EnglishEsta semana, me sorprendió que una de las noticias más importantes de nuestra historia económica haya pasado prácticamente desapercibida. Quizás sea producto de la fatídica manía de que las buenas news nunca son noticias.
Al contrario, basado en el mismo informe elaborado por el Fondo Monetario Internacional (FMI), los titulares y la discusión estuvieron centrados en la rebaja de expectativas de crecimiento de nuestro país, que se proyectan en torno al 2,0% cayendo del 3,6% indicado en abril pasado, y lejos del 4,5% pronosticado en octubre del 2013. Anuncio por cierto preocupante, pues va acompañado de una inflación estimada de 4,4% para el presente año.
¿Cuál es la buena noticia entonces? Que el mismo informe del FMI reveló que Chile alcanzó un PIB per cápita de US$23.165, reafirmando nuestra posición en un selecto club de países que están a las puertas del desarrollo.
Si bien estamos lejos de los países que encabezan la lista de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) como Luxemburgo (US$92.507), Noruega (US$65.896), Suiza (US$55.237), Estados Unidos (US$54.678), seguidos más atrás por Suecia (US$44.695) y España (US$32.975), nos acercamos a países como Polonia (US$24.429) y Hungría (US$24.336), y estamos situados por encima de México (US$17.925), manteniendo el liderazgo en América Latina.
Chile alcanzó un Producto Interno Bruto (PIB) per cápita de US$23.165, reafirmando nuestra posición en un selecto club de países que están a las puertas del desarrollo.
Este logro, no es el resultado del azar ni tampoco de la mejora en la metodología de cálculo, sino que es consecuencia de la aplicación, durante casi 40 años, de políticas económicas de libre mercado que nos pusieron en la ruta del progreso.
Una rápida mirada histórica a los números comprueba esta afirmación. En 1975 Chile producía US$4.541 por habitante, lo cual nos ubicaba en una situación similar a México (US$4.730) y a Brasil (US$4.539), país sudamericano que hoy alcanza solo los US$15.153. Por entonces, Estados Unidos superaba los US$17.000, Suecia bordeaba los US$15.000 y España apenas llegaba a los US$9.819.
Quince años después, en 1990, Chile alcanzó los US$6.845 y llegó al año 2000 con US$11.383. Un consenso económico, basado en el individuo y la empresa privada como motores de la economía junto a un rol subsidiario del Estado, permitió la manutención y mejoramiento de políticas que lograron duplicar el PIB por habitante hasta la actualidad.
Como en todas las cosas, se podrá ver el vaso medio lleno o medio vacío, dependiendo del cristal con que se mire. No faltarán quienes relativicen este crecimiento. Es cierto, nos falta mucho por avanzar y de ninguna manera estos indicadores implican la autocomplacencia ni el análisis crítico sobre lo que se ha hecho.
Sin embargo, permiten reafirmar que el camino al progreso elegido hace 40 años fue el correcto. Hoy podemos constatar que más allá de lo que diga cualquier tipo de consigna ideológica y política en contrario respecto del “modelo chileno”, hay un verdad empírica, histórica e irrefutable. En síntesis, hoy cuando todo esto se cuestiona, parafraseando la célebre frase de James Carville, “es la economía, estúpido”, podemos afirmar: “Chile, no seas estúpido”.