden ejercer sus derechos fundamentales como lo son la libertad de expresión, la privacidad, la asociación, la libre circulación. Y por ejemplo, la radio, la televisión, los periódicos, las revistas, Internet y el cine, todos estos medios, tienen como función única la divulgación de la ideología comunista, si es que logras tener acceso a ellos. Mientras tanto, Fidel Castro ha muerto con una fortuna de US$ 900 millones y con acceso a absolutamente todo lo mejor, mientras tuvo a los cubanos sometidos a la hambruna y a la muerte. Como he oído decir estos días, sin lugar a dudas, tras la muerte de Fidel Castro, se ha achicado la brecha entre pobres y ricos en Cuba.
En la isla se utilizan tácticas de represión como amenazas policiales, persecución, vigilancia, detenciones temporales. Los que están a favor del gobierno insultan y ofenden físicamente a los que no piensan a su manera. Cuba tiene las tasas más altas de encarcelamiento por ofensas políticas que cualquier otro país en el mundo, y sin embargo sobre esto no se hacen comentarios.
Frecuentemente los defensores del régimen castrista argumentan el modelo cubano destacando sus logros sociales. Y si de verdad nos vamos a los indicadores sociales, estos nos muestran que Cuba en 1958 era una de las sociedades más prósperas de América. Era superada nada más por Argentina y Uruguay. El nivel de alfabetización de la isla era del 80 %, parecido al de Chile y mayor que el de Portugal. Tal como nos recuerda Carlos Alberto Montaner en su libro Los cubanos, “desde el inicio de la República en 1902, y hasta la llegada al poder de Castro, Cuba fue una tierra receptora de trabajadores de todo el mundo. Empero a partir de la revolución este fenómeno se invirtió y más de un millón de cubanos se han escapado de la isla por cualquier medio disponible, mientras prácticamente nadie —ni siquiera los más fervientes nostálgicos del comunismo— se animan a instalarse en la isla”. Aunque sí, Fidel Castro creó una próspera, libre, democrática y rica comunidad latinoamericana: en Miami.
Cabe mencionar otro asunto puntual de esta revolución del fracaso. Por ejemplo, cuando se habla de que alguien se va de Cuba, generalmente se dice o se escucha decir que esa persona se “escapó de Cuba”; y ante esto, llama la atención porque cuando se dice que alguien se escapó de un lugar, se está hablando de que escapó de una cárcel, o que está prohibido salir. Un término claramente gráfico para definir en lo que se convirtió la isla: es definitivamente una cárcel, una prisión. En el comunismo todo funciona por la fuerza, las ideas se imponen por la fuerza.
Desde hace años los cubanos prefieren arriesgarse a morir y ser comidos por los tiburones en el Océano Atlántico antes que seguir padeciendo la humillación, antes que seguir viviendo en la isla. Y si hoy el gobierno deja salir a algunos activistas disidentes es para que puedan radicarse en el extranjero, no volver a la isla y no “molestar” al gobierno cubano.
Otra cuestión que llama la atención es el caso del salario en Cuba. El salario promedio es insuficiente para que los cubanos puedan satisfacer sus necesidades. Como es de público conocimiento, el salario mensual promedio de un cubano es de US$ 17, siendo estos los datos del Banco Mundial y de los mismos cubanos. El propio gobierno comunista reconoce que el salario es insuficiente, y es uno de los más bajos del planeta. La moneda cubana ha pasado a ser la expresión fiel de la misma economía cubana, el estatismo planificado termina provocando que la producción y la productividad de los cubanos sean extremadamente bajas.
Otra cuestión a reconocer y recordar es el movimiento de las Damas de Blanco, quienes piden por la libertad. Un movimiento que marcha totalmente en paz, pero sin embargo es víctima de represión y de esto nadie habla. El movimiento de las Damas de Blanco surgió después de lo que se conoció como la “Primavera Negra” de 2003; en esa oportunidad, el régimen cubano desató una brutal ola de represión, y llevó a prisión a 75 opositores y periodistas cubanos. Ante esto, las esposas y familiares de los prisioneros cubanos dieron inicio a una campaña que tuvo como objetivo exigir —por la vía de protestas pacíficas— la libertad de los prisioneros. Se hacen procesiones a iglesias, marchando en silencio, con vestidos blancos y llevando las fotografías de sus familiares que fueron privados de la libertad.
Desde el origen de este movimiento apolítico y pacífico, se intentó callar a las Damas de Blanco con golpizas, detenciones y la movilización de militantes gubernamentales. Sin embargo, las Damas nunca perdieron la constancia. Hay un caso particular, que es el caso de Laura Pollán, una de las líderes y fundadoras y también esposa de Héctor Maseda (arrestado en 2003). “Pollán estaba en un estado de salud relativamente bueno, falleció en 2011 en un hospital de La Habana, después de ser atacada por los agentes de Castro y de haber permanecido un tiempo bajo el cuidado de la salud estatal. Bertha Soler, que es la actual líder de las Damas de Blanco, confesó que a Laura Pollán los militantes del gobierno la atacaron, mordieron, arañaron su brazo y le pasaron un pañuelo sobre las heridas abiertas”.
Tanto en Cuba como en Venezuela se recurre a la violencia como medio, y esto es un precepto marxista. El mismo Marx lo dice en el Manifiesto Comunista, “los objetivos del comunismo sólo pueden alcanzarse derrocando el orden social que exista a través de la violencia”. Veamos el caso del asesino Ernesto “Che” Guevara, tan defendido durante generaciones y visto como un abanderado de los derechos humanos, reconociendo que fusiló gente, aunque esto no debería de extrañarnos si hemos leído sus palabras en la carta a su padre: “Tengo que confesarte, papá, que en ese momento descubrí que realmente me gusta matar”.
Que personas como las Damas de Blanco, Yoani Sánchez, Eliécer Ávila, Rosa María Paya o todos los opositores sigan levantando las banderas de la libertad y sigan luchando por una Cuba libre desde la misma isla, también depende —en gran parte— de las personas que amamos la libertad, depende de que no miremos para otro lado, depende de que nosotros desde afuera podamos dar todo el apoyo posible a los cubanos que buscan una vida digna, que buscan libertad, así como la buscaron los alemanes que estaban atrapados por el Muro de Berlín hace años. Tenemos que repudiar y denunciar los atropellos de los Castro: no miremos para otro lado, no ignoremos a Cuba, no hagamos lo que hacen nuestro blandos gobernantes, que tienen miedo de decir las cosas como son, que Fidel Castro fue, nada más y nada menos que un DICTADOR.
A modo de conclusión, y como algunos dicen, pareciera ser que luego de ser cremado, Fidel Castro le encontró utilidad a una urna después de más de cinco décadas en el poder.