EnglishSandy Campos y su novio mantienen una relación hace un año y medio. Cuando ambos lo consideraron adecuado, su novio la invitó a pasar Navidad en su casa, con su familia. Una vez que ella aceptó, el único obstáculo que quedaba era evidente: su casa quedaba en Canadá.
Sandy, ciudadana costarricense, necesitaba una visa de visitante – llamada en Canadá “visa residencial temporal” – para entrar al país. A pesar de que la solicitud constituía un proceso largo y dificultoso, la emoción por conocer a la familia de su novio y la curiosidad de visitar un país donde no había estado nunca se impusieron. Esa emoción pronto se convirtió en decepción cuando su solicitud para una visita de dos semanas volvió acompañada de una carta de rechazo.
Con un resultado negativo, Sandy se encontró frente a la misma pregunta que cientos de miles de solicitantes anuales se ven forzados a hacerse: ¿por qué?
Canadá tuvo durante mucho tiempo la reputación de ser una nación abierta culturalmente. En cuanto a las solicitudes de los visitantes, sin embargo, esa apertura parece que sólo se extienden hasta a donde el Estado más le parece. En el caso de Sandy, como muchos hacen, se contrató un asesor para que la guíe a través del proceso de la solicitud y tuviese así mayores oportunidades de ser aceptada. Junto con la negación del ingreso, recibió las mismas respuestas robóticas que acompañan a la mayoría de los casos similares.
“Me dijeron que el propósito de mi visita — vacaciones — no era válido. También determinaron que no tenía dinero suficiente para cubrir mis gastos, aunque la hermana de mi novio detalló en la carta de invitación que ella y su familia cubrirían cualquier gasto extra o imprevisto.”
Su asesor estaba igual o más sorprendido que ella ante el rechazo. Éste es el problema en la raíz de la confusión de muchos solicitantes: cada caso parece ser decidido arbitrariamente.
Cada año, los oficiales canadienses rechazan 200.000 solicitudes de visas de visita. Los rechazos dejan a la mayoría de los solicitantes preguntándose la causa, justamente como cuando leen los extremadamente vagos criterios de inmigración de Canadá. El sitio oficial del gobierno explica que el solicitante debe “convencer al oficial de migraciones de que que posee lazos — como trabajo, hogar, inversiones o familia— que asegurarán que volverá a su país de origen.”
La palabra “convencer” en este caso, no podría ser más vaga. Sin oficiales para aprobar las visas en la mayoría de los países, los solicitantes no suelen tener una entrevista personal para explicar su caso. De hecho, la oficina de aprobaciones de América Central – ubicada en la Ciudad de Guatemala, donde son aceptadas o rechazadas todas las solicitudes de la región – ha dejado de aceptar aplicaciones personalmente; todas las solicitudes son recibidas vía correo.
Dada esta situación, las aparentes excelentes estadísticas de Canadá relativas a la cantidad de aplicaciones recibidas contra las que fueron procesadas no pueden ser tomadas como lo que aparentan. El foco parece estar más en la cantidad que en la calidad.
Como resultado, las decisiones son abandonadas a una suerte de sorteo – y ese sorteo a menudo no es controlado por oficiales del gobierno.
Olivia Chow, miembro del Parlamento por el Nuevo Partido Democrático de Canadá y defensora de una reforma del sistema de solicitudes, explica cómo se perpetúa la inconsistencia cuando la mayoría de las oficinas de aprobación de visas subcontratan empresas privadas para aprobar o rechazar las solicitudes de visitantes.
“La compañía privada toma toda tu documentación, la pone en un archivo, y el archivo llega frente a una persona en una sala… y esta persona entonces dirá si o no.”
Aún más problemática es una respuesta Chow recibe de un ministro del gobierno canadiense no identificado sobre los criterios específicos aplicados en cada proceso de solicitud.
“La respuesta que obtuve del Ministro fue ‘Oh, verdaderamente no tenemos ningún criterio’.”
Con esta enorme ambigüedad interna desde el mismo gobierno, no hay que preguntarse por qué los solicitantes no reciben una explicación sobre su rechazo.
Sin posibilidad de apelar la decisión — y sin devolución de la única cuota de C$ 75 necesaria para realizar la solicitud — el riesgo financiero de realizar la aplicación resulta simplemente prohibitivo. Boletos de avión de regreso, reservas de hotel y una lista de gastos son los requisitos normales para que las solicitudes sean apenas ingresadas en el sistema. Aún más, aparentemente no hay ninguna manera de evaluar una aplicación sólida proveniente de una persona pobre, y la lista interminable de rechazos habla por sí misma.
A comienzos de este año, el ciclista costarricense Andrey Amador debió cancelar su participación en dos eventos programados en Canadá debido al rechazo de su visa. En otro caso, un hombre de las Filipinas no pudo estar presente antes de la muerte de su esposa, quien estaba en coma en un hospital de Vancouver, debido a complicaciones con su visa. A otras personas no se les permitió asistir a matrimonios o funerales de familiares y una mujer de El Salvador no pudo viajar a Calgary para trabajar en un programa de una Iglesia en la cual estaba comprometida — incluso habiendo estado previamente en Canadá y estando en posesión de una visa de visita de diez años de duración para los Estados Unidos.
La ironía del mayor temor de Canadá – que los solicitantes una vez en el país soliciten estado de refugiados — es por supuesto que el hecho de solicitar el estado de refugiado es un derecho en Canadá. Se gasta demasiada energía desde el gobierno en rechazar las aplicaciones; un enfoque más productivo sería que los oficiales controlen que el solicitante es respetuoso de las leyes y no representa una amenaza para Canadá, opina Sharryn Aiken, Abogada y Profesora de la Universidad de Queens.
Es ridículo. La gente tiene que pasar por estos obstáculos excesivos con el fin de establecer su intención de regresar. Y el colmo de la ironía, por supuesto, es que solicitar la condición de refugiado es un derecho legal en Canadá. Usted no tiene necesariamente derecho a quedarse, pero si puede pedir la condición de refugiado.
Sandy, que este año contrajo matrimonio con su novio, mantiene la esperanza de que un sistema más transparente aparezca pronto. Sin haber visitado Canadá durante sus tres años de relación, la pareja está cruzando los dedos para que en Navidad sus nuevos intentos de obtener la visa sean aceptados. “Estamos en proceso… Veremos qué sucede.”
Sus palabras reflejan las historias de miles de personas en todo el mundo.
Traducido por Sofía Ramirez Fionda.