Colombia volvió a ser el “Tíbet de Sudamérica”. Se aisló de los países de la región y, también, de los del resto del mundo. Más que una decisión de política exterior, que no existe desde la separación de Panamá, ha sido un proceso externo en el que la comunidad internacional está aislando a Colombia por culpa de Gustavo Petro.
No es un secreto que Gustavo Petro se convirtió en un ser totalmente indeseable en todos los ámbitos de su vida. En su entorno familiar, hizo que todos huyeran de su alrededor. A una de sus hijas, la única que vivía con él, la sacó corriendo y se fue del país, la guapachosa primera dama se desapareció y sus hijos, desperdigados por el mundo, solo aparecen para “marraneárselo” y sacar algún provecho del cargo de su papá.
En la Casa de Nariño también lo dejaron solo. Laura Sarabia es la única que se lo aguanta por razones que solo él (Petro) y ella, conocen. Sus más cercanos asesores, terroristas del M-19, sus compañeros de andanzas, tampoco se lo soportan.
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Eso no es nuevo. Petro, siendo alcalde de Bogotá, formó su séquito personal con terroristas del M-19 y, en ese momento, también, lo dejaron solo porque no se lo aguantaban. Tuve un profesor que había hecho parte del M-19 y del sanedrín de la Alcaldía de Bogotá y recuerdo que dedicaba gran parte de la clase a hablarnos mal de Petro y a contarnos que era un monstruo abominable.
Describía a Petro como un mal ser humano. Bruto, traicionero, falso, asesino, inescrupuloso, vil, sanguinario, eran algunos de los términos que usaba para referirse a Petro. Nos dijo que el germen del M-19 eran los jóvenes fracasados que pertenecían a familias ricas de la provincia. Inútiles perdedores que tuvieron que buscar a bellacos como Gustavo Petro, Iván Marino Ospina o Guillermo Asprilla, en las cloacas de la sociedad, para que fueran los encargados del trabajo sucio.
Sin embargo, a pesar de conocerlo y saber la calaña a la que pertenece, atraídos por las mieles del poder y el atractivo del saqueo a las arcas públicas, terminaban por aceptar su llamado a acompañarlo en el gobierno del “cambio”. Por eso es tan relevante y tan diciente que, a pesar de toda la ambición y la voracidad insaciable de un socialista, prefieran dar un paso al costado y alejarse de Gustavo Petro. Así será de indeseable.
Hablando con varios analistas, de diferentes nacionalidades, no descartan que Gustavo Petro sea capturado, en alguna de sus escapadas al extranjero. Las múltiples acusaciones por crímenes de lesa humanidad (que no prescriben), instauradas contra el grupo terrorista M-19 en diferentes jurisdicciones, que se hacen extensivas a sus miembros, lo hace absolutamente indeseable para sus calanchines que no quieren seguir dando visage.
El protocolo, ese lenguaje universal que permite el entendimiento entre las diferentes culturas en medio de la diversidad, es desconocido y desatendido por Gustavo Petro, tratando de mostrarse disruptivo, anti sistema, como si ese acto de ramplonería y mal gusto le hiciera ganar admiración y respeto en el contexto internacional.
Incumple los compromisos, llega tarde, no se viste para la ocasión, es chabacano, patán, desconsiderado, pareciera que el jefe de protocolo también lo abandonó, incluso, desde antes de la posesión presidencial, que pareció la celebración de las fiestas patronales de un pueblo pobre.
No usó frac para asistir a una cena de Estado en el Palacio Real de Madrid como lo exigía la etiqueta de la ocasión. Más que un acto contestatario y de rebeldía contra las elites, lo que hizo Petro fue visto por la sociedad española como el comportamiento de un “sudaca” salvaje, primitivo, que no sabe respetar un evento oficial de gran importancia para las relaciones diplomáticas de Colombia con España.
Aparte de las romerías al Vaticano a revisar sus extractos en el IOR y de paso, saludar al papa, las relaciones exteriores de Colombia con Europa se limitan a una relación servil con Pedro Sánchez, el gran artífice de la llegada de Gustavo Petro a la Casa de Nariño.
En el resto de Hispanoamérica, sus más cercanos amigos no se lo soportan y le dan la espalda. Y en Estados Unidos, a pesar del apoyo incondicional de Gustavo Petro a Joe Biden y de Joe Biden a Gustavo Petro, durante sus campañas presidenciales, la realidad es que Washington tiene serias reservas sobre la posición de Petro frente a Israel, el manejo del narcotráfico, la migración ilegal y el tráfico de niños colombianos.
El obsesivo antisemitismo de Gustavo Petro lo ha llevado a darle refugio en Colombia a los terroristas de Hizbulá y Hamás. Le otorga pasaportes a varios de estos asesinos y promueve el exterminio del pueblo judío en sus discursos, posición radical que lo convierte en una amenaza para Israel y el pueblo judío en todas partes del mundo, a la vez que lo aísla más, porque ningún gobernante medianamente sensato quiere alternar con un exterrorista que apoya a terroristas.
Su discurso anacrónico de la sostenibilidad, el cambio climático y la justicia climática, tan de moda hace 20 años, totalmente desvirtuado en la actualidad, lo hace ver como un perfecto imbécil, desubicado, mal asesorado, y lo peor, muestra a los colombianos como un pueblo ignorante, atrasado y subdesarrollado que eligió a un tipo que afirma, contra toda evidencia, que el petróleo es fósil de dinosaurio derretido.
Gustavo Petro se quejó porque no fue nadie importante a Cali, a uno de esos eventos que se inventa la ONU para esquilmar a países con gobiernos débiles y vulnerables, ante la crisis financiera y política que vive una oenegé que hace mucho cumplió con su ciclo porque nunca logró cumplir con el objetivo para el que fue creada.
Nadie importante va a un evento sin relevancia alguna en el contexto geopolítico mundial, organizado y convocado por Gustavo Petro, el indeseable, en el que el gran atractivo es un concierto de un grupo decadente que en su momento de esplendor, amenizaba matrimonios, primeras comuniones y fiestas de quince años, que se llama Monsieur Periné.
Gustavo Petro, por indeseable, se quedó solo.