Dado a que, según encuestas, el gobierno ha sido tan decepcionante para más del 80 % de los chilenos , la carrera presidencial ha estado sonando ya desde el mismo 2015 y el 2016 ha aumentado su resonancia dando paso a varios pre candidatos a ofrecer sus nombres para llenar lo que parece un vacío de poder.
La falta de liderazgo ha producido que la batalla por el sillón presidencial se adelante. Varios han querido mostrar su disponibilidad, pero las encuestas no favorecen a cualquiera. La política está tan desprestigiada que ahora parece ser una carrera entre los menos impopulares.
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Dos nombres se destacan entre los que parecen tener una oportunidad real de competir. Sebastián Piñera Echeñique, quien fue presidente entre el periodo 2010-2014 y Ricardo Lagos E. presidente en el periodo 2000-2006
Las necesidades actuales de Chile fueron forjadas no solo por el gobierno actual de Michelle Bachelet, sino por los anteriores, cada uno cediendo un poquito a lo que llaman “la voz de la calle” donde se espera que la bonanza económica se traduzca de inmediato en beneficios financieros y así ambos candidatos, Lagos y Piñera, ayudaron a alimentar al monstruo popular con ciertos niveles de asistencialismo.
Hoy Chile actúa como un país adolescente, que ya tiene más marcada su voluntad, pero también es inestable emocionalmente, inmediatista, intolerante, demandante y no siempre entiende razones.
En este sentido, lo que necesita no necesariamente es lo que demanda, porque cual adolescente, demanda un Ferrari para salir, pero solo puede permitirse el transporte público, entonces exige que alguien que tenga más, asegure que podrá transportarse en un Ferrari. No le importa cómo, solo quiere lograr su objetivo así sea eliminando la fuente de la bonanza para conseguir lo que quiere ya.
¿Qué hacer con un país así? ¿Cómo gobernar en medio de las rabietas populistas? Lo único bueno que podemos extraer de la crisis social, política y económica por la que atraviesa Chile, es que para los candidatos serios, que de verdad piensan en el bienestar un poquito más que en el poder, esta base en la que estamos, donde el crecimiento es bajo y el descontento es generalizado, se puede tener algo de margen para volver a políticas más en pro de la libertad.
Lagos en su gobierno tuvo serios escándalos de corrupción y fue el arquitecto del fallido Transantiago que es una máquina de perder dinero, además creo rápidamente el plan auge de salud, que ha tenido que ser mejorado con el tiempo y consiste en cubrir con fondos estatales una serie de enfermedades.
Por el lado bueno, es recordado por grandes empresas por facilitar la inversión, la concesión y la entrada de capital extranjero en el país que también trae ventajas al crear nuevos empleos y permitir crecimiento económico.
Su salida del gobierno la hizo con un aproximado de 70 % de aprobación, considerando que para gobernar también tenía mayoría en el parlamento por lo que tenía todo para ser un gobierno medianamente exitoso.
En el caso de Sebastián Piñera, que aún no admite que es candidato aunque actúa como tal, hizo una serie de propuestas en un momento de la historia del país en que bajo el mandato de Michelle Bachelet, el país creció solo a un promedio de 2 % cuando antes lo hacía a un 5 %.
En este contexto, a Piñera le tocaba restaurar la fluidez económica, el empleo y además una inesperada reconstrucción luego que un terremoto de 8,8 en escala de Richter y un tsunami devastador, causaran serias pérdidas en casi todo el territorio nacional.
Piñera sin embargo, no gobernó como un presidente comprometido con la libertad, sino que más bien volvió a las sendas menos estatistas de Ricardo Lagos que acompañado de un precio record del cobre le permitieron tener mucho más con que palear la crisis, además de elegir ministros muy competentes y técnicos para sus cargos los que con buena gestión lograron sacar a flote un país en crisis y posicionarlo en el liderazgo latinoamericano, con una creación de empleos record hasta lograr empleo pleno, pero no aumentando la libertad.
Chile en ese periodo creció a un promedio de 4,5 % a pesar de las políticas socialdemócratas de Piñera gracias al valor del cobre y de la buena gestión que a pesar de la política imperante, este gobierno realizó, pero con Piñera el asistencialismo no disminuyó.
Hoy ambos candidatos, dada la deplorable situación financiera de Chile, más la crisis de confianza, y el exceso de intervención del estado en todas las materias, tienen la oportunidad de correr la línea más cerca de la libertad.
El debate está instalado sobre la efectividad del asistencialismo y los postulantes a La Moneda pueden manejarse con las necesidades más urgentes que no tienen que ver con bonos y ayudas sino con seguridad, orden y trabajo.
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Hoy el escenario, si bien parece girar en torno a las demandas de la calle, que están muy bien orquestadas por la izquierda que aprovecha la desinformación para arrastrar a miles. También hay espacio para quienes tomen el debate con seriedad y ofrezcan salidas viables sin populismo a las personas.
La verdadera meta de una persona que crece, es lograr la independencia económica que le permita tomar decisiones propias y validarse a sí misma.
Chile, país adolescente, debe trabajar para crecer hacia su independencia real, donde no necesiten a papá estado proveyendo todo, sino que cada vez más personas alcancen la prosperidad por sus propios medios haciendo que haya más y mejores empleos. Solo con esas oportunidades las generaciones que vienen tendrán un prospecto más positivo sobre el cual trabajar y encontrar su lugar.
Menos estado y más oportunidades, menos asistencialismo y más empleo, menos intervencionismo estatal y más libertad de decisión, tal como decidir en qué colegio estudiarán mis hijos y como se alimentarán sin papá estado encima.
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Ya veremos qué es lo que decidirá la próxima elección, pero bueno sería que el debate girara en cómo recuperar la libertad.