Bush Jr. dice… estamos en guerra contra el terrorismo, pero eso es una metáfora, aunque dudo que sepa lo que eso signifique. Es como librar una guerra contra la caspa; es interminable e inútil.
~ Gore Vidal
El verdadero peligro que enfrenta Estados Unidos como nación no es el terrorismo, sino el completo descuido para medir las consecuencias no deseadas de sus políticas, tanto en el ámbito local como internacional.
En las últimas décadas, una serie de reformas legislativas y ejecutivas fueron el resultado de una política exterior inadecuada, que coloca el miedo donde debería estar el pragmatismo e ignora los hechos para concentrarse en especulaciones. Estos cambios impulsaron el gasto público en defensa y pusieron en peligro las vidas de innumerables soldados estadounidenses. Pero estas no son las únicas consecuencias del intervencionismo torpe y descarado del Estado; la crisis migratoria que ahora despreciamos también proviene de ignorar las consecuencias indeseadas.
Las agencias del Gobierno de EE.UU. han admitido que, así como en la guerra contra las drogas, nunca pretendieron acabar la guerra contra el terrorismo. No obstante, líderes de opinión continúan apostando por los mismos políticos belicistas de Washington en lugar de escuchar a otros con una visión de política exterior más pragmática.
Los apologistas de la tiranía adulan a los políticos que prometen gobernar con base en el miedo. Para ellos, cuanto mayor el Gobierno, mejor combatirán a enemigos (reales o inventados). El problema es que engrandecer al Gobierno conlleva el debilitamiento de su propia población.
Es muy difícil cuantificar el costo real de la intervención en el extranjero, pero no solo se trata de determinar una cifra en dólares. Altos impuestos, incremento de préstamos y una mayor inflación son, todas, políticas económicas de una nación en guerra constante, y limitan la libertad de los ciudadanos de hacer lo que quieran con su dinero.
Estados Unidos ha estado en constante conflicto bélico desde que sus legisladores han decidido librar una guerra contra enemigos imaginarios, y este estado de guerra perpetua genera incentivos perversos, impulsando políticas económicas que perjudican tanto a trabajadores como empleadores.
A pesar de esta escritura en la pared, las cabezas pensantes continúan apoyando a los sospechosos habituales para la presidencia. ¿Aún no se han enterado que lo que la gente quiere y lo que el establishment político quiere son dos cosas distintas?
El desastre del intervencionismo como estrategia principal
Mientras la élite de los partidos Republicano y Demócrata se alinea detrás de belicistas como Hillary Clinton y Marco Rubio, los verdaderos estadounidenses acuden en masa a los mitines y otras actividades del senador Rand Paul. El atractivo de Paul para los activistas de base es su enfoque realista acerca de la política exterior, las drogas y el uso de drones, y su postura en contra del capitalismo clientelista.
El fin de semana pasado, en New Hampshire, durante la Cumbre del Liderazgo Republicano, Rand Paul regañó a sus colegas. El evento fue una gran oportunidad para los aspirantes a la presidencia del país, pero pocos fueron tan exitosos como Paul.
Frente a cientos de partidarios, Paul expresó tener poca fe en la capacidad de sus contrincantes para hacer un mejor trabajo en reparar las relaciones entre Estados Unidos y el Medio Oriente:
Hay gente en nuestro partido a la que le gustaría contar con tropas militares en seis países ahora mismo, y tal vez más. Esto es algo que me … separará de muchos otros Republicanos. [Ellos] criticarán a Hillary Clinton y al presidente por su política exterior, ¡pero hubieran hecho lo mismo, solo que 10 veces más!
A medida que humillaba a sus contendientes, Paul trajo a colación la intervención de Estados Unidos en Libia y el rol desastroso de Hillary Clinton que llevó a la muerte de cuatro estadounidenses. Recordó a la audiencia que aquellos que hoy critican su visión de política exterior querían intervenir en Libia. Es decir, sus manos están todas manchadas con sangre.
Todos los que me criticaban querían enviar tropas … a Libia. Intervenir en Libia fue un error. Estamos menos seguros ahora. Los yihadistas están más cerca que nunca. Es un desastre.
Pero la intervención militar en Libia no fue el único ejemplo de mala política exterior en el Medio Oriente que presentó Paul. También habló acerca de los proyectos de reconstrucción nacional que ha emprendido Estados Unidos y su inagotable adicción por derrocar dictadores en nombre de la libertad.
Cada vez que hemos derrocado a un dictador secular, un líder autoritario, hemos obtenido caos y el surgimiento del islamismo radical. Debemos decidir cuándo es una buena idea meternos y cuándo no lo es.
En nuestro partido hay quienes creen que siempre es bueno hacerlo … Hay gente en nuestro partido que apoyó dar armas a [Muammar] Gaddafi antes de apoyar armar a los “luchadores por la libertad” que resultaron ser de Al-Qaeda.
No estoy diciendo que no debemos involucrarnos en el resto del mundo. No estoy diciendo que no defendamos nuestros intereses. Pero piénsenlo. A nosotros los médicos se nos enseña, en primer lugar, a no dañar.
Al decidir abordar el tema de la política exterior de forma realista, Paul puso la atención sobre el problema real: el intervencionismo. Aquellos que buscan etiquetarlo como un “aislacionista” niegan los hechos y viven en un mundo dominado por fantasías inventadas acerca de quiénes son los enemigos del país.
Los estadounidenses parecen estar listos para cambiar la política al denunciar a los partidarios de línea dura que, cada año más, buscan incesantemente apeligrar sus vidas.
El establishment y los medios deberían entender que el cambio cultural ha llegado para quedarse.