En la República Argentina nadie quiere recortar el gasto público. Es el problema más grande que tiene el país en términos económicos. Es una medida impopular y eso no va de la mano en los países con gobiernos de corte populistas. Es sentido común.
Los planes alcanzan sólo a nivel nacional: 31 planes sociales, 19 programas sociales, 5 pensiones no contributivas y 7 planes destinados a la “Seguridad Social”.
Según el último informe del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), el Índice de Precios al Consumidor (IPC) se ubicó en 2,2 % en junio y acumuló en los últimos doce meses un alza del 42,8 %. A su vez, la inflación durante el primer semestre fue del 13,6 %.
Mientras que el nivel de emisión monetaria es el mejor resultado de los últimos años, los planes sociales, según el economista Roberto Cachanosky, alcanzaron en 2019 “el 44 % de la población. ¡Estamos hablando de 21 millones de personas!”. Un dato cuanto menos significativo considerando que en Argentina hay una población de 44 millones de personas.
De igual manera, la cantidad de impuestos al que llegó el país de las vacas es récord, durante el corriente año pasó de 163 a 165, (el último que se sumó a sus filas es el “Impuesto PAÍS” justificado bajo el concepto de “hacer un país más solidario”).
Por estos motivos sería interesante poder evaluar la temida dolarización de la economía. De esta forma, evitaríamos varios males que nos azotan sin cesar.
Margaret Thatcher lo definía así: “si el Estado quiere gastar más, solo lo puede hacer pidiendo prestado de tus ahorros o cobrándote más impuestos. No existe tal cosa como el dinero público. Solo existe el dinero de los contribuyentes”.
Los beneficios de dolarizar la economía argentina
En primer lugar, todos los “tipos de dólares” que tenemos desaparecerían automáticamente. Como segunda instancia se trata de ponerle un alto a la máquina de emisión. De esta forma el Banco Central de la República Argentina (BRCA) ya no podría emitir e imprimir a gusto y placer, lo que nos lleva al tercer punto: evita que se genere mayor inflación y, además, se elimina la tentación que conlleva robarse la “máquina” de imprimir billetes como sucedió con el “Caso Ciccone”.
Las grandes transacciones generalmente se llevan a cabo en dólares. El peso argentino no tiene valor, si alguien quiere hacer un negocio, lo hace mediante la moneda extranjera. Y esto tiene una razón de peso:
desde el regreso de la Democracia en 1983, el peso argentino perdió 10 ceros y sufrió 2 hiperinflaciones. Por tanto, para el argentino promedio el peso no es una opción para capitalizar u ahorrar.
El que apuesta al peso, pierde
Según una estimación privada basada en una investigación del Gobierno de los Estados Unidos y datos cambiarios locales, en el país hay alrededor de USD 130.000 millones, frente a una base monetaria en pesos que equivale a algo menos de USD 30.000 millones medida en moneda extranjera.
El país quedó primero en el ranking de tenencias de billetes de dólar con USD 1.300 per cápita. Los 130.000 millones de dólares estarían en los colchones, cajas de seguridad y depósitos bancarios, y otros USD 100.000 millones en tenencias fuera del país que llevan al total de unos USD 230.000 milllones.
Es momento de dejar de disimular; discutir esta realidad que pasó a ser necesidad, un imperativo y llamar a las cosas por su nombre. La República Argentina tiene varios frentes abiertos, quizás dolarizando se pueda cerrar algunos de ellos.