![Muerte de Ebrahim Raisi](https://cdn.panampost.com/wp-content/uploads/2021/06/Ebrahim-Raisi-EFE.jpg)
Sentado en el helicóptero que lo trasladaba a la represa Qiz-Qalas para una inauguración en Azerbaiyán, el presidente de Irán, Ebrahim Raisi, lucía ensimismado, con el pulgar en la boca y la mano empuñada mientras miraba por la ventana. Portaba su habitual ‘sayyed’, el turbante negro que simboliza la descendencia del profeta Mahoma y su túnica del mismo color. Llegó sin contratiempos al acto y tras retirarse, murió en un “brusco aterrizaje forzoso” dejando al terrorismo internacional sin un aliado estratégico, al líder supremo de la nación islámica, el ayatolá Alí Jamenei, sin sucesor a la vista y al país libre del verdugo de la oposición.
Las esperanzas y la discreción de Teherán fueron inútiles. Ni el mandatario ni su ministro de Asuntos Exteriores, Hossein Amirabdollahian, arrojaron señales de vida. Tampoco el gobernador de Azerbaiyán Oriental, Malek Rahmati, ni el ayatolá Al-Hashemi, Imam de la Mezquita de Tabriz, ni los guardaespaldas a bordo de la aeronave siniestrada. Ninguno superó el accidente que frustró el camino de Raisi al poder absoluto con el apoyo de los grupos extremistas.
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Las cúpulas de Hezbolá en el Líbano, Hamás en Palestina y los rebeldes hutíes en Yemen extrañarán su voz con acento persa. Esto se debe a que desde el inicio del conflicto en la Franja de Gaza, Raisi respaldó abiertamente las acciones armadas que contradecían los intereses de Occidente y Estados Unidos.
Rango para abusar
Se sabe que Raisi respaldó un ataque masivo contra Israel en respuesta al ataque que mató a generales iraníes en la embajada en Damasco, Siria. Tener escrúpulos no era una virtud del mandatario, por más que besara el Corán en público, incluso frente a un cónclave de las Naciones Unidas. Tampoco el respeto a los derechos humanos o a la justicia era una cualidad.
Convertirse en el segundo funcionario de mayor alto rango en Irán -sólo superado Jamenei- lo aprovechó para forjar redes a favor de intereses personales y políticos. Nada lo detuvo. Ni siquiera las sanciones de Washington por formar parte del “Comité de la Muerte” que ejecutó al menos 5000 simpatizantes y dirigentes del grupo de oposición Mujahedin-e Khalq (MEK), también conocido como Organización Mujahedin del Pueblo de Irán (PMOI). La disidencia iraní le estorbaba, le molestaba.
Ser conocido como “el carnicero de Teherán” nunca lo inquietó, como tampoco los cuestionamientos por suministrar drones portadores de bombas a Rusia, para su guerra en Ucrania.
Detrás de su estampa de religioso con tono cándido yacía un político hostil. De hecho, vociferaba que “los estadounidenses siempre han perseguido planes arrogantes hacia el pueblo iraní, y todos los gobiernos que llegaron al poder siguieron esta política”. Su objetivo con ello era presionar un acuerdo nuclear que pretendía lograr sin fiscalizaciones internacionales el enriquecimiento de uranio que mantenía para fabricar armas.
Verdugo con discreción
Antes de su muerte, Ebrahim Raisi operó con la misma discreción con la que manejaba su vida personal. Casado con Jamileh Alamolhoda, hija del ayatolá Ahmad Alamolhoda, el influyente líder de línea dura de la oración del viernes en Mashhad, en el noreste de Irán.
De sus dos hijas poco trasciende públicamente. No es sorpresa cuando Raisi, reprimió los gritos de “¡Mujer, vida, libertad!” que resonaron hace dos años, durante las protestas que desató la muerte de Mahsa Amini, en manos de la policía de la moralidad, por supuestamente llevar el hiyab (velo islámico) de forma incorrecta.
El deceso de la joven kurda de 22 años lo sacudió y radicalizó. Las manifestaciones cesaron con un balance fatal, 202 muertos, de las cuales 90 estaban involucradas en supuestos “actos terroristas” y 34000 procesados, de los cuales 22000 recibieron una amnistía de Jamenei, mientras que 292 están aún en prisión por supuestos actos criminales violentos.
Muerte con peso
El caso de Amini perturbó a Raisi, quien antes de su muerte, alegó que Amini falleció en un centro de reeducación, debido a una insuficiencia orgánica múltiple, descartando las lesiones físicas. La situación minó su débil liderazgo entre la ciudadanía que exigía el fin del régimen y su salida tras ganar la presidencia en unas elecciones con una participación de 48n %, menos de la mitad del padrón.
Aunque el presidente, especialista en derecho Privado y con un doctorado en Jurisprudencia anunció la falsa desarticulación de la Policía Moral, el despliegue hace un mes de la ‘Operación Luz’ para aplicar el estricto código de vestimenta islámico en las plazas de la capital iraní Valiasr, Vanak y Tajrish minó su credibilidad y lo imposibilitó -quizá- de cumplir el tercer año en la presidencia de Irán el próximo 18 de junio. Las investigaciones lo aclararán.
Ahora el vicepresidente del país, Mohammed Mokhbed, le corresponde asumir como presidente interino, tras la muerte de Raisi, mientras se organizan nuevas elecciones. El plazo es de 50 días.