El Recientemente nombrado ministro de Cultura y las Artes de Chile, Mauricio Rojas, se vio enfrascado en una tremenda polémica por sus dichos sobre el Museo de la Memoria, creado para conmemorar a las víctimas del régimen militar y para generar conciencia de país de tal manera que jamás se vuelvan a repetir los atropellos a los DDHH.
“Más que un museo (…) se trata de un montaje cuyo propósito, que sin duda logra, es impactar al espectador, dejarlo atónito, impedirle razonar (…) Es un uso desvergonzado y mentiroso de una tragedia nacional que a tantos nos tocó tan dura y directamente” dijo el ministro, con lo cual se ganó la encarnizada crítica de la izquierda cuyos réditos provienen principalmente de la explotación de la imagen de dichas víctimas.
No se hicieron esperar para pedir la renuncia del ministro y para armar un escándalo moralista de proporciones bíblicas donde prácticamente podía verse como rasgaban vestiduras al leer sus palabras de repudio.
La izquierda no tolera a un ministro salido de sus filas cual converso que con esa coherencia y honestidad que lo destaca se expresó respecto de un museo que se paga con dineros de todos los chilenos y que hasta el momento, no proporciona contexto histórico.
¿Es necesario dicho contexto? ¿Tiene razón el ministro Mauricio Rojas al llamar montaje al museo?
En primer lugar, si leemos con detención las palabras actual del titular de cultura, él utiliza la palabra montaje dentro del contexto más correcto posible, pues se refiere al acto de organizar información para ser exhibida, a esto se le llama montaje.
En ningún momento utilizó dicho término para referirse a un fraude o a la exposición de información falsa, pues no desconoce la veracidad de las violaciones a los DDHH, sino que pone énfasis en que la forma en que la información está organizada, dispuesta y exhibida, tiene como resultado el impacto visual para abrumar y sobrecoger al visitante.
Esto último, si bien es necesario, pues es ese impacto el que permite generar una reacción a favor de la defensa de la vida, es también utilizado de manera proselitista por la izquierda que en dicho museo solo cuenta la historia desde su perspectiva y a partir de una fecha en particular.
Muchos quienes critican al ministro por sus dichos, alegan que no es necesario proveer contexto histórico para generar conciencia sobre la violación a los DDHH. Establecen que al explicar la antesala a los sucesos, se justificaría de alguna manera dichas violaciones y que nada puede ni debe proveer excusa para atropellar la libertad de otros. Sin embargo, olvidan que es el contexto histórico el que permite entender, no justificar, sino comprender la fragilidad de la libertad.
No se trata de excusar los deleznables abusos, sino de explicar lo que lo que le pasó a la sociedad para llegar al punto de tolerancia cero. Sin el contexto histórico, solo se tendrá una visión sesgada de la realidad de la época. La idea se supone es no volver a repetir dichas tragedias, pero para ello se necesita la historia lo más completa posible, pues de lo contrario se está destinado a repetirla.
Es sumamente vital comprender que el maltrato de las instituciones, la ideología acompañada de poder absoluto, la cesión de la democracia a grupos de interés, el desdén hacia el Estado de derecho, la creencia de que una idea debe y puede ser impuesta por la fuerza. La malversación de la democracia que quedó relegada solo a ser un sistema electoral fallido y no un deber, comportamiento y que hacer moral del gobierno y la relativización del valor de la vida, ocurridas mucho antes de la intervención militar, son la base sobre la que se construyó el abuso e ignorar dicha parte de la historia solo porque no es conveniente políticamente no es solo deshonesto sino funesto para la amistad cívica del país y la verdadera reconciliación.
Una de tantas historias que darían para decenas de libros sobre historia previa al gobierno militar, dice así: Josef y Luz son padres de 7 hijos de distintas edades. Ambos son religiosos cristianos y no manifiestan interés alguno en la política, aunque son ciudadanos ejemplares.
En 1972 los recortes de alimentos sujetaban la distribución de los mismos a la posesión de una tarjeta de la Junta de Abastecimiento Popular (JAP) la cual era otorgada según criterio del camarada de turno, puesto que el Gobierno de Salvador Allende había delegado esas decisiones a sus correligionarios locales. Al no ser del partido comunista o socialista y no manifestar interés en la política, a Josef y Luz les negaron la tarjeta y debieron conseguir alimentos auto cultivados y en el mercado negro. Muchas veces dependieron de la generosidad de terceros movidos a compasión.
Con 7 hijos y 2 de ellos infantes que no sabían de política ni afiliaciones partidistas sino del hambre que sentían, las cosas no eran fáciles. Fueron días de escasez y precariedad.
Josef y Luz no escuchaban los discursos presidenciales sino que oían música clásica y asistían fielmente a su iglesia, lo que significó que los camaradas comunistas de su barrio los escupieran por las calles, robaran sus accesorios y parte de sus ropas cada vez que se podían arreglar un poco para la ocasión, los insultaran y finalmente los amenazaran de muerte por “momios” que es el sobrenombre para referirse a los no comunistas.
Josef fue múltiples veces golpeado y dejado en estado grave por defender a sus hijas de los camaradas comunistas que se sentían dueños de todo espacio. Lamentablemente la población donde Josef vivía, no era visitada por la autoridad policial que ya tenía suficientes problemas por sí misma tratando de justificar su existencia en un gobierno de izquierda.
Cada noche, una turba golpeaba las rejas de su casa gritando consignas, amenazas e improperios mientras el matrimonio reunía a sus hijos en su cuarto, vestidos por si entraban a su casa a cumplir las amenazas. Noches de terror, días de miseria y abuso.
Para esta familia, no pudiente, sin palancas en ninguna parte, que solo querían vivir en paz. El golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 fue su liberación.
Si personas como Josef y su familia no merecen tener memoria, no merecen ser mencionadas para que esos atropellos que vinieron de la izquierda tampoco se vuelvan a repetir así como los del gobierno militar, entonces efectivamente, el museo está incompleto y el ministro tenía y tiene razón.