Una de las preguntas más recurrentes en la región, pero también una de las más difíciles de responder, es ¿qué puede esperar América Latina del gobierno de Trump? En el PanAm Post intentaremos responder a esta difícil pregunta.
La política exterior de Trump
De ser implementado, el programa de política exterior de Donald Trump podría significar una revolución para la tradición diplomática de Estados Unidos luego de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, el margen de acción del líder nacionalista puede verse reducido por el poder de su partido y el control de las sólidas instituciones del país norteamericano.
Durante la carrera electoral, el magnate neoyorquino propuso que Estados Unidos se acerque a la Rusia de Putin. A su vez, el político republicano fue crítico con aliados tradicionales de los Estados Unidos como los miembros de la OTAN, Japón y Corea del Sur. Para Trump, los mencionados países no hacían lo suficiente para garantizar su propia seguridad.
A escala global, y de ser implementadas las mencionadas políticas, se abren muchas preguntas. ¿Qué pasaría en los países donde Rusia tiene intereses políticos y diplomáticos que chocan con los de Estados Unidos? En concreto, ¿qué pasaría en Ucrania o Siria?
En el contexto europeo también hay muchas incógnitas. ¿Qué sucederá con los socios europeos de Estados Unidos? ¿Tendrán que modificar los nórdicos su política exterior pacífica para contener a Rusia?
En el contexto latinoamericano, ¿qué pasará con Cuba y Venezuela? ¿Respetará el gobierno de Trump el interés de Rusia en los mencionados países? ¿Sacrificará Putin a sus aliados y compradores de armas en América Latina? Es muy pronto para responder a estas preguntas, aunque podemos proyectar escenarios.
Pocos países latinoamericanos fueron mencionados por Trump durante la campaña, a excepción de tres: México, Cuba y Venezuela.
Trump y México
México fue un foco de atención para Trump como candidato presidencial. Desde su discurso inicial como candidato en las primarias republicanas, el líder nacionalista mencionó varias veces a su vecino del sur. El candidato republicano consideró que la frontera entre ambos países representaba un peligro de seguridad para Estados Unidos. Razón por la cual, se debía construir un muro entre ambos países, muro que México debería financiar.
El costo de un muro con las características que Trump propuso estaría entre $10 billones y $12 billiones de dólares. Por lo tanto, resulta difícil imaginar que el proyecto sea realizado, aunque se espera que el presidente electo presione por su construcción, porque fue una de sus principales promesas electorales.
También consideró que los inmigrantes ilegales deberían ser expulsados. En un principio, la campaña de Trump propuso la expulsión de cerca de once millones de ilegales, muchos de ellos, mexicanos. Hasta el momento, las deportaciones han alcanzado cerca de 400.000 personas por año.
Por lo tanto, el costo de deportar once millones de ilegales resultaría elevadísimo. A lo largo de la campaña, el político neoyorquino redujo la cifra de indocumentados que propuso deportar: para septiembre de 2016, propuso que fueran 5 millones.
Otra de las preocupaciones del gobierno de Peña Nieto sobre el ascenso de Trump está relacionada con el comercio. El líder republicano prometió la renegociación o revocación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Para Trump, este tratado comercial “destruyó” a Estados Unidos. De resultar cierto, los consumidores e inversionistas de ambos países perderían miles de millones de dólares. No obstante, para lograr estas reformas, el presidente deberá contar con el apoyo del Congreso. Aunque ambas Cámaras están dominadas por el Partido Republicano, es difícil que republicanos favorables al comercio apoyen una propuesta así.
El gobierno del magnate republicano y Cuba
Durante sus mítines en Florida, el entonces candidato republicano prometió revisar los “acuerdos” elaborados por el gobierno Obama con el régimen cubano. Según Trump, dichos “acuerdos” resultaban costosos para Estados Unidos, aunque no aclaró por qué los consideraba negativos.
El líder político también prometió solidarizarse con los exiliados cubanos y a exigir libertades políticas y religiosas en la isla. Incluso llegó a mencionar a las “damas en blanco”—haciendo referencia a las Damas de Blanco—. Este apoyo de Trump al exilio cubano le valió el apoyo electoral de sectores de cubano-americanos al líder republicano.
Esta nueva política con respecto a Cuba puede llegar a chocar con la propuesta de Trump de acercar políticamente a Estados Unidos con el régimen de Putin. El gobierno de Rusia tiene importantes acuerdos comerciales y políticos con la dictadura cubana.
Por lo pronto, el dictador Raúl Castro felicitó a Trump por su victoria electoral. No obstante, el régimen anunció también maniobras militares.
El presidente Trump y Venezuela
El tercer país latinoamericano mencionado recurrentemente por Trump durante la campaña electoral fue Venezuela. El líder republicano mencionó al país suramericano varias veces durante sus reuniones de campaña en Florida, buscando el voto de los venezolanos en el exilio. El político republicano afirmó que el socialismo había arruinado al país bolivariano.
Por su parte, Maduro, quien llegó a llamar a Trump “enfermo mental“, solicitó a John Kerry transmitir las felicitaciones del régimen bolivariano al presidente electo Trump. A su vez, Jesús Torrealba, líder de la oposición venezolana, comparó al líder del país norteamericano con Hugo Chávez. Mientras que Ramos Allup —presidente de la Asamblea Nacional Venezolana— prefirió afirmar que el pueblo de Estados Unidos se había expresado libremente y que respetaba esa elección.
Una vez más, si Trump se ciñe a lo que propuso, mejorará las relaciones con el régimen ruso, a la vez expresa su solidaridad con la oposición venezolana. Venezuela es un comprador de armas de Rusia, y además ha desarrollado varios tratados políticos, económicos y militares con la República Bolivariana, razón por la cual habrá que esperar si el gobierno de Trump logra articular ambos objetivos.
Argentina
La relación entre el presidente Mauricio Macri de Argentina y Donald Trump es personal. El líder argentino conoce al político del país norteamericano desde hace años. La familia de Macri realizó negocios con el magnate neoyorquino cuando el líder argentino era joven. La relación entre ambas familias no resultó positiva. Durante la campaña presidencial de Estados Unidos, Macri aseguró que Trump estaba “chiflado” y que tenía “ideas extremas”.
A pesar del presidencialismo del sistema político de Estados Unidos, el Congreso de este país conserva un poder considerable en materia de política exterior. Por lo tanto, es posible que el camino de concertación entre Macri y Obama pueda continuar.
Colombia
Colombia es el principal receptor de ayuda de Estados Unidos en América Latina. Desde el año 2000, el país norteamericano entregó cerca de USD$ 10.000 millones vía Plan Colombia y USD$ 120.000 millones más en el marco del Plan.
Sin embargo, Donald Trump no mencionó a Colombia en su campaña presidencial. En el contexto de renegociación de un proceso de paz entre Santos y la guerrilla de las FARC, el gobierno colombiano esperaba seguir recibiendo recursos del país norteamericano. En ese contexto, el Plan Colombia se modificaría y se convertiría en el Plan Paz Colombia.
Dados los amplios planes de recorte de impuestos propuestos por el presidente electo, es posible que esos recursos no sean entregados al gobierno Santos.
Brasil
Estados Unidos es el segundo socio comercial más importante para Brasil. Para el presidente Temer, las relaciones entre Brasil y Estados Unidos no cambiarán, debido a que son institucionales. A pesar de la diplomacia del presidente brasilero, el canciller José Serra afirmó que una victoria de Trump significaría “una pesadilla” para Brasil.
Finalmente, Jair Bolsonaro, líder de la derecha nacionalista y nostálgico de la dictadura, felicitó al líder nacionalista norteamericano.
Conclusión
En un país con instituciones y partidos políticos sólidos, un viraje radical en materia de política exterior resulta difícil. No obstante, es posible que Trump realice ciertos cambios en materia comercial, política y migratoria con respecto a América Latina.
Si Trump aplica su programa de gobierno, México, y otros países de la región, deberán renegociar sus acuerdos comerciales con Estados Unidos. Una política comercial proteccionista por parte de Trump implicaría grandes retos para los países latinoamericanos. América Latina podría buscar nuevos mercados, obligándose a abrirse comercialmente ante al mundo.
En el caso cubano, es de destacar que Trump propugne por la libertad religiosa y política en la isla. Sin embargo, sería preocupante que el líder republicano castigue a los ciudadanos cubanos al detener el comercio entre ambos países. El comercio, la inversión y el contacto entre sociedades civiles pueden ser instrumentos para la liberalización de la isla.
También está por verse si el nuevo gobierno republicano realmente se acerca al régimen ruso. Dado el interés de Putin con respecto a Cuba y Venezuela, es de esperar que el gobierno ruso defienda a sus socios.
Está por verse si Rusia cambia su política exterior al acercarse a Estados Unidos, abandonando a sus socios latinoamericanos. Un último escenario en las relaciones Rusia- Estados Unidos podría pasar porque el Congreso de EE. UU. evite este acercamiento.
En el caso colombiano, resulta probable que el gobierno de Trump reduzca la cooperación con el país andino. No obstante, esto puede representar una oportunidad para Colombia. El país podría abandonar su doctrina de política exterior de respice pollum (mirar hacia el polo), y buscar una diversificación comercial y política. Como resultado, Colombia podría alcanzar una política exterior más independiente —que no hostil— hacia la primera potencia.
Vale la pena recordar que Trump podría recortar la cooperación entre Estados. Los principales damnificados serían los gobiernos de la región, pero no necesariamente los ciudadanos. La cooperación hacia países con instituciones débiles y extractivas termina por reforzar a las élites políticas y sus aliados gremiales. No obstante, difícilmente Trump podría, o querría, regular la cooperación entre la sociedad civil.