
English“La filosofía es la vida humana tomada en serio”, define el pensador argentino Gabriel Zanotti en su libro Filosofía para filósofos, y afirma que cada uno de los sujetos que cuestiona su existir, y su sentido, es un filósofo.

Como para calmar al lector, el autor aborda en la primera página la percepción común de que esta es una disciplina complicada: “La filosofía no es fácil ni difícil: es un hábito intelectual, un modo de preguntarse las cosas que, como todo hábito, es complicado al principio y menos después”.
La filosofía es un camino fundamentalmente humano, y es lo que Zanotti quiere exponer en los 12 capítulos del libro mediante el estudio de diversas corrientes filosóficas, y cómo estas se conjugan en nuestro día a día sin que nos hayamos enterado. A lo largo del libro, el autor comparte muchas de las reflexiones personales que lo llevaron a dedicar su vida a esta rama del conocimiento.
En el primer capítulo, “¿Qué es la filosofía?”, expone con precisión por qué la filosofía y la vida están íntimamente ligadas. El autor narra el momento en que se dio cuenta de una encrucijada en su vida, de que tenía dos opciones fundamentales: vivir o ser vivido. Para Zanotti, ser vivido es dejarse llevar por las circunstancias fuera del control humano, y no preguntarse nunca quién es ni porqué uno hace lo que hace.
La filosofía no es fácil ni difícil: es un hábito intelectual, un modo de preguntarse las cosas que, como todo hábito, es complicado al principio y menos después
En cambio, cada persona que se toma en serio esas preguntas vive, no se deja llevar por la rapidez de la existencia, toma la vida en sus manos y no le falta ni peso, ni madurez. Es ser radical en la capacidad de hacer preguntas.
Por ejemplo, Aristóteles sigue jugando un papel importante en nuestra forma de pensar. Conceptos que usamos día a día como causa, efecto, necesario, no necesario, uno, múltiple, cantidad, cualidad, y relación, los debemos a este gigante de la Grecia clásica.
Leer a Aristóteles sin duda es difícil, pero Zanotti nos invita a no desanimarnos si las preguntas surgidas al leerlo a él, u otros filósofos, no tienen respuesta. En cambio, hay que alegrarse cuando un autor es un estímulo para el pensamiento: “(…) lo importante es qué les dice a ustedes. Ustedes a su vez, no se aferren a su propia interpretación, dialóguenla”, expresa Zanotti.
Para entender a las obras de los grandes filósofos, hay que entender primero las preguntas que ellos se hicieron. Eso es aún más importante que entender sus respuestas.
Filosofía para filósofos parece una lectura sencilla. Los siguientes capítulos se enfocan en la evolución de la disciplina, desde los comienzos de la filosofía medieval —con su apogeo en Tomás de Aquino—, pasando por el Renacimiento, y por pensadores como René Descartes, David Hume, Immanuel Kant, hasta el enfoque científico en el siglo XX.
“Mi oficio es señalar caminos. Recorrerlos es oficio de cada quien”, remata Zanotti al concluir el capítulo dedicado a quien parece ser uno de los filósofos que más ha influenciado su vida: Tomás de Aquino. Este pensador escolástico explica y justifica una relación armoniosa entre la razón y la fe. Los temas de Dios, junto al alma y la libertad, vuelven a ser centrales durante las páginas dedicadas a Kant, a quien el autor considera el rey de la filosofía moderna.
Mi oficio es señalar caminos. Recorrerlos es oficio de cada quien.
Rumbo al final del libro, el autor nos advierte sobre el propio concepto del “final de algo”. Esta es un barrera que el ser humano ha caído en el error de incorporar en su lenguaje, pues ese fin muchas veces es un nuevo horizonte a descubrir. Este tipo de limitaciones muchas veces impiden que el conocimiento y la vida cotidiana amplíe los descubrimientos personales.
“Si nos tomamos en serio que siempre tenemos mundos cuyos horizontes hay que seguir ampliando, entonces tendremos conciencia que nunca llegaremos al final de nada, sino que siempre tendremos delante un horizonte”, explica Zanotti.
Al terminar de leer el libro, estamos invitados a cuestionar los porqué de nuestras vidas, y con ayuda de los pensadores ya consagrados, relacionar sus preguntas y conclusiones con nuestra propia cotidianidad, y así ser también nuestros propios filósofos.