
Aproximadamente dos meses de vacaciones tienen los estudiantes en Chile desde que acaban el año escolar en diciembre hasta que retoman sus clases a principios de marzo. Ese tiempo de descanso y reunión familiar, de asueto y desaceleración, que debiera reponer sus energías para volver a invertir su tiempo y energía en la formación académica y vital, al parecer es utilizado para maquinar nuevas estrategias de presión para defender aquellos eslóganes que han calado en su poca informada colectividad.
Nada nuevo bajo el sol dice el dicho popular, y esto se aplica a la directiva de la CONES (Coordinadora Nacional de Estudiantes) aprovechando el espacio comunicacional para presentar a su nueva directiva, anunciaron también nuevas movilizaciones para sumarse entre otras cosas, a la campaña del movimiento No + AFP
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Es interesante notar cómo el joven representante de las voces juveniles, Marcelo Correa, abraza tan apasionadamente aquellos lemas que propenden a la intervención estatal en algo tan sagrado para ellos como la educación. Con dureza hace notar sus críticas a como se lleva el asunto en el congreso declarando que la discusión sobre si se debe o no enviar tareas escolares es irrelevante comparado con la seriedad que debe existir en torno a las propuestas que se requieren para mejorar la calidad de la educación.
Más interesante aún es ver la incomprensible contradicción que existe entre su vehemente discurso antilucro, proestatización de la educación y su aparente preocupación por la calidad, sobre todo cuando es evidente que esta no mejorará si los estudiantes, por estar marchando y apoyando eslóganes ajenos, no hacen aquello que se supone que los define, es decir, estudiar.
Marcelo correa es del partido Revolución Democrática, que se autodefine como de izquierda, anticapitalista y reformadores de la historia. El problema es que la historia no se reforma, sino que se repite por una sencilla razón: aquellos que dicen que han de cambiarla, no la han estudiado realmente o si le echan un descuidado vistazo, redundan en lo que aplaude sus ideas preconcebidas y su ideología.
Estamos frente a una generación de estudiantes que aborrece el esfuerzo por considerarlo casi cavernario. Nos encontramos presenciando el resultado de paternidad hiperlaxa de que ellos que deseaban darle todo a sus hijos sin que estos tuviesen que pasar por el esfuerzo de obtener algo por sus propios medios y por ende ahora no tienen las herramientas para hacer frente a la frustración. Es impresentable la calidad de seres que la sociedad está heredando y que solo se proyectan como una pesada carga para todos quienes de verdad deseen producir.
Los estudiantes reclaman el derecho a la educación, pero ellos mismos han venido saboteando cada esfuerzo que se hace por brindarles dicho derecho. La educación es un entrenamiento tanto mental como social, que permite que las personas pongan sus facultades bajo prueba de manera que estas salgan fortalecidas en la rutina de la disciplina, el rigor y los hábitos que llevan a las personas a rediseñar su realidad.
La educación no tiene por qué ser vista como una herramienta provista por el Estado que funciona como un modelo único, inmutable y forzoso. La educación es más bien un esfuerzo cooperativo por formar personas que aportarán a sus sociedades desde su individualidad y con los talentos naturales y cultivados que estos tengan.
En la formación del carácter, ninguna influencia cuenta tanto como la del hogar, la tarea del profesor debe complementar la de los padres, pero no ocupar su lugar. En todo a lo que se refiere al bienestar de los niños y jóvenes estudiantes, los padres y los maestros deben esforzarse por cooperar.
En esto fallan muchos padres que han dejado a sus hijos a merced de la complacencia y estos se han echado a perder, dejando al maestro la desagradable tarea de reparar las consecuencias de su descuido.
Tal es la generación que cualquier gobierno que sea electo en Chile, debe enfrentar. Jóvenes dados a conclusiones rápidas y sin meditación, que exigen de sus padres la gratificación inmediata y de la sociedad la extinción del mismo modelo que le permite a sus familias la posibilidad de educarlos.
Esta es una generación de jovencitos que no entienden que las sociedades son complejas y que tienen prioridades. No entienden que los resultados en educación se ven a largo plazo y por lo tanto el trabajo que hay que hacer debe no comenzar por gratificar egoístamente sus bolsillos universitarios sino que debe partir por instruir bien primeramente a los más jóvenes y avanzar con un currículum moderno hacia los cursos superiores. No entienden que la riqueza se crea y si esta solo se dilapida a través de la distribución antojadiza, eliminando todo incentivo para seguir produciéndola, entonces las generaciones que les siguen, no tendrán posibilidad alguna de esperar un futuro de prosperidad.
La presente generación es egoísta, mimada, autocomplaciente, desafiante, que confunde la irreverencia alocada y hueca, con una lucha por la justicia. Esta es la generación que en pro de lo que ellos consideran los más nobles ideales, tales como igualar la educación para todos, no a través de reformas curriculares ni de estructura de la educación, sino controlando el satánico “lucro”, han de presionar hasta obligar a los gobiernos a crear las condiciones que solo traerán ruina y miseria a los que vienen detrás de ellos.
Es la libertad la que ha logrado que Chile salga de la más absoluta pobreza, es la capacidad de invertir y ver los frutos del esfuerzo la que permitía que la educación tuviera algún sentido y es la capacidad de forjar los sueños propios con autonomía, sin intervención estatal y sin dañar el proyecto ajeno, lo que hacía que la educación fuese atractiva como un medio de movilidad social.
Esta generación está logrando que lleguemos a tal punto, que educar no tenga sentido alguno. Si hay dudas, pueden preguntarle a miles de cubanos y venezolanos qué tan gloriosa es la igualdad.