English Durante su discurso del Estado de la Unión, el presidente Obama dijo muchas cosas que sonaban como fantasía; pero, una en particular me pareció especialmente problemática: su postura sobre el fortalecimiento de los sindicatos.
Cuando el presidente Obama declaró que el Gobierno federal “aún necesita leyes que fortalezcan a los sindicatos en lugar de debilitarlos,” él no estaba haciendo justicia. Estaba coaccionando para privilegiar a unos pocos.
Juegando con nuestras opciones
Usar al Gobierno para otorgar privilegios sindicales es permitir elegir a los ganadores y perdedores. Cuando Obama apoya el fortalecimiento de los sindicatos en lugar de dejar que los trabajadores individuales elijan, él apoya al hombre poderoso.
Obama puede no tener conocimiento sobre las necesidades de cada individuo, pero como presidente él dice representar a todos. Puede que sus acciones no concuerden con sus palabras, y eso está bien si no se usted no tienen ninguna influencia, pero esto se torna grave si usted es el presidente.
Desconocer lo que los individuos quieren no es un fracaso del Gobierno; es un hecho. Cuando los funcionarios electos afirman tener el conocimiento para elegir en su nombre, mienten. Si bien las razones detrás de las mentiras pueden variar, estas no suavizan el golpe. Conceder privilegios a ciertos sindicatos, mientras que a otros se les inclina el campo de juego cuesta arriba, es exactamente lo contrario de lo que Obama siempre prometió hacer.
Los funcionarios electos que apoyan a los individuos, pero actúan para estancarlos, muestran demasiada confianza en el Gobierno, y ninguno en el hombre. Cuando se aplica a los mercados y sus participantes individuales, esta mentalidad es lo que distorsiona los incentivos y hace perder oportunidades.
El camino hacia un ambiente hostil para el pequeño individuo ha sido la política oficial de Obama, pero no contenga su respiración para que su retórica cambie.
Cuáles son las tendencias actuales
Por un lado, el crecimiento está conectado directamente con la libertad; y por otro lado, las políticas intervencionistas restringen la prosperidad de los sujetos.
El intervencionismo es, en esencia, una forma de reducir los intercambios pacíficos. Resulta especialmente problemático que los funcionarios del Gobierno utilicen estas restricciones para dar poder a los grupos favorecidos, ya sea con contratos a los amigotes o exenciones fiscales. En el proceso, ellos además hacen exactamente lo contrario a los que no tienen amigos en las altas esferas.
La concesión de privilegios a ciertos grupos que pretenden hablar en nombre de los demás obliga a los que no tienen voz a sucumbir ante los bien relacionados. Estos pueden ser fuertes, pero no tienen el poder ya que dependen del padrinazgo político. A menudo llevan el mando porque los funcionarios del Gobierno los tratan de manera diferente.
Poco después del discurso, el Washington Examiner publicó un estudio sobre los sindicatos. El análisis muestra que los Estados con menor número de miembros sindicales muestran signos de crecimiento a un ritmo más rápido. A los Estados con mayor número de miembros en los sindicatos les cuesta crecer.
Este análisis sugiere que este trato especial constituye un problema tan grande como la sindicalización misma. Si el entorno económico está saturado de sindicatos que ejercen poder sobre cada una de sus decisiones, y al mismo tiempo mantienen un estatus especial ante el Gobierno, las opciones se vuelven escasas.
La creencia de que los hombres libres son capaces de vivir una vida mejor, dentro de un mercado competitivo, es la esencia misma de lo que uno aprende a través del estudio de la economía. Si el objetivo es disparar hacia un futuro más próspero, los individuos necesitan más (no menos) libertad.
El presidente Obama puede seguir hablando bien del trabajo individual en Estados Unidos, pero sus acciones colectivistas resuenan más. Si nuestro objetivo es hacer a la gente más libre, debemos dejar de apoyar a las personas como él y reducir la intervención del Gobierno.
Traducido por Melania Osorio.