Mientras Chile intenta desesperadamente combatir las llamas que arrasan con gran parte del territorio nacional, dentro de las oficinas de gobierno se viven días duros.
La encuesta CADEM una vez más da cuenta de la falta de liderazgo del gobierno de Chile, que representado por la presidenta Michelle Bachelet, no parecía contribuir en nada a la contención de los siniestros.
75% de rechazo a la gestión presidencial indica que claramente algo se está haciendo mal y que no todo es error de comunicación, como tantas veces lo ha dicho la misma presidenta, como expresando que ellos hacen las cosas bien, pero el pueblo, falto de inteligencia, no las entiende.
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En todo caso, Chile sigue en llamas y la ideología ni si quiera es capaz de ofrecer la impresión de justicia, pues habiendo suficiente evidencia de que los incendios han sido intencionales y producto del terrorismo, no se atreven a utilizar las herramientas que tienen a mano para combatir la causa misma de las llamas.
El ejército desea actuar, los afectados por los incendios desean que la tragedia cese para poder volver a ponerse en pie, sobre todo aquellos que lo perdieron todo. Esas personas no pueden ser contentadas con frases hechas e inútiles tales como “nos querellaremos contra quienes resulten responsables” sabiendo que con la nula voluntad política que existe, jamás habrán responsables aunque todo mundo sepa que los hay, quiénes son y dónde están.
Es que los responsables no se esconden, sino que se adjudican los incendios, se enorgullecen de sus tormentas de fuego, sin embargo cuando la población a través de los medios disponibles reproduce la evidencia, la fiscalía enciende su furor contra la sociedad civil, la libertad de expresión y con tal de defender el mundo mágico en el que viven, dicen que perseguirán a todos quienes reproduzcan información no oficial en redes sociales. Así solo aumentan la sensación de que quienes gobiernan y quienes juzgan, tienen las prioridades horriblemente trastocadas y prefieren un país destruido por las llamas que un país que les diga la incómoda verdad.
El problema con la ideología (en este caso de izquierda) es que no razona. Para ellos se trata de defender un sistema religioso del que son parte, pues viven de dogmas políticos y sociales que por más evidencia que haya en contra, no están dispuestos a modificar. Tanto es así, que cuando la iniciativa proviene de la sociedad civil y no del “dios” Estado, evitan comentarlo, evitan hacer mención de aquello y hasta le ponen trabas burocráticas porque prefieren ver la destrucción y no la solución proveniente de los que consideran enemigos.
Cuando Lucy Ana Walton, ciudadana Chilena radicada en EE.UU, decide donar un avión supertanker, quienes debieron facilitar su operación, solo sirvieron para poner trabas, incluyendo la evidente desfachatez de aclarar que los costos de operación del agua a utilizar debía cubrirlos quien hace la donación. Es evidente que les molesta que sus principios religiosos sean desafiados por la realidad, ya que el avión es una generosa donación de alguien que vive en el “imperio capitalista” que promueve la idea de menos Estado y más individuo. Esas blasfemias no pueden ser recibidas por un gobierno que adora a un solo “dios” que los bendice con el poder infinito y riquezas, ese es el “dios” Estado, ya que en la vida civil estas personas suelen ser un fracaso, pues no parecen estar diseñados para el esfuerzo, las ideas y la competencia.
Dado a que el avión supertanker probó ser más que efectivo, pero es obvio que un solo avión no puede hacer milagros, y menos cuando la respuesta de las autoridades deja que las llamas avancen, entonces ahora el gobierno pide más ayuda al extranjero y Rusia envía su ayuda a través del avión Ilushyn II 76 (al que increíblemente también lo demoró la burocracia)
Frente a la ayuda rusa, la presidenta Bachelet fue muy rápida en agradecer a través de su cuenta de twitter. No así con la ayuda recibida por parte de Ana Lucy Walton desde Estados Unidos, que donó el avión cisterna más grande del mundo. Quizás porque Rusia fuera alguna vez la gran patria socialista de la cual el gobierno está enamorado, y ese recuerdo le invita a agradecer a su amor platónico, pero queda en evidencia que la ideología no tiene gratitud.
La ideología prefiere un país destruido que salvado por su enemigo político, la ideología prefiere un país arrasado que perseguir a quienes considera que tienen motivos para recurrir al terrorismo porque simpatizan con sus causas absurdas, prefiere ignorar la evidencia de su fracaso que permitir que el país se auto ayude y obstaculizará la justicia con tal de proteger a sus hijos políticos.
Es que la ideología es religión, es que la ideología no es razón y más grave aún, la ideología no busca la justicia, no busca la solución, sino la imposición de sus ideas.
No habrá persecución a los terroristas que causaron tanta destrucción, incluyendo la desaparición de un pueblo completo. No habrá militarización de las zonas afectadas para que no las sigan destruyendo, porque eso implicaría que el ejército pudiera encontrar a los culpables efectivamente y el gobierno no quiere lastimar a quienes los representan ideológicamente, aunque eso signifique destruir el país. Nadie resultará responsable de estos crímenes, pues la fiscalía tiene como prioridad perseguir la libertad de expresión y no a los terroristas. Es bueno recordar que la Nueva Mayoría sintoniza con las causas que provocaron las llamas y, si bien no admiten compartir los métodos, intentan que la gente racionalice esa pseudo lucha como un movimiento de justicia y no como el simple terrorismo que es.
La ideología no tiene clase, no tiene conciencia, no tiene noción de la realidad. La izquierda en Chile solo tiene una opción, seguir en su obstinamiento atroz y en su soberbia tiránica, pues reconocer si quiera un error significaría que algo anda mal con su religión estatista, y eso no se lo pueden permitir.