El 9 de abril se realizó, en Chile, una ceremonia ritual en el partido socialista que refleja muy bien los valores que hoy por hoy rigen dicho partido.
En el mundo socialista quedaron atrás la coherencia histórica, los principios guía, que se creía que, se sostenían tan rigurosamente, pues salir del gobierno duele más que traicionar principios.
El expresidente chileno Ricardo Lagos tuvo aciertos y desaciertos en su gobierno. Algunos de sus fracasos fueron realmente estrepitosos, incluyendo cierta permisividad con casos de corrupción, las terribles decisiones para concretar el sueño de conectar Chile hacia el sur vía ferrocarril, donde se accedió a confiar en la pésima ingeniería española de segunda mano y lo que ocurrió fue que ni ferrocarril ni conexión se concretaron sino solo el robo de los recursos multimillonarios para jamás responder con responsabilidad sobre aquello frente a la ciudadanía.
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Aparte de aquellos exabruptos típicos de un gobierno que siente ciertas simpatías por la utopía de izquierda, pero que sigue siendo realista, fue un Gobierno con un fondo más estadista que populista que continuó con el crecimiento y dio certezas jurídicas.
Un gobierno como este no es deseable para una izquierda radicalizada como la presente, que no busca acuerdos sino imponer su máquina retroexcavadora a toda costa, aun si esto lleva a Chile a imitar realidades tan paupérrimas como la de Venezuela.
Pero es que eso no importa porque como buena cultura latina, se ha impregnado profundamente en la sociedad ese deseo del éxito inmediato, sin disciplina e integridad. Ese mismo deseo es el que rechaza la idea del trabajo duro y del sacrificio, del ordenamiento de prioridades y de la privación momentánea que preceden al éxito.
En este ambiente, es obvio que el discurso que más resonará es el de la continuidad incluso sobre las ideas, sobre la historia y sobre la razón. Y es que es un discurso que encanta a las mentes embrutecidas por el poder y por la orgía financiera en la que han incurrido al desvalijar al Estado y los recursos que ha recaudado de todos los chilenos vía impuestos.
En este panorama, un gobierno más centrado y de consensos como el que podría ofrecer Ricardo Lagos, no tiene cabida.
Guillier por su parte ha ofrecido continuidad. No solo programática, reforzando las ideas que llevaron a este actual Gobierno a instalar la maquinaria pesada que hoy destruye las bases jurídicas y económicas de Chile, sino que aún una continuidad que vale mucho más para el mundo político que lo ha validado como candidato en el partido socialista.
El candidato Guillier ofrece continuidad en el poder. Eso seduce a quienes saben que no pueden vivir del mundo privado porque carecen tanto de la inteligencia como de las habilidades mínimas requeridas para crear valor en la sociedad y ser remunerados por ello.
Guiller ofrece continuidad en el poder, continuidad en el acceso a la bolsa del dinero. Acceso sin el cual muchos no podrían sostenerse fuera del gobierno. Esta idea es mucho más valiosa que llegar a acuerdos civiles, que desarrollar una estrategia que devuelva a Chile al puesto mundial que le correspondía y que se ganó a punta de trabajo, crecimiento y políticas liberales que permitieron dicho crecimiento en primer lugar.
Frente a una izquierda que en el actual gobierno pudo quitarse parte de la máscara de socialdemócrata y se ha mostrado como lo que es: una izquierda llena de odios, llena de deseo de poder y cerrada al diálogo en pro de obtener su paraíso socialista (por lo menos eso es algo más honesto) no queda más que observar como sus principios más valiosos toman forma real.
El primero de ellos es resolver el tema del poder y luego se verá cómo se llena el vacío de ideas, aunque en realidad las ideas están, pero estas solo pueden imponerse por la fuerza y mientras Chile no caiga en abierto autoritarismo de izquierda, hay que disfrazar dichas ideas como un “escuchar a la gente” refiriéndose por supuesto a las minorías vociferantes, destructivas e ignorantes que salen de cuando en cuando a berrinchar a las avenidas y plazas e instalan temas no prioritarios en una agenda de gobierno que debiera preocuparse de crecer económicamente y no tanto de distribuir lo que se produce.
Continuidad dice Alejandro Guillier, que ahora es oficialmente el candidato presidencial del partido socialista, luego del asesinato político del expresidente Ricardo Lagos, que fue negado por su propio partido frente a encuestas que no le favorecen en comparación a Guillier.
Era necesario vivir esta tragedia Griega. Ir en contra de todos los principios históricos del partido, rechazar a una de sus grandes figuras, poner el pie encima a la coherencia para dar paso libre al poder. Muchos votaron con el corazón quebrantado en contra del histórico líder, pero el poder es más importante y Guiller ofrece la posibilidad ya que Lagos no marca bien en las encuestas.
Es un verdadero drama novelístico digno de ser representado en los anfiteatros de la antigua Atenas, drama en que para obtener el beneficio mayor, se debe asesinar a quien supuestamente se ama. No es una tarea agradable, por eso es una tragedia, pero se hace porque la conveniencia es mayor. Así fue el asesinato político de Ricardo Lagos cuando su propio partido le dio la espalda de cara a las elecciones presidenciales para asegurarse cierta “continuidad” que más que las propuestas es en el poder.
No son las ideas de Alejandro Guiller, pues él mismo dice que desear continuar la obra del actual gobierno. Sí, esa misma obra que tiene a Chile en una precaria situación, pero no son estas las ideas que hacen que él sea el elegido, pues de ser así, no habría aparecido Osvaldo Andrade líder del partido Socialista a decir que ahora “hay que dotarlo de contenido”. Entonces se confirma la tesis. La muerte política de Ricardo Lagos responde única y exclusivamente a la insaciable hambre de poder.