EnglishLeer Nuestros años verde olivo y Detrás del Muro: novela de mi memoria imprecisa de Roberto Ampuero, donde narra su vida en Cuba y Alemania Oriental respectivamente, es como sentarse a conversar con el autor.
Estas novelas semibiográficas son tan vívidas que uno casi puede escuchar el tono, intensidad y timbre de quien cuenta sus sentimientos, alegrías, preocupaciones, sufrimientos y dudas vividas dentro de dos regímenes totalitarios.
Roberto Ampuero, escritor, político e intelectual, nació en 1953 en Valparaíso, Chile. Creció en el seno de una familia de clase media descendiente de europeos y egresó de un colegio privado alemán. Ampuero tenía convicciones izquierdistas que lo llevaron desde los 17 años a militar en a las Juventudes Comunistas de Chile, conocidas como “la Jota”. Por su afiliación a este grupo, a finales de 1973 buscó huir del dictador Augusto Pinochet a la República Democrática Alemana (RDA), país bajo dominio soviético al que llegó a principios de 1974.
Este es el hecho que entrelaza a ambos relatos. Cronológicamente Nuestros años verde olivo narra solo los primeros días de Ampuero en la RDA en 1974, donde conoció a Margarita Cienfuegos, la cubana que se convertiría en su primera esposa. La mayor parte del primer libro se trata de su vida en Cuba, a donde el matrimonio le llevó al autor en julio de 1974, y cómo el fin de esta relación hizo que Ampuero buscara salir de la isla y regresar a la RDA cinco años más tarde. Por otro lado, sus tres estadías en Berlín Oriental —en 1974, 1979-1982 y 2012— son los que dan vida a Detrás del Muro.
La lectura de ambos dan al lector una visión completa de la transformación de Ampuero del comunismo a las ideas de la libertad.
La vida vista desde una isla comunista
Los años en Cuba (1974-1979) fueron cruciales para el autor. Nuestros años verde olivo empieza cuando Ampuero abandona Chile a finales de 1973 sin esperar el permiso de la Jota. Su vida como estudiante en la Universidad de Leipzig, que entonces llevaba el nombre de Karl Marx, lo puso en contacto con jóvenes de todo el mundo que llegaban a Alemania Oriental ha formarse en las ideas del marxismo.
El cubano Joaquín Ordoquí fue el compañero de cuarto en el internado universitario que le presentó a Margarita Cienfuegos, hija de un temido comandante del régimen castrista. Los estudiantes cubanos vivían en la RDA bajo estrictas normas, entre ellas no establecer relaciones con un extranjero de un país no socialista, como Ampuero.
Para mantener su relación a flote, la pareja decide ir a vivir a Cuba y casarse. En la isla, la pareja —con un niño en camino— se integró a la universidad y al trabajo bajo las órdenes del castrismo. Durante ese tiempo, Ampuero empezó a conocer a fondo la cultura de un sistema totalitario, los rígidos cánones que determinaban los pensamientos de los cubanos y la absoluta lealtad que exige este pensamiento.
Solo quienes han vivido en él y han experimentado en carne propia las penurias suscitadas por la escasez cotidiana, la reglamentación extrema en todos los órdenes de la vida y el mensaje mesiánico de un Gobierno sin oposición, entienden lo que es el socialismo
Ampuero comenzó a tener pensamientos alejados de estos cánones, mientras que su esposa se hacía aún más fiel a la Revolución. Esto marcó un quiebre; el divorcio fue inevitable.
El autor narra cómo una amargura se iba esculpiendo en él ante las dificultades por conseguir alimentos, su imposibilidad de abandonar la isla por falta de su pasaporte y la carencia de un ingreso fijo.
“Solo quienes han vivido en él y han experimentado en carne propia las penurias suscitadas por la escasez cotidiana, la reglamentación extrema en todos los órdenes de la vida y el mensaje mesiánico de un Gobierno sin oposición, entienden lo que es el socialismo y la dolorosa huella que imprime en uno para siempre” expresa Ampuero sobre la Cuba castrista.
El censurado poeta Heberto Padilla y Ampuero se hicieron amigos en la isla. Padilla fue alumno de alemán y consejero de Ampuero. Tras muchas vicisitudes en Cuba y con menor creencia en los principios totalitarios, Ampuero acabó abandonándola y partió rumbo a la RDA.
La vida encerrada por cemento
Desde niña he tenido una fijación con el Muro de Berlín por una película que vi a los seis o siete años. Mi mente infantil no entendía por qué por mandato gubernamental a las personas les era prohibido abandonar su país y comprendí a la familia protagonista de la historia su deseo de marcharse como sea, en ese caso en un globo aerostático de fabricación casera.
Detrás del Muro narra tres momentos en la vida de Ampuero: 1974 y sus primeros días en RDA, su regreso en 1979 hasta 1982 y su viaje en 2012 para contrastar sus recuerdos de un Berlín bajo el socialismo y uno modernizado.
En 1974 Ampuero era un estudiante que aún creía en las ideas comunistas. “Lo admito: me hice comunista por idealismo e ignorancia”, expresa el autor sobre sus últimos años en Chile que precipitaron su exilio hacia la RDA, huyendo de Pinochet.
En Leipzig como estudiante universitario empezó a conocer la vida dentro de un régimen socialista, su modo de pensar, la represión y el constante temor de decir algo erróneo que despertara sospechas de traición.
En 1979 Ampuero —sin pasaporte y solo con un salvoconducto— regresa a Berlín Oriental, desencantado del socialismo cubano y con la esperanza de que la RDA sea su trampolín a Occidente. Hasta que finalmente lo logra en 1982. Vivió en Berlín Occidental, Suecia, EE.UU., México y en Chile llegó a ser ministro de Cultura en el Gobierno de Sebastián Piñera.
Lo admito: me hice comunista por idealismo e ignorancia.
El viaje de regreso en 2012 se entrelaza con las memorias de sus dos estadías en Berlín. En ese entramado Ampuero reflexiona sobre el totalitarismo, la falacia de que la clase obrera era feliz en el socialismo, la represión de una dictadura que necesitaba de muros y alambradas para mantener a las personas adentro.
En Detrás del Muro, aparte de contrastar sus creencias durante sus veintitantos con las actuales, narra las bellas amistades forjadas, sus romances, las interesantes pláticas que tuvo, el gozo por la música clásica y los cuentos que escribió y leyó. Al final de todas esas vivencias el chileno concluye lo básico sobre el humano: “somos solo nosotros, nuestro amor, nuestra memoria y nuestras palabras”.
Aunque las dictaduras se vistan de seda, dictaduras son
Para Ampuero es un deber moral narrar la impotencia y sufrimiento que se vivía dentro del Muro. El espectáculo al ingresar de Berlín Occidental a Oriental era brutal, una franja llena de patrullas policiales, rejas electrificadas y la pared de cemento separaba a un pueblo.
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“A estas alturas yo no quiero dictaduras de derecha ni de izquierda. Me importa un bledo que se justifiquen apelando a la seguridad nacional o a la revolución social. Dictaduras son dictaduras”, sentencia Ampuero, preguntándose cómo se puede sostener el pensamiento que un Estado pueda determinar la vida de una sociedad.
“¿Por qué llegamos a idealizar al Estado y preferirlo por sobre la infinita variedad y creatividad de millones de individuos emprendedores?” Ampuero nos invita a reflexionar sobre los totalitarismos que reprimen, encierran, censuran y encarcelan a las personas.